Un día Max Heindel estaba en Los Angeles a unos 36 Km de Oceanpark - quién escribe había recibido varias
llamadas- dos mujeres y un hombre quiénes se entusiasmaron con la pequeña huerta y deseaban comprarla.
Al principio se negó a venderla, preguntándose sin saber a donde guardarían tantos libros y manuscritos
acumulados durante los once meses desde que habían comenzado este lugar; aparte no quería aceptar la oferta
sin consultar con Max Heindel. El precio que ofrecían era tan tentador y tan por encima de la valuación real
del terreno, que pidió a los compradores le dejaran pensarlo hasta que su esposo estuviera de vuelta.
En una hora él entró y tras pasar la puerta sus palabras fueron, bien tuviste una oportunidad para vender
y cuál fue la oferta?. Cuando escuchó el precio tan seductor sin más habló: "Porque, querida, ésta es la
real oportunidad que hemos estado esperando. Nos va a dar los medios para construir en Oceanside".
Así, se consumó la venta y los compradores pagaron la suma de dos mil dólares en efectivo y dieron una
garantía hipotecaria por el resto, pero debíamos dar posesión dentro de los diez días. Con la asistencia
de la Sra. Ruth E. Beach de Portland, Oregon y de la Sra. Rachel M. Cunningham, de Los Angeles, en ese mismo
instante, comenzamos a empacar y nos preparamos para ir a Oceanside. El Sr. Heindel debía mientras tanto viajar
a Oceanside y alquilar una casa en la cual pudiéramos vivir mientras durara la construcción.
En la mañana del 27 de octubre de 1.911 estábamos listos para la mudanza, las dos Sras. fueron enviadas por tren
a Oceanside, mientras el Sr. y la Sra. Heindel irían en un pequeño automóvil biplaza marca Franklin, el que
Max Heindel había comprado reconstruído por la pequeña suma de u$s 300.- correspondientes al dinero de la
Los baúles del auto estaban completos a casi desbordar de valijas y máquinas de escribir. A la temprana hora
de las 5:00AM., el Sr y la Sra. Heindel estaban listos para partir.
Al llegar a Whittier, distante unos 55 Km de Oceanpark, una poderosa tormenta les alcanzó. El auto era convertible,
pero ambos viajeros fueron lo suficientemente afortunados como para refugiarse bajo las ramas de una gran palmera.
Luego de pasada la tormenta, nuevamente reanudaron su camino. Era casi la tarde y se horrorizaron al encontrar
el camino entre Whittier y Fullerton interrumpido y sin desvíos. Así, fueron forzados a conducir con su pesada
carga sobre tan inestable y barroso camino que había sido casi inundado por la tormenta. De este modo, luego de
haber conducido unas cuantas millas y de repente Bedalia (que era el nombre que Max Heindel había dado a su vehículo)
se negó a seguir; se negó terminantemente sin poder arrancar.
El resultado fue que la Sra. Heindel caminó alrededor de una milla hasta alcanzar la primera granja y alquiló al
granjero su tractor para que los remolcaran hasta Fullerton. Debían llegar a Oceanside ese día, por las noticias
que habían sido y la tranferencia del terreno para las oficinas centrales estaba estipulada para el siguiente día
Qué harían si no les fuera posible tomar el próximo tren que pasaba por Fullerton a las 2:45 PM.? Bien, el pequeño
auto se enganchó al vehículo del granjero y ambos viajeros fueron remolcados hasta la ciudad justo a tiempo
para guardarlo en un garage y apresurarse a tomar el tren que estaba esperando y listo para partir. Pueden
imaginar lo que había significado un día con tantas complicaciones, para un hombre con severa debilidad de corazón?.
Una vez sentados en el tren, Max Heindel con su maravilloso optimismo señaló a través de la ventana el más maravilloso
y mágico arco iris doble. "Mira - dijo - lo que el futuro nos traerá a pesar de estos problemas".
Llegaron a Oceanside en la noche y fueron llevados a una pequeña residencia de cuatro habitaciones muy modestamente
decoradas, con los pisos cubiertos con alfombras. Las habitaciones habían estado desocupadas por bastante tiempo y
naturalmente los insectos y ratones habían tomado posesión.
El próximo era el día en el cual se izaría la bandera de La Fraternidad. El tren arribó a las doce de mediodía,
trayendo a cuatro de nuestros miembros más leales: el Sr. Williams Patterson de Seatle, Washington;
George Crámer de Pittsburgh, Pensilvania; John Adams y Rudolph Miller, miembros activos de la Central que La
Fraternidad poseía en Los Angeles; y la Sra. Anne R. Attwood de San Diego. Estos cinco sumados a nuestro grupo
que consistía de la Sra. Ruth Beach y Raquel Cunningham y nosotros mismos, haciendo un total de nueve almas,
nos dirigimos al árido terreno en dos carruajes, pués Oceanside era un pequeño pueblo con solo 600 habitantes,
con establos y granjas que databan de las épocas más antigüas, con muchas cocherías de alquiler.
Los automóviles eran poco comunes, por lo que el grupo se trasladó en carretas con objeto de llevar a cabo
lo que años mas tarde sería reconocida como la más vital ceremonia, el dar la palada de tierra inicial, erigir
una cruz y plantar un rosal en el punto que sería el foco central de un gran trabajo.
Las oficinas centrales se habían iniciado y crecerían hasta expandirse alrededor del mundo entero; así nacía
Mount Ecclesia en un terreno seco, árido e infértil, en el que no podían verse ni árboles, ni zonas verdes.
Se trajo desde Ocean Park una cruz color negra con las letras C R C en los tres brazos; y una pala con la que se
removería la primera tierra. La siguiente escritura fué enviada por Max Heindel a los nueve presentes en cuerpo físico ,
y los tres Hermanos Mayores presentes en sus cuerpos vitales. (La descripción de Max Heindel de los presentes a