LA ESENCIA DIVINA SIEMPRE ILUMINA LA OSCURIDAD
por
Alexandra B. Porter, Ph. D.
Conferencia en tres partes sobre la Muerte y la Agonía
SEGUNDA PARTE: EL NACIMIENTO ESPIRITUAL ...(I)
Recordaréis que empecé la primera parte de esta conferencia diciendo que
se me ha dado un gran caudal de conocimientos y que los quería compartir con
vosotros. Ahora lo haré, pero antes quiero deciros cómo recibí esta información
que, precisamente, se refiere al tema de la muerte y la agonía.
El año 2001, el día de mi cumpleaños, el 11 de septiembre, los Estados
Unidos fueron sacudidos por un indescriptible horror. Cuando llegué del trabajo a
mi casa, aquella noche, mi reacción inmediata fue la de entrar en un espacio
personal de mi hogar, en el que suelo rezar, y empecé a orar por seis de los
miembros de mi familia, que estaba segura de que habían muerto, y de otros diez
que vivían y trabajaban en la vecindad del lugar en que se había producido el
brutal ataque terrorista. En ese espacio personal de mi hogar, y dentro de mis
habitaciones internas, pedí, en silencio, que la luz se derramase sobre nuestras
vidas. Quería conocer el esquema del plan de lo sucedido. Y entonces, cuando
enfoqué mi mirada en el Emblema Rosacruz, en una décima de segundo, vi a
Jesucristo dirigiendo un coro de ángeles.
Allí, de pie, sobre el montón de escombros, muy cerca de ellos y rodeando
las dos Torres Gemelas de la ciudad de Nueva York, había treinta y dos ángeles
con Jesucristo. De repente vi que, del corazón de Jesucristo salía un cordón de
hilo dorado trenzado. Desde mi estratégico emplazamiento vi que, cada seis u
ocho pies, el cordón dorado penetraba en el corazón de un ángel, formando así
una cadena angélica que extendía a lo largo de varias millas el cordón de oro
trenzado.
Cuando todos los almas Espíritus hubieron emergido de la tierra, Jesucristo
comenzó a caminar y todos lo siguieron en fila. En unos segundos, miles de
Espíritus habían alcanzado el cielo. Entonces, cuando vi a doce de mis parientes,
al final del cordón de hilo de oro trenzado, sentí un gran tirón en mi corazón. Mi
recuerdo de ese momento es maravilloso y me pregunto si estuve todo el tiempo
unido a aquel hilo de oro trenzado. Hoy, casi once meses después, en cualquier
momento puedo aislar el tremendo dolor que sentí en mi corazón en aquel
momento especial.
Se pronunciaron muchas palabras y se hicieron muchas cosas que no puedo
describir con claridad. Quizás yo misma cerré deliberadamente mi visión
espiritual para no ver los miles de cuerpos muertos. ¿O fue, quizás que,
deliberadamente, desvié mis oídos espirituales para no escuchar los lamentos y
sufrimientos de miles de cuerpos muertos? Sólo recuerdo el chirrido de mi propia
voz que, claramente, pedía algo a Jesucristo. Durante ese tiempo ni vi ni oí nada,
pero sentí la oscuridad y lo que pareció ser un momento, extremadamente largo,
de dolor profundo. Después, en mis palabras y en mi propia voz, “me” oí decir:
“¿Dónde está Tu Divina Esencia?” Entonces, empezó a brillar una vivísima luz
sobre mí y vi la faz de Jesucristo. Con su imagen llegó la respuesta a mi pregunta
que, clara y distintamente decía: “Ilumina la oscuridad.” Mirando, entonces
alrededor, lo último que recuerdo es haber visto y oído derrumbarse las Torres
Gemelas. Esto lo vi desde lejos, hasta que me di cuenta de que había penetrado en
otro punto del espacio y del tiempo.
Cuando me hice consciente plenamente de lo que me rodeaba, comprobé
que estaba conectada al cordón de hilo de oro trenzado y que los ángeles estaban
depositando, o dejando, grupos de Espíritus en ciertos reinos de vida, a los que
ellos se referían como “esferas”. El grupo de ángeles parecía estar llevándonos a
diferentes estados de materia. Su propósito era claramente doble: Primero,
intentaban introducir a los Espíritus en sus cuerpos nuevos u originales. Y,
segundo, querían conducirlos a un nuevo lugar, en el que pudieran dedicar unos
momentos a enfocarse en su propia adaptación.
Con una sola excepción, cada vez que parábamos en una esfera
determinada, dejábamos detrás un grupo de Espíritus y varios ángeles. Antes de
avanzar de nuevo, se identificaba la esfera y su razón de ser. Cuando los ángeles
hablaban yo tenía la sensación de que eran conscientes de mi presencia. Hablaban
como si yo fuese su discípulo. Su conducta me recordaba el pasaje de Corintios
15:31, en el que Pablo dice. “Yo muero cada día”, queriendo decir que era capaz
de abandonar la forma física en cualquier momento, dejándola en un estado de
“sueño” o animación suspendida, mientras él viajaba, con plena consciencia, en
los planos superiores. Esta experiencia me hizo mejor observador y empecé a
prestar atención al mínimo detalle.
Como algunos de vosotros sabréis, existen varios niveles de esfuerzo o
planos de expresión. Incluyen el Astral Inferior, el Astral y el primero de los
cuatro verdaderos planos del espíritu. Hay siete planos astrales y todos varían en
densidad. Todos los planos están habitados por Espíritus y, dependiendo de las
vibraciones de sus cuerpos astrales, cada plano es más refinado, cuando se
asciende la escala del progreso. A su vez, cada uno de esos planos se subdivide en
las llamadas zonas de tiempo o esferas, que habitan Espíritus que pertenecen a
ese período de tiempo.
Según la organización social de las esferas, la intensidad del crecimiento y
el aumento de la actividad, hay seis divisiones más, llamadas esferas espirituales.
Cada una se divide en seis círculos o sociedades, en las que los espíritus afines
están unidos y subsisten juntos bajo la ley de afinidad. Allí opera la Ley de
Atracción y una relación familiar se continúa, si todos los miembros buscan
iluminación bajo la misma ley cósmica. La Ley de la Naturaleza, que es la fuerza
suprema, llamada Ley Universal, ha de ser obedecida para alcanzar cualquier
esfera. Cada individuo permanece en el plano que le es afín, hasta que sujeta su
voluntad a la Ley Universal. A medida que progresa, aprende nuevas leyes, pero
éstas son, fundamentalmente las mismas, sólo que se crece más intensamente,
hasta que el Alma Espiritual se convierte en parte de la Ley misma.
Las esferas me parecieron zonas concéntricas o círculos de materia
extremadamente fina, que rodean la tierra como lazos o cintos. Cada esfera tenía
distinta separación de las demás, aparentemente regulada por leyes cósmicas
fijas. Son entidades absolutas, no proyecciones mentales sin estructurar, y tan
tangibles como los planetas del sistema solar o el plano terrestre en el que
vivimos. Tienen latitud, longitud y una atmósfera de un aire peculiarmente
vitalizado. Las corrientes eran vitalizadoras, placenteras, suaves y ondulantes. La
superficie de la zona tenía una gran variedad de paisajes, algunos de los cuales
eran muy pintorescos.
Se me dijo que cada esfera gira con la Tierra sobre un eje común, formando
el mismo ángulo con la eclíptica. Y se trasladan con ella alrededor del Sol,
aunque no dependen de él en cuanto a la luz y al calor. No reciben de él ningún
rayo perceptible. Sus emanaciones luminosas parecen venir de un sol etérico,
concéntrico con el Sol de la Tierra. Finalmente, no existe división del tiempo en
días, semanas, meses ni años, ni cambios de estación.
Es difícil de comprender dónde se encuentran estas esferas, pero hay
muchas más cosas tan difíciles de comprender. Los instrumentos astronómicos
nos han mostrado que hay 95 millones de millas hasta el Sol, pero esto,
realmente, a la mente no le dice nada, porque uno no puede concebir esa
distancia. Sabemos que la luz viaja a la velocidad de 186.000 millas por segundo,
pero nos es imposible comprender qué velocidad es ésa, pues no hay nada
tangible con que compararla.
Nuestro actual conocimiento de la electricidad, del magnetismo o, incluso,
de la gravitación, es limitado, como lo es el de todas las leyes naturales. ¿Es, por
tanto, raro que tengamos dificultades para comprender lo que sea el espacio y
cómo está poblado? Este pensamiento mío es ahora libre y puede atravesar el
espacio, pero irá con los ojos cerrados, no oirá nada y no sentirá ni tocará nada.
Pero con la muerte, todos los sentidos se aceleran y toda la vida que llena el
espacio es visible para los sentidos espirituales y tangible para el tacto espiritual y
el cerebro. Deduzco de todo ello que el espacio adoptará una forma, una sustancia
y una realidad en el mundo del pensamiento.
Lo que sigue es una partecita del cúmulo de información que se me dio,
durante ese tiempo en que tuve el privilegio de estar en compañía de muchos y en
presencia de Jesucristo.
Generalmente, en la Primera esfera es donde ha de tener lugar la restitución.
En esta esfera inferior uno ve mucho sufrimiento entre los que están aún ligados a
la tierra. Como están ocupados trabajando los errores pasados, en general, la
mayor parte de los Espíritus allí son de corazón duro. En parte, ello se debe al
hecho de que en el traslado el Alma Espiritual no pierde ni su inteligencia ni se le
añade nada a su comprensión. Y, por ejemplo, el loco pasa loco de la vida terrena.
Un Espíritu que haya pasado loco será atendido por ello en la Primera Esfera. Se
le dará el tratamiento apropiado para restaurar su mentalidad normal. La
participación en eventos como guerras o ataques terroristas son ejemplos de
aquello por lo que hemos de hacer restitución. Además, todo odio, muerte y
destrucción que producimos contra nuestros enemigos afecta a la naturaleza
inferior de nuestro yo inferior y habremos de sufrir las consecuencias de tal
conducta. Y, finalmente, a los ignorantes y viciosos, se les desarrolla y dirige el
átomo del bien que ha hallado expresión en sus vidas.
La segunda Esfera está dedicada a la instrucción. Es un período de estudio
durante el que el Espíritu adquiere conocimiento de sí mismo y de la ley natural.
La Ley de Atracción opera allí, donde un grupo de pensadores están intentando
descubrir las fuerzas ocultas de la naturaleza. Aquí es donde el Espíritu se
acondiciona para una vida más amplia y mejor. Aquí se han de liberar a sí
mismos del peso de toda maldad realizada. El objetivo es el de disolver la
oscuridad de toda maldad mientras se estuvo en el cuerpo físico, así como
cualquier deuda contraída con la humanidad. Trabajan con ojos sabios y visión
clara y, al final, quedan en paz con todos.
En esta Esfera se les enseña a los niños a vivir ideales espirituales. Muchos
están allí como consecuencia de las guerras. Los niños que mueren durante las
guerras con sus padres penetran en un período transitorio. Luego se les reunirá, en
el ambiente más apropiado, para el progreso de su familia. Otros niños están allí
porque no fueron amados en la Tierra y están experimentando el amor maternal.
En al plano físico, llamamos a esos niños “niños frustrados”. Cuando un niño
muere antes que sus padres, se le somete a un proceso de reeducación. En él, se le
permite ir con un ángel guardián, a la Tierra para vigilar el progreso de sus padres
y, cuando llega el tiempo, se reúne a la familia.
En la Tercera esfera es en la que nuestro Espíritu empieza a enseñar a los de
las esferas inferiores. Allí, los Espíritus que son ingenieros, pueden magnetizar
nuestras habitaciones en el plano físico. En este proceso, podemos oír las
frecuencias de sus vibraciones como voces. Pero no es un proceso automático,
sino que hemos de pedírselo mediante la oración.
También se encuentran allí mujeres que en la Tierra no se casaron o, si lo
hicieron, no tuvieron hijos, por una u otra razón. Esas mujeres pueden estar
cuidando niños o enseñando a otras mujeres el contenido de la maternidad.
Quizás hubieran sido grandes madres en este plano pero se les pasó la
oportunidad y su deseo las siguió hasta la otra vida.
En la Cuarta Esfera, nuestros Espíritus se ocupan de las pruebas y
tentaciones. Los habitantes de allí pueden sentir nuestros pensamientos amorosos.
Aunque para la gente no siempre es posible verlos, ellos nos visitan y, a veces,
nos dejan sus señales.
En la Quinta Esfera nuestros Espíritus empiezan a trabajar con las verdades
espirituales. Allí se perciben el error y la falsedad. A esta esfera puede ir a parar
uno que ha fallado en el momento crucial, anulando todo lo que podría haber
hecho. Somos custodios de mucho conocimiento. Mediante nuestras
investigaciones, aprendemos muchas cosas. Si, por nuestra posición pudimos
haber hecho mucho bien pero fallamos, eso es un tropiezo y, hemos de hacernos
más fuertes en cualquier asunto antes de poder seguir progresando. Es interesante
notar que allí no hay adelanto posible en la vida post mortem para los que,
habiendo sido líderes espirituales, no ha buscado y encontrado a todos los que
siguieron sus enseñanzas y los ha conducido al camino de la verdad. Además, ha
de quedarse allí y esperar hasta la llegada de los que aún están en la Tierra para
corregir su error lo más pronto posible. El promulgar enseñanzas desconocidas o
impracticables mientras se está en esta Tierra es un asunto serio. Viola la ley
cósmica y crea, por tanto, una deuda kármica con la Humanidad.