La sangre, vehículo del Ego...(I)
Conferencia dictada por el Sr. Roberto Ruggiero.
Una de las exigencias establecidas para oficiar de Auxiliar Invisible es el conocer Anatomía y
Fisiología. Naturalmente, como auxiliar para la curación este conocimiento es fundamental. El Estudiante Rosacruz, aspirante a esta categoría espiritual,
tiene, también que dominar el conocimiento
de los componentes y e funcionamiento de su propio cuerpo, del que depende su crecimiento anímico. Decimos que depende el crecimiento espiritual del cuerpo físico porque el Creador impulsiona
el progreso comenzando por el medio denso, estable. Largas edades, incontables, se necesitaron
para que la humanidad tuviera su vehículo material, hoy tan maravillosamente constituido. Al llegar a esta etapa de hoy, en la que se alcanzó plena conciencia física y en la cada uno se dirige
por sí mismo; habiéndose la humanidad liberado de todo espíritu grupal y trabajando para
independizarse hasta de la dirección de Espíritu de Raza, lo que le dará la posición ideal del
auto-gobierno completo, debe comenzar a espiritualizar su cuerpo denso, por
haberse cumplido esa etapa inicial. Sabemos que falta mucho tiempo para la nueva etapa etérica, pero como los pases en la Evolución
son graduables y lentos, la sangre, que es el tema que vamos a procurar desenvolver, ya está
tomando la iniciativa de cambio. En nuestro interior, en la parte más profunda del organismo, ya no
se licúa, está circulando en forma de gas y veremos cómo influye esto
en la vida y en el progreso del individuo. En la gestación, pasado el período de 18 a 21 días de realización de la unión de los sexos, el Espíritu
entra en la nueva matriz de la madre, cerrándose en su concha de deseos y mental. Comienza,
así, el proceso, siendo la sangre de la madre el medio de crecimiento. En esa primera etapa, la sangre tiene aspecto de núcleos y realizará su cambio cuando se complete el
“cordón plateado”. Este comienza su crecimiento desde el átomo simiente del corazón y se prolonga
hasta el plexo solar y el mismo camino hace desde el gran vórtice
del hígado hasta la unión de los extremos.
Es cuando la madre comienza a sentir movimientos del nueve ser; más o menos a los cuatro
meses y medio. Desde ese momento la sangre pierde su aspecto primario y se va haciendo normal.
Esto es: como vehículo del Ego toma su condición y cualidad individual, por lo que si bien
sigue siendo alimentada por la madre ya se va individualizando. ¿Por qué este tema? Porque depende del cuidado que tengamos con este precioso elemento todo el
crecimiento espiritual a que aspiramos. Veamos cómo.Influencia de los éteres. La sangre es una esencia, expresión del cuerpo vital, del que depende. Y el crecimiento del
cuerpo vital en períodos de siete años marca posibilidades mayores para ese medio espiritual; los éteres
tienen estrecha relación con este proceso. Cuando se dice que un niño es esencialmente imitador o receptivo es porque las polaridades
positivas de sus éteres no se manifiestan de inmediato, sino que funcionan sólo las negativas, que
le dan esa aptitud, en la primera etapa de la vida. Sabemos, por medio del conocimiento rosacruz, que a los 7 años el individuo llega a adquirir pleno
desenvolvimiento el Éter Químico, que es el que produce el crecimiento rápido en el futuro. A los 14 años
es el Éter de Vida el que alcanza su plenitud, manifestándose su polo
positivo con la aparición de la pubertad.
La glándula Timo, que contuvo hasta ese momento una reserva de glóbulos maternos,
deja de funcionar, produciendo el adolescente en adelante su propia sangre; siente
el joven por primera vez la tendencia a expresarse como un yo individual. El Éter Luminoso encargado de la circulación y del calor de la sangre, alcanza plena
manifestación a los 21 años; desde ese momento el Éter Reflector es el que se desarrolla
hasta los 28 años, llamada la etapa de maduración o responsable, por este motivo. Las
edades de 35, 42 y 49 años marcan otras etapas, en que la sangre es el principal factor,
porque sin ella no habría manifestación individual. El estado de la sangre como vehículo de expresión del Ego individual depende de tres
circunstancias, principalmente: su temperatura, de la alimentación que proporcionemos a
nuestro organismo y del comportamiento del ser que la influirá directamente. El Espíritu interno, como “chispa divina”, requiere para mantenerse dentro del cuerpo
determinada nota vibratoria producida por la adecuada temperatura de la sangre, por lo que
se califica a este precioso elemento como vehículo del Ego y principal vía de expresión. Se
comprueba esta influencia en los cambios extremos de temperatura: cuando se
eleva demasiado el calor en la sangre, por las fiebres principalmente, es que la persona tiende
a adormecerse. En la sensación contraria sucederá lo mismo: si la sangre se enfriara
anormalmente, se producirá un desmayo, que de hecho redundaría en lo mismo: la salida
del Espíritu del cuerpo. Tan importante es la temperatura de esa esencia
preciosa en el metabolismo interno. La alimentación como factor. Ese precioso elemento, de acuerdo al alimento que ingerimos
se convertirá en la conductora de sustancias que ayudarán o perjudicarán al organismo. La sangre
arterial es la principal conductora de sustancias terrosas, en contraposición a la sangre venosa. La calidad del agua que bebemos y el alimento que llevamos a nuestro organismo es de
fundamental importancia, porque los alimentos y el agua contienen sustancias terrosas
que van produciendo un depósito y endureciendo el sistema circulatorio, al cerrar el
pasaje de la sangre por los diminutos vasos capilares, disminuyendo el riego sanguíneo
y acortando la existencia. De ahí que la elección de la alimentación sea de tanta
importancia para prolongar la vida física. Existen tablas de valores alimenticios que indican la proporción de sustancias terrosas, no
digeribles, que contiene cada alimento, aconsejándose comer verduras y frutas frescas
principalmente. La carne, aunque contiene proteínas que restauran los tejidos, es productora
de ácido úrico y responsable en parte de la aparición de las arterioesclerosis. Se sustituye
muy bien con legumbres en vainas – chauchas o porotos. El chocolate es rico en calorías,
sin esas sustancias terrosas; el cacao, en cambio, contiene gran proporción de ellas, que
lo hacen muy perjudicial. Las frutas cítricas son antisépticas y los cereales antitoxinas. El agua debería ser tomada y usada en la alimentación exclusivamente destilada. Pero
desgraciadamente no hay facilidades para obtenerla destilada. Como factor a considerar es la necesidad, en proporción adecuada, de la presencia de
hierro en la sangre. El ha influído en nuestro desenvolvimiento individual en forma de
hemoglobina – que provino inicialmente de Marte y que con el oxígeno solar posibilitó
el calor indispensable para que cada ser se manifieste a través de su organismo. Como dijimos, el Ego divino en principio no puede actuar si no tiene un determinado calor
que lo circunde; esto se posibilita por la combustión que se realiza al entrar el oxígeno del
aire a nuestros pulmones y encontrarse con el hierro de nuestra sangre, produciéndose el
calor, medio necesario que a modo de termostato regula el Éter Luminoso en condiciones normales. Importancia del temperamento. La influencia marciana también intervino en el carácter
humano. La pasión envolvió a la humanidad; el temperamento fuerte hizo perjuicios en el
organismo. La sangre que debería haber sido el vehículo sutil, espiritual esencialmente
precioso, se fue, en cambio, recargando y modificando con la pasión – que cultiva la
naturaleza del cuerpo de deseos inferior – y dando lugar, además, al temor, la inquietud
y la tristeza; aspectos que detienen el progreso. El temperamento de cada uno está influyendo a favor o en contra del adelanto espiritual y
tiene también consecuencia colectivamente. El no controlar el temperamento va interfiriendo
con las posibilidades espirituales del propio crecimiento. En el conjunto y con el transcurrir de
los tiempos, como consecuencia, hizo cambiar hasta el medio espiritual de la Tierra. Cuando
repetimos que todos los actos humanos tienen repercusión, lo hacemos conociendo las
consecuencias que a través de los tiempos tuvo la conducta humana en el medio ambiente. Si un Salvador se hizo necesario, lo fue para que con Su vida, Luz y Poder se mejoraran las
condiciones espirituales de la Tierra – perjudicadas por el error humano – y además posibilitó
atraer individualmente un mejor elemento espiritual que se tradujo en crecimiento interno,
que dio lugar a una mejoría de este elemento. El Cristo tiene participación directa en la Evolución
humana, no como un símbolo o un mito sino como una fuerza impelente y realizadora que, año
a año va penetrando en nuestro planeta, aportando Su poder solar y cambiando las condiciones
espirituales, para que nos movamos en un ambiente mejor.
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