salir mal y se pierde la motivación para seguir adelante. En esos instantes de oscuridad, ni
las palabras de los sabios, ni los consejos de los amigos parecen surtir efecto. Es un proceso
para vivir, dejando que pase por encima de uno y rogar a Dios que este no
termine por aplastarnos y destruirnos.
Pensar que es un túnel del que se va a salir, hace que el túnel sea más largo, sentir que
es una noche que llegará a su fin, la convierte en una noche de desvelos. Pensar que
otros lo pasan peor, sólo aumenta la sensibilidad al dolor.
¿Que hacer entonces cuando llegan esos tristes momentos?
Al parecer no hay receta, pero una alternativa es la evasión, lo que muchas veces sólo hace
caer en un pozo más profundo. Otra alternativa es la introspección, para lo cual no siempre
estamos preparados. Sin embargo estos momentos son de gran fuerza para
aprender las lecciones de la vida.
Es aquí donde se producen las transformaciones. Nadie puede salir sin heridas, ni nada será
igual después, pero de aquí sale la fuerza para seguir adelante. Quizás sea esa la clave
para superar esas etapas difíciles, saber que como todo cambia, no se podrá volver nunca
a la situación original y quizás no salgamos nunca del túnel.
Entonces hay que ensanchar ese túnel, hasta que sus paredes se confundan
nuevamente con el infinito, a modo de resurrección.