LA RESPONSABILIDAD DEL CONOCIMIENTO
En los tiempos primitivos cuando empezábamos nuestras vidas como seres humanos
teníamos poquísima experiencia y por consiguiente nuestra responsabilidad era mínima
también. La responsabilidad depende de lo que uno sabe. Los animales no son responsables
según la ley de Consecuencia desde el punto de vista moral, aunque, naturalmente, si un
animal salta por una ventana, caerá bajo la ley de Consecuencia física, así como cuando cae
en un barranco o en un accidente del terreno, puede romperse un miembro o sufrir alguna otra
herida. Pero si un hombre hiciese lo mismo, caería bajo la ley de la responsabilidad moral y
además bajo la ley de causa y efecto. El hombre tiene esta doble responsabilidad porque sabe
lo que debe hacer y no tiene derecho a causar perjuicio al instrumento que se le ha dado. Así,
pues, vemos que somos moralmente responsables según nuestros conocimientos.
Como hemos tenido ya la experiencia de muchas vidas, nos hemos apropiado cada vez más
facultades, y nacemos siempre con los talentos acumulados que son los resultados de la
experiencia de todas las vidas anteriores. Somos, por consiguiente, responsables del modo
como los usemos. Es necesario que pongamos estos talentos en práctica porque de otro modo
se atrofiarían lo mismo como ocurriría con una mano que no la empleáramos para nada. Igual
que aquella mano, también nuestras facultades espirituales se atrofiarían si no sacamos
provecho de ellas y aumentamos nuestro caudal. No puede haber paradas ni descansos en este
sendero de la evolución por el cual caminamos; tenemos que ir hacia adelante o de otro modo
degeneraremos.
Hay evidentemente mucha responsabilidad para el que sabe, y cuanto más sabemos tanto
mayor es nuestra responsabilidad; esto está muy claro. Pero mirándolo desde el punto de vista
aun más profundo de la ciencia oculta, hay una responsabilidad para el que sabe, que la
humanidad en general no apercibe, y es esta fase especial de responsabilidad de la que
deseamos tratar aquí.
Mabel Collins asegura que la historia relatada en su libro "La flor y la fruta, o la historia de
Fleta, un Mago Negro", es una historia auténtica. Ella dice que el asunto de su historia llegó a
sus manos desde un país muy remoto y de una manera muy extraña; y desde el punto de vista
de aquel que sabe, hay en ella algunas de las más profundas verdades respecto a la manera de
obtener conocimiento y su empleo. Se describe en tal historia cómo Fleta, al principio de sus
encarnaciones y todavía en estado salvaje, asesinó a su novio, y que, por la crueldad
demostrada en este acto, obtuvo cierto poder. Este poder, naturalmente, en consonancia con
el delito, era característico de la magia negra. Por esta razón, en la vida de la cual trata esta
historia, ella poseía el poder de un mago negro, y para aumentarlo más aún, obligó a su novio
a matar a una entidad. De este modo infernal ella empleaba su conocimiento.
Hay en esto una profunda verdad: Todo Saber no saturado de vida es vacío, sin finalidad e
inútil. La vida que da poder al que sabe, puede ser obtenida de distintas maneras, y puede ser
aprovechada también de varios modos. Una vez obtenida, puede ser encerrada en un
talismán, y entonces ser usada por otros para buenos o malos fines, según el carácter del que
lo usa. Si se encierra dentro de la persona que desarrolla el poder ella misma, entonces será
usada según el carácter de esta persona. Según este mismo principio podemos acumular
electricidad en una batería, para que pueda ser sacada de la estación eléctrica y empleada para
muchos fines por otros ajenos a aquel que la acumuló. Así mismo, el poder dinámico
obtenido por el sacrificio de la vida para el fin de ganar poderes ocultos, puede ser usado de
un modo o de otro si se encuentra acumulado en un talismán.
Esta particularidad la vemos muy bien ilustrada en la leyenda de Parsifal. Allí, la sangre
purificadora del Salvador, ofrecida en noble sacrificio de si mismo -no tomada de otro- fue
recibida en un recipiente, que por esto se convirtió en un talismán, y que estaba dotado de un
poder espiritual y capacitado para comunicarlo a todos los que le miraban, a condición de ser
puros, castos e inofensivos. También tenemos el símbolo de la lanza, que había causado la
herida de la cual manó la sangre. Ella estaba manchada por la sangre purificadora, y se
convirtió así en un talismán que podía emplearse de distintos modos. Durante el reinado de
Titurel el misterio del Grial era poderoso; pero cuando el Grial fue entregado a su hijo
Amfortas, éste salió armado con la santa lanza para matar a Klingsor. Entonces cesó de ser
inofensivo, porque quiso pervertir a este gran poder espiritual usándolo para matar a un
enemigo. A pesar de tratarse de un enemigo del bien, no era justo emplear este poder para tal
fin, y por esta razón el poder se volvió contra él. Él había cesado de ser casto, puro e
inofensivo, y entonces el poder le infirió la herida que nunca podía curarse. Así mismo
sucede en otros casos.
Leemos de David, el sangriento guerrero, a quien el Señor le prohibió construir el Templo.
Aunque aquel Señor fuese un dios de la guerra, habiendo tenido que castigar a varias
naciones para hacerlas entrar de nuevo en el recto camino, Él no podía usar el instrumento
manchado de la sangre de Sus guerras para construir un templo. Esto tuvo que dejarse para el
hijo de David, Salomón, el hombre de paz. Se nos dice que Salomón deseó sabiduría, mucho
conocimiento, no para vencer a sus enemigos, no para ensanchar su territorio y hacer de sus
súbditos una gran nación, sino para reinar mejor sobre el pueblo que había sido confiado a
sus cuidados; y recibió la sabiduría en abundancia.
Vemos también que Parsifal, la antítesis de Amfortas, era hijo de un guerrero, un hombre
sangriento, ya muerto. Por su madre Herzleide, que significa "corazón afligido'', el niño
póstumo Parsifal, vino al mundo. En los primeros años él usó el arco, pero en cierto momento
lo rompió, se hizo casto, puro e inofensivo, y por el poder de estas cualidades estuvo firme el
día de la tentación y arrebató la lanza de Klingsor que la retenía desde el día en que Amfortas
la hubo perdido.
En sus correrías, desde el día en que recibió la lanza hasta el momento de su regreso al
Castillo del Grial, Parsifal tuvo que afrontar muchas tentaciones, dolores, vicisitudes y
tribulaciones. Muchas veces, estando en peligro, se dio cuenta de que podía ponerse en salvo
empleando la sagrada lanza, si la hubiera empuñado contra sus enemigos. Pero él sabía que la
lanza se debía usar no para herir sino para curar; él comprendió lo sagrado del poder que la
sangre del sacrificio había conferido al talismán, y que éste debe emplearse solamente para
los fines más elevados.
Así, pues, vemos siempre que los que entran en posesión de un poder espiritual no lo
emplean nunca para fines egoístas. Suceda lo que suceda, ellos están firmes en este punto.
Por duro que sea el ataque que sufran, nunca, ni por un momento, se sienten inclinados a
prostituir su poder por ganancias personales. Aunque alguien que tenga este poder, pueda, si
quiere, dar de comer a cinco mil que tengan hambre estando alejados de todo medio de
alimentación, no tomará siquiera una pequeña piedra para transformarla en pan para aliviar su
propia hambre. Aunque esté delante de sus enemigos y les cure, como Cristo curó la oreja del
soldado romano, él se negará a usar su poder espiritual para restañar la sangre que fluye de su
propio costado. Siempre se ha dicho de semejantes seres que "han salvado a otros, pero que
no se han salvado a sí mismos". Hubieran, por cierto, podido hacerlo, porque el poder es
grande. Pero de usar de este modo su poder lo habrían perdido, porque no tenían derecho a
prostituirlo.
Después hay otra clase de misterio muy distinta de la del Grial. Por ejemplo, la cabeza de San
Juan Bautista fue colocada en una bandeja después de su ejecución, y algunos atrajeron cierto
poder por la contemplación de este espectáculo. El mito griego nos habla de Argos que tenía
tantos ojos que veía por todos los lados a la vez -era un clarividente-. Pero empleó este poder
para un propósito ilícito; y Mercurio, el dios de la sabiduría, le cortó la cabeza, privándole de
su poder. Siempre que alguien trata de usar la sabiduría y él poder espiritual ilícitamente, los
perderá infaliblemente, porque no pueden permanecer en su posesión.
Hasta considerando el saber desde un punto de vista científico, nos tenemos que dar cuenta
de que significa un desgaste de la vida, porque la formación de cada pensamiento destruye
tejidos en nuestro cerebro, el cual está compuesto de pequeñas células.
Cada célula tiene su vida propia individual, y esta vida es destrozada por la actividad del
pensamiento, o mejor dicho, la forma es destruida, de modo que la vida no puede seguir
manifestándose en ella. Siempre existe destrucción de la vida en cualquiera dirección que
seguimos en busca del conocimiento. Algunos hay que destruyen la vida en experimentos
científicos por pura curiosidad. Otros lo hacen hasta con crueldad como en la vivisección, y
en este caso, cuando la búsqueda del conocimiento se persigue solamente por motivos de
curiosidad, existe una deuda terrible para algún día futuro, porque el equilibrio debe
restablecerse sin duda ni remisión alguna.
Así vemos que ocurre en el caso de Fleta, en el que el sacrificio de una vida en cierto
momento en el mundo físico fue seguido de otro sacrificio en otro mundo; pero por su
mediación ella ganó un poder que la llevó hasta la misma puerta del templo, donde ella llamó
en demanda de la Iniciación. Sus motivos, sin embargo, como los de Klingsor, no eran puros.
Ella no era casta, no estaba preparada para tener el poder espiritual de un modo completo, ni
para ser considerada como un auxiliar de la humanidad; por esta razón fue rechazada de la
puerta del templo y sufrió la muerte del mago negro. Hay un velo delante de su muerte y no
se nos dice lo que hay detrás de él. Quizá conviene más que estas cosas no se publiquen. Pero
esto no disminuye el valor de la lección de que no podemos destruir vidas ni acumular saber
de una manera ilícita sin incurrir por ello en una terrible responsabilidad. La única razón que
es satisfactoria y propia de la búsqueda del saber, es que de tal modo podremos servir a la
raza humana de un modo más eficaz.
Actualmente el sacrificio de la vida para obtener conocimientos es inevitable, no podemos
remediarlo. Pero deberíamos buscar estos conocimientos por los mejores y más puros
móviles, porque son infinitas las vidas que destruimos por esta razón. El oculista que ve la
vida a punto de nacer, la vida elemental que está buscando un cuerpo para manifestarse, y que
se ve despojada de sus formas por el proceso de obtener conocimientos, se extraña algunas
veces de la enorme pérdida de vida sacrificada por esta razón y no con buenos propósitos. Por
lo tanto, repetimos que nadie tiene derecho a buscar conocimientos si no es por los más puros
móviles.
Si, por otro lado, cumplimos con nuestros deberes, si tratamos de hacer todas las cosas que
llegan a nuestras manos, bien y complemente, y si tenemos aspiraciones espirituales sin
forzar nuestro crecimiento espiritual, entonces estaremos bastante bien preparados para
obtener poderes más elevados. Es una de las características más notables de los ejercicios
rosacruces el de que ellos no solamente nos dan crecimiento espiritual, sino que también nos
preparan para poseer ese conocimiento. Tenemos que aprender a andar por el sendero del
deber, a vivir la buena vida. No debemos pensar en una vida larga. Hay muchos, como dice
Tomás Kempis, que tienen anhelos de una larga vida, pero nosotros no debemos
preocuparnos por esto. Es mejor que tratemos de hacer cada día nuestro deber; entonces
estaremos seguramente preparados para obtener mayor saber y más elevados poderes.
En cualquier esfera que nos movamos, siempre hay un sitio donde podremos sacar provecho
de nuestro saber, no en forma de pronunciar sermones, ni tampoco hablando a las gentes todo
el día de la mañana a la noche de las cosas que sabemos para que ellos admiren nuestros
conocimientos, sino para vivir entre ellos la vida espiritual y para ser para ellos ejemplos
vivientes de nuestras enseñanzas. Todos tenemos esta oportunidad y no es preciso buscarle
lejos, esta en derredor nuestro; a nuestro alcance.
Tomás Kempis ha expresado esto de un modo como sólo un místico puede hacerlo; ha
envuelto la idea en aquellas hermosas palabras que ganaremos mucho con leerlas en su
"Imitación de Cristo". Dice así:
"Todo hombre tiene el deseo natural de saber, pero, ¿qué valen conocimientos sin el temor de
Dios? Seguramente un humilde labrador que Sirve a Dios es mejor que un orgulloso filósofo
que estudia el movimiento celeste y no se ocupa de sí mismo... Cuanto más sepas, tanto más
severo será tu juicio, a menos que tu vida sea también lo más santa. Por esta razón no seas
engreído, sino más bien ten temor del saber que has recibido. Si estimas que sabes mucho,
acuérdate que hay muchas cosas que ignoras. No sabes cuánto tiempo podrás prosperar
haciendo el bien!"
Por este motivo conviene recordar que no debemos buscar conocimientos sencillamente para
tenerlos, sino solamente como un medio para vivir una vida más pura, porque esto es lo único
que lo justifica.
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