REFLEXIÓN:
Ni fueron seis días, ni el séptimo fue para descansar. No fue del barro. Tampoco a Adán le intervinieron una costilla". De manzana nada.
Durante mucho tiempo se interpretó la primera página de lo Biblia (Génesis 1) con exagera literalidad cuando este relato es un poema religioso sin intención científica. Es un testimonio de fe sobre el origen último que los ciencias no pueden con firmar; ni refutar. Lo "único" que quiere decir es que "Dios es el autor del mundo que creó desde la nada". Eso es lo importante.
El testimonio de fe del Génesis nos enseña un mensaje que Hans Kúng resume así:
El Dios bueno es el origen de todo lo que existe.
Dios no compite con ningún principio contrario malo o demónico.
El mundo, en su conjunto y en detalle, incluido lo noche, la materia, los animales
inferiores, el cuerpo humano y lo sexualidad, son fundamentalmente buenos.
Lo creación del Dios bueno implica de por si la benigna dedicación de Dios al mundo y al hombre.
El hombre es, pues, la meta del proceso creador; y precisamente por eso tiene o su cargo el cuidado del mundo que le rodeo, de la naturaleza.
Al creyente no le inquieta cómo fue hecho este mundo. Es decir; la fe en Dios es compatible con distintos modelos del universo. Quedan lejos los condenas de Copérnico, Galileo y Darwin, entre otros (ya la Iglesia pidió perdón por ello - rectificar es de sabios-). Cuando hablamos de Dios estamos tratando la condición previa a todos los modelos del universo y al universo mismo
Creer en Dios Padre Todopoderoso Creador del Cielo y de lo Tierra es una decisión existencial, una cuestión de confianza razonable. Es creer que el mundo y el hombre tienen en Dios su sentido último (su origen y su meto) y que ni el azar; ni lo suerte, ni el absurdo son lo explicación de lo existencia. Es creer que Dios Padre creo libremente, único y exclusivamente, por amor porque es bueno. Y en lo creación Dios creo al hombre y mujer como los criaturas principales: a imagen y semejanza suya y libres. Dios al hacerse hombre, al hacerse carne, se hace criatura. Es el cenit. No cabe en Dios más compromiso con la propia creación.
E. Mazariego