Un caballero que está en perfecta salud física y mental, ha soñado casi todas las noches por
algún tiempo, y en el ensueño dirige la palabra a una asamblea compuesta principalmente de
sus amigos y conocidos. En el curso de su discurso explica que está soñando y que toda la
gente que está ante él son criaturas de su ensueño. Alguien del auditorio le pregunta qué prueba
tiene de que su afirmación es correcta, y a esto replica que pensará sobre la cuestión
cuando despierte, y asegura que explicará sus razones cuando les vea la próxima vez en el país
de los sueños. Todos ellos se ríen de él y le llaman lunático. Este ensueño le preocupa
sobremanera y está ansioso por saber cómo convencer a esas criaturas de su sueño de que la
experiencia es realmente un ensueño.
Respuesta: Con el fin de poder discernir inteligentemente con relación a los varios estados de
conciencia del hombre -vigilia, ensueño, sueño profundo, etc.- es necesario conocer la
constitución y la función de varios vehículos más sutiles que, con el cuerpo denso, constituyen
el complejo ser que llamamos hombre.
Encontramos en el mundo cuatro reinos: el mineral, que está prácticamente exento de
sensación aunque puede responder y reaccionar a los estímulos, no puede sentir ni amor ni
odio. Bajo el martillo de vapor o en el horno, su forma y su composición pueden cambiar,
pero no da señales de emoción ninguna. Su conciencia es como la del ser humano en el más
profundo estado de trance o en la muerte, cuando solamente está presente el cuerpo físico.
El vegetal es diferente, pues vive y respira, inhala bióxido de carbono que forma una gran
parte de su cuerpo. Exhala el vital oxígeno. La savia fluye por su tallo y hojas. En resumen,
exhibe el mismo fenómeno vital que nosotros mostramos en el estado de sueño sin ensueños,
porque en esa condición nuestro cuerpo denso está ínter penetrado por un cuerpo vital
compuesto de éter, y un vehículo similar ínter penetra al tallo, hojas y ramas físicas de la
planta. Pero la planta tampoco conoce la emoción. El amor, el odio, la alegría y el pesar son
extraños para ella, porque no tiene cuerpo de deseos como el animal y el hombre. Por causa de
la posesión de estos vehículos el animal y el hombre son capaces de moverse y tratar de
gratificar sus deseos. Para este fin el hombre usa la mente, vehículo no poseído por el animal,
y en el estado de vigilia todos sus vehículos son concéntricos, ínter penetrándose unos con
otros, capacitándole para vivir, moverse y razonar. Pero el mismo acto de dormir significa una
reversión a la conciencia de la planta, y por lo tanto implica necesariamente una separación de
los vehículos superiores e inferiores. El Ego envuelto en la mente y el cuerpo de deseos se
desplaza, dejando al cuerpo físico interpenetrado por el cuerpo vital, sobre la cama.
Existen ocasiones, sin embargo, en las que nos hemos absorbido tanto en nuestros asuntos
diarios, o cuando nos hemos fatigado al extremo, que el Ego no puede llevar a cabo una
separación completa de los vehículos superiores e inferiores. Entonces el cuerpo de deseos
ínter penetra los centros cerebrales, pero la relativa posición de los varios vehículos es, por decirlo
así, sesgada.
En esas condiciones la razón está ausente y la conciencia humana es semejante a la del animal,
que no tiene mente y es por lo tanto constitucionalmente incapaz de lógica. Por esto es por lo
que aún las cosas más grotescas y absurdas parecen perfectamente naturales al que sueña,
quien las acepta incuestionablemente, como el animal, y los sueños experimentados en tal
condición relativa de los vehículos humanos, son generalmente absurdos en extremo. Pero
conforme progresa la civilización y el egoísmo se ve suplantado por el altruismo tiene lugar
una diferente división de los vehículos. Una parte del cuerpo vital compuesta de los dos éteres
superiores, que son los vehículos de la percepción sensorial y de la memoria, sale junto con
los vehículos superiores durante la noche. Entonces el ilusorio estado del país de los sueños,
cesa, y el hombre se convierte, por decirlo así, en una criatura de dos existencias -una vivida
fuera del cuerpo en la tierra de los sueños, donde se comporta de una manera razonable,
usando de juicio con relación a sus propias acciones, y las de la demás gente que pudiera
encontrar. Como no ha aprendido a enfocar su conciencia al salir o entrar al cuerpo, no es
capaz de llevar a cabo la adecuada separación de sus vehículos en todas las ocasiones, ni de
retrotraer a la memoria un cuadro fidedigno de lo que ha ocurrido. La iniciación en las esferas
internas es la única que suministra el necesario conocimiento.
Evidentemente, el caballero en cuestión retiene consigo sus facultades razonadoras en el país
de los sueños, pero todavía no se da cuenta de los hechos que conciernen a ese mundo. Está
errado al suponer que el auditorio al cual se dirige es simplemente "criaturas de sus ensueños",
y no es del todo imposible, si tuviese el valor suficiente y preguntase a alguno de los que ha
visto en sus sueños si ha asistido a tal asamblea, que la respuesta fuese afirmativa. Mas aun, si
al tiempo en que esta respuesta le llega, le es todavía posible reunirse con la gente que vio en
sueños y prepararla para la pregunta antes de que se las haga durante el día, casi con seguridad
encontrará a alguien que recordará y que ha pasado por idéntica experiencia, a la que él se ha
estado refiriendo.
Viendo, pues, que la vida de los sueños no es una existencia ilusoria sino una realidad, no hay
manera de probar a la gente del país de los sueños que es una ilusión.