Pero en adición a los fenómenos puramente subjetivos, los habrá también
objetivos si el ataque tiene algún grado de concentración. El fenómeno de la
repercusión es bien conocido, el fenómeno en el cual aquello que le acontece al
cuerpo sutil se refleja en el cuerpo denso, de modo que después de un
retorcimiento astral durante el sueño, se encuentran magulladuras en el cuerpo
físico, a veces magulladuras de un modelo definido. He visto la huella de la pezuña
de un chivo y el as de bastos señalados sobre la piel como magulladuras bien
definidas, pasando del azul al amarillo y desapareciendo en el curso de unos pocos
días, como lo hacen las magulladuras.
Los malos olores son otra manifestación de un ataque astral. El olor
característico es el de la carne en descomposición, y viene y se va
caprichosamente; pero mientras está manifestándose, no hay duda alguna sobre él,
y cualquiera que esté presente puede olerlo, sea o no psíquico. He conocido
también un terrible hedor a vertedero surgido cuando un ritual perteneciente al
Elemento de Tierra fue ejecutado incorrectamente.
Otro curioso fenómeno es la precipitación de cieno. No he visto esto realmente
yo misma, pero tengo información de primera mano de buena autoridad, de un
caso así. Las marcas son a veces como si un ejército de babosas hubiera estado
marchando en formación ordenada; a veces hay un ancho embarrado de fango, y
otras, claras huellas de pisadas, a menudo de tamaño gigante. En el caso al que me
refiero, del que oí por un testigo ocular, las marcas eran como las pisadas de un
elefante, enormes trazas en el suelo del salón de un chaletito situado cerca del
mar.
A veces se observan extrañas pisadas que aparecen de ninguna parte y
conducen a ninguna parte, cuando hay nieve alrededor. Las he visto en dos
ocasiones en el tejado de un anexo. Comenzaban en su borde, como si el
caminante se hubiera bajado de un aeroplano, cruzara a través, y terminara
abruptamente en la pared del edificio principal sobre donde termina el colgadizo.
No volvían. Una simple línea de pisadas venía de ninguna parte y terminaba en una
elevada pared.
Un suceso similar tuvo lugar en una escala muy extensa en Devon hace unos
cincuenta años, y un relato de ello puede encontrarse en ese curiosísimo libro,
Rarezas, del Comandante Gould. En este caso, sin embargo, las huellas no eran
humanas, sino que eran las de lo que aparentemente era la pezuña de un burro,
procediendo en una sola línea y yendo directamente a través de las paredes y sobre
los tejados, y cubriendo la mejor parte de un par de cientos de millas en una sola
noche, a ambos lados de un estuario sin puente. Aquellos que deseen evidencia
confirmatoria harían bien en consultar el libro del Comandante Gould, donde el
incidente se da en detalle.
Hay un curioso fenómeno conocido por los ocultistas como la campana astral; Sir
Arthur Conan Doyle hace uso de él en una de sus historias de Sherlock Holmes.
Este sonido varía desde una nota clara, como una campana, hasta un débil click. A
menudo lo he oído parecerse al sonido hecho golpeando un vaso de vino rajado con
la hoja de un cuchillo. Comúnmente anuncia la venida de una entidad que apenas
puede manifestarse, y no necesita ser necesariamente en absoluto un heraldo del
mal. Puede ser simplemente una llamada en la puerta del mundo físico para atraer
la atención de sus habitantes a la presencia de uno que se halla afuera y desearía
hablar con ellos. Si, sin embargo, ocurre en presencia de otros síntomas de ataque
astral, daría una fuerte evidencia en la confirmación del diagnóstico.
En esta conexión, se ven a veces también inexplicables explosiones de fuego.
Estas indican que están en funcionamiento fuerzas elementales, no humanas.
Ocurren también fenómenos de poltergeist, en los cuales vuelan objetos, suenan
campanas, y tienen lugar otras ruidosas manifestaciones. Por supuesto, puede
haber una multiplicidad de fenómenos, apareciendo más de un tipo en el mismo
caso.
Innecesario es decir que nunca debe ignorarse la posibilidad de alguna
explicación natural, material, incluso en los casos donde el elemento sobrenatural
parece más obvio. Debería buscarse siempre diligentemente en toda dirección
posible antes de que cualquier hipótesis supranormal sea considerada digna de
atención. Pero, por otra parte, no deberíamos estar tan apegados a las teorías
materialistas que rehusemos tomar una teoría psíquica como una hipótesis de
trabajo si muestra alguna posibilidad de ser fructífera. Después de todo, la prueba
del budín está en comerlo, y si, trabajando sobre una hipótesis oculta, somos
capaces de aclarar un caso que ha resistido a todos los otros métodos de manejo,
tendremos una muy buena evidencia en apoyo de nuestra contención.
Debemos tener presente también que el elemento del fraude deliberado puede
entrar en los lugares más inesperados. He visto a un drogadicto hacerse pasar con
éxito, durante un considerable espacio de tiempo, por la víctima de un ataque
oculto. Un reciente escritor del Diario Médico Británico declaró que cuandoquiera
que se cruzaban con un caso de campana sonando, golpes, goteo de agua y aceite
desde los techos, y otros sucesos desgraciados, siempre buscaba a la sirvienta
histérica. Sería muy aconsejable que los ocultistas hicieran lo mismo antes de que
empezaran a preocuparse por el Diablo. Pero, por otra parte, el hombre sabio, sea
ocultista o científico, no insistirá en la sirvienta histérica a no ser que pueda cazarla
in fraganti, como sé que lo hará antes o después si ella es la culpable
Los cheques falsos nunca conseguirían dinero a no ser que hubiera cosas tales
como cheques genuinos. Nunca se le ocurriría a nadie producir fenómenos psíquicos
fraudulentos a no ser que hubiera habido algunos fenómenos psíquicos genuinos
para actuar como modelo para la impostura.
La aceptación de una explicación debería descubrirse sobre el peso de la
evidencia en su favor, no sobre el desagrado de uno ante sus alternativas. Abogo
porque se investigue la posibilidad de una explicación no material en casos en que
la hipótesis materialista no rinde resultados. Ni en las enfermedades del cerebro y
del sistema nervioso, ni de la glándulas endocrinas, ni en la represión de los
instintos naturales, encontraremos la explicación en todos los casos en que la
mente es afligida. Hay más en el hombre que mente y cuerpo. Nunca
encontraremos la pista del acertijo de la vida hasta que realicemos que el hombre
es un ser espiritual, y que la mente y el cuerpo son las vestiduras de su manifestación.
ANÁLISIS DE LA NATURALEZA DEL ATAQUE PSÍQUICO
La sugestión telepática, clave de los ataques psíquicos.— Tres tipos de
sugestión.— (a) Autosugestión.— (b) Sugestión consciente.— (c) Sugestión
hipnótica.— La sugestión debe ajustarse al temperamento.— Profundidades
insospechadas.— Cómo opera un ataque psíquico.— No puede tener efecto hasta
que el aura es horadada.— Reforzamiento por entidades malas.- Caso de ataque
psíquico descrito.-- Significado de la pesadilla.— Cómo distinguir un asimiento
psíquico de una epilepsia.— Correlación de los ataques con las fases de la luna.—
Diagnosis psíquica de este caso.— Detalles confirmatorios elucidados —Curso del
caso.— Interpretación de los acontecimientos.
La esencia de un ataque psíquico ha de encontrarse en los principios y
operaciones de la sugestión telepática. Si reunimos lo que sabemos de telepatía y
lo que sabemos de sugestión, entenderemos su modus op-randi.
La sugestión es de tres clases: Autosugestión, Sugestión Consciente y Sugestión
Hipnótica. La distinción, sin embargo, no es tan fundamental como parece a
primera vista; pues la meta de todas las sugestiones en la mente subconsciente es
la misma, y no se vuelven operativas hasta que ésta se alcanza. La sugestión se
distingue de las amenazas y las apelaciones a la razón por el hecho de que éstas
apuntan a un blanco en la mente consciente. Si tienen éxito, deben su éxito a la
aquiescencia de la personalidad consciente, por coerción o voluntariamente. Pero la
sugestión no hace su apelación a la conciencia, sino que apunta a poner las manos
sobre los brotes de acción en la subconsciencia, y manipularlos desde ahí.
Podríamos comparar estos dos procesos a la operación de tocar el pulsador de la
campana por fuera de la puerta, y tomar un tablón del suelo y tirar de los mismos
alambres de la campana. El resultado será el mismo en ambos casos, la campana
sonará. Amenazas y argumentos pulsan el botón de la campana con grados
variables de énfasis, desde el retintín persistente de la persuasión moral hasta el
repiqueteo resonante del chantajista. La sugestión cruza los alambres en diversos
puntos en su curso.
La autogestión se da por la propia mente consciente de uno a su propia mente
subconsciente. Ahora, podéis preguntar, ¿por qué no puedo dar órdenes a mi
mente subconsciente directamente, sin tener que recurrir a los atavíos de la
sugestión? La respuesta a esta pregunta es muy simple. La mente subconsciente
pertenece a una fase de evolución mucho más primitiva que la mente consciente;
pertenece, de hecho, a una fase anterior al desarrollo del habla. Dirigirse a ella en
palabras, por lo tanto, es como hablar a un hombre en un lenguaje que no
entiende. A fin de tratar con él tenemos que recurrir al lenguaje de los signos. Así
ocurre con la mente subconsciente. No es de utilidad alguna el decirla, "Haz esto",
o 'No hagas eso". Debemos hacer una imagen mental de la cosa que deseamos
hecha, y mantenerla en la conciencia hasta que comience a hundirse en la
subconsciencia. La mente subconsciente entenderá este cuadro, y actuará sobre él.
El actor que desea curarse del miedo al escenario, fracasará en hacerlo así si
dice a su mente subconsciente. "No estés asustado', pues para un caballo ciego
una inclinación de cabeza es tan buena como un guiño, igualmente, si hace un
cuadro mental del temor al escenario y dice a su yo subliminal, "Ahora bien, no
hagas eso', el resultado será desastroso, pues el yo subliminal verá el cuadro y
omitirá la negación, porque la palabra "no" no tiene sentido para él. A fin de
manejar efectivamente la mente subconsciente, hacemos un cuadro mental de la
cosa que deseamos hecha, y la mantenemos en la mente por aplicaciones repetidas
manifestación.