LA MENTE Y LO CONOCIDO
JIDDU KRISHNAMURTI
LA COSTUMBRE DE la vida diaria se estaba repitiendo en torno de la única
fuente del pueblo; el agua corría lentamente
y un grupo de mujeres guardaba su turno. Tres de ellas estaban
disputando ruidosa y ásperamente; estaban absortas
por completo en su cólera y no prestada la menor atención a ninguna otra
persona ni nadie les prestaba atención a
ellas. Tenía que haber sido un rito diario. Como todos los ritos,
era estimulante, y estas mujeres disfrutaban el
estimulo. Una anciana ayudaba a una joven a alzar un gran
cántaro de bronce brillantemente pulido hasta su
cabeza. Tenía ella un rodete de tela para aguantar el peso del
recipiente, al que sostenía levemente con una mano.
Su andar era espléndido y tedia gran dignidad. Una niña pequeña
vino calladamente, deslizó su cántaro bajo el
chorro y se lo llevó sin decir palabra. Otras mujeres llegaron y
se marcharon, pero la disputa seguía, y parecía
como si nunca fuese a terminar. De repente, las tres callaron,
llenaron sus cántaros de agua y se fueran como si
nada hubiera pasado. El sol ya se iba poniendo fuerte y salía
humo sobre los techos de paja de la aldea. Se estaba
guisando la primera comida del día. ¡Cuán repentinamente
pacífico quedo aquello! Excepto por los cuervos, casi
todo estaba en calma. Una vez terminada la ruidosa disputa
podía uno oír el rumor del mar más allá de las casas,
los jardines y los palmares.
Continuamos como máquinas con nuestra tediosa rutina diaria.
¡Cuán ávidamente acepta la mente una norma
de existencia, y cuán tenazmente se aferra a ella! Como s
i estuviera clavada, la mente está sujeta por la idea, y en
torno de la idea vive y tiene su ser. La mente nunca es
libre, flexible, porque siempre está anclada; se mueve
dentro del radio, estrecho o amplio, de su propio centro.
De su centro no se atreve a salir; y cuando lo hace, se
pierde en el temor. El temor no es de lo desconocido, sino
de la pérdida de lo conocido. Lo desconocido no incita
al miedo, pero la dependencia de lo conocido sí. El temor
siempre acompaña al deseo, el deseo de lo más o de lo
menos. La mente, con su incesante tejer de patrones, es
la hacedora del tiempo; y dentro del tiempo hay temor,
esperanza y muerte. La esperanza conduce a la muerte.
Dijo que era un revolucionario; quería volar toda
estructura social y empezarlo todo de nuevo. Había
trabajado ávidamente por la extrema izquierda, por la revolución
proletaria, y eso también había fallado. ¡Mirad lo
que había pasado en el país en el cual aquella revolución se
realizó tan gloriosamente! La dictadura, con su policía
y su ejército, habían engendrado inevitablemente nuevas
distinciones de clase, y todo en el espacio de unos pocos
años; lo que había sido una gloriosa promesa se había reducido
a la nada. Él quería una revolución más honda y
más amplia que empezase todo de nuevo, teniendo cuidado
de evitar todas las trampas de la primera revolución.
¿Qué entendéis por revolución?
“Un completo cambio de la actual estructura social, con o
sin derramamiento de sangre, con arreglo a un plan
bien trazado. Para ser efectiva, tiene que ser bien pensada,
organizada en todo detalle y escrupulosamente
ejecutada. Semejante revolución es la única
esperanza, no hay otra salida de este caos”.
Pero ¿no tendréis los mismos resultados otra
vez: la compulsión y sus funcionarios?
“Al principio puede resultar en eso, pero pasaremos
a través de ello. Siempre habrá un grupo separado y unido
fuera del gobierno, para vigilarlo y guiarlo”.
Queréis una revolución con arreglo a un patrón, y
vuestra esperanza está en el mañana, por el cual estáis
dispuesto a sacrificaros y sacrificar a los otros. ¿Puede haber
una revolución fundamental si se basa en la idear Las
ideas inevitablemente engendran nuevas ideas, más resistencia
y represión. La creencia engendra antagonismo; una
creencia hace surgir muchas, y hay hostilidad y conflicto.
La uniformidad de creencia no es la paz. La idea y la
opinión invariablemente crean oposición, que siempre
tratarán de suprimir los que están en el poder. Una
revolución basada en la idea da lugar a una contrarrevolución,
y el revolucionario se pasa la vida luchando contra
otros revolucionarios, liquidando el mejor organizado al más
débil. Estaréis repitiendo el mismo modelo, ¿verdad?
¿Sería posible hablar sobre el más profundo significado de la revolución?
“Ello tendría poco valor a menos que condujese a un fin
definido. Hay que construir una nueva sociedad, y la
revolución con arreglo a un plan es la única manera de
lograrlo. No creo que cambie mis maneras de ver, pero
veamos lo que tenéis que decir. Lo que diréis probablemente
ha sido dicho ya por Buda, Cristo y otros instructores
religiosos, y ¿adónde nos ha llevado? ¡Dos mil años y más
de prédica para ser buenos, y mirad el embrollo que han
creado los capitalistas!”
Una sociedad basada en la idea, configurada con arreglo
a un patrón particular, engendra violencia y está en
constante estado de desintegración. Una sociedad modelada
funciona sólo dentro del armazón de su creencia
autoproyectada. La sociedad, el grupo, nunca puede estar
en un estado de revolución; sólo puede estarlo el
individuo. Pero si es un revolucionario con arreglo a un plan,
a una conclusión bien autorizada, estará meramente
ajustándose a un ideal o esperanza autoproyectados. Está
llevando a cabo sus propias respuestas condicionadas,
modificadas tal vez, pero de todos modos limitadas. Una
revolución limitada no es revolución en absoluto; como la
reforma, es un retroceso. Una revolución basada en ideas,
en deducciones y conclusiones, no es más que una
modificada continuidad del viejo sistema. Para una fundamental
y duradera revolución tenemos que comprender la
mente y la idea.
“¿Qué entendéis por idea? ¿Queréis decir conocimiento?”
Idea es la proyección de la mente; idea es el resultado de
la experiencia, y experiencia es conocimiento. La
experiencia siempre es interpretada con arreglo al
condicionamiento consciente o inconsciente de la mente. La
mente es experiencia, la mente es idea; la mente no está separada
de la calidad del pensamiento. El conocimiento,
acumulado y en acumulación, es el proceso de la mente.
La mente es experiencia, memoria, idea, es el proceso
total de la respuesta. Hasta que comprendamos el funcionamiento
de la mente, de la conciencia, no puede haber
una transformación fundamental del hombre y sus
relaciones, que constituyen la sociedad.
“¿Sugerís que la mente como conocimiento, es el verdadero
enemigo de la revolución, y que la mente nunca
puede producir el nuevo plan, el nuevo Estado? Si queréis
decir que porque la mente está aun enlazada con el
pasado nunca puede comprender lo nuevo, y que, sea lo
que fuere que planee o cree, ello es el resultado de lo
viejo, entonces ¿cómo puede haber cualquier cambio en absoluto?”
Veamos. La mente está sujeta a una norma; su existencia
misma es el armazón dentro del cual funciona y se
mueve. La norma es del pasado o del futuro, es desesperación
y esperanza, confusión y Utopía, lo que ha sido y lo
que debería ser. Con esto estamos todos familiarizados.
Queréis romper el viejo sistema y sustituirlo por uno
“nuevo”, siendo el nuevo, el viejo modificado. Lo llamáis el
nuevo para vuestros propios propósitos y maniobras,
pero sigue siendo el viejo. Lo llamado nuevo tiene sus raíces
en lo viejo: codicia, envidia, violencia, odio, poder,
exclusión. Encerrado en esto, queréis producir un nuevo mundo.
Es imposible. Podéis engañaros y engañar a otros,
pero a menos que el viejo molde se rompa por completo, no
puede haber una transformación radical. Podéis jugar
con ello, pero no sois la esperanza del mundo. La ruptura
del molde, tanto del viejo como del llamado nuevo, es de
la máxima importancia para salir de este caos. Por eso es
esencial comprender las modalidades de la mente. La
mente funciona sólo dentro del campo de lo conocido, de la
experiencia, tanto si es consciente como inconsciente,
colectiva o superficial. ¿Puede haber acción sin un modelo?
Hasta ahora sólo hemos conocido acción en relación
con una norma, y semejante acción es siempre una aproximación a
lo que ha sido o lo que debería ser. La acción
hasta ahora ha sido una adaptación a la
esperanza y el temor, al pasado o al futuro.
“Si la acción no es un movimiento del pasado al futuro,
o entre el pasado y el futuro, entonces ¿qué otra
acción puede existir que sea posible? No nos
estáis invitando a la inacción, ¿verdad?”
Sería un mundo mejor si cada uno de nosotros se diera
cuenta de la verdadera inacción, que no es lo opuesto
de la acción. Pero ese es otro asunto. ¿Es posible que la
mente esté sin un patrón, que esté libre de esta oscilación
hacia adelante y hacia atrás del deseo? Desde luego que
es posible. Tal acción es vivir en el ahora. Vivir es estar
sin esperanza, sin el cuidado del mañana; no es desesperanza
ni indiferencia. Pero no estamos viviendo, siempre
vamos en pos de la muerte, del pasado o del futuro. Vivir es l
a más grande revolución. Vivir no tiene norma, pero
la muerte la tiene: el pasado o el futuro, lo que ha sido o
la Utopía. Estáis viviendo para la Utopía, y así estéis
invitando la muerte y no la vida.
“Todo eso está muy bien, pero no nos conduce a ninguna
parte. ¿Dónde está vuestra revolución? ¿Dónde está
la acción? ¿Dónde hay una nueva manera de vivir?”
No en la muerte, sino en la vida. Estáis persiguiendo el
ideal, la esperanza, y a esta persecución la llamáis
acción, revolución. Vuestro ideal, vuestra esperanza, es la
proyección de la mente fuera de lo que es. La mente,
como es resultado de lo pasado, está sacando de sí misma
una norma para lo nuevo, y a esto lo llamáis revolución.
Vuestra nueva vida es la misma vieja, con diferentes ropajes.
El pasado y el futuro no contienen la vida; tienen el
recuerdo de la vida y la esperanza de ella, pero no son lo
vivo. La acción de la mente no es vivir. La mente sólo
puede actuar dentro del marco de la muerte, y la revolución
basada en la muerte es sólo más oscuridad, más
destrucción y desdicha.
“Me dejáis completamente vacío, casi desnudo. Esto
puede ser espiritualmente bueno para mí, hay una
claridad de corazón y mente, pero no es tan útil en
términos de acción revolucionaria colectiva”.
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