La Inmaculada Concepción
La Inmaculada Concepción es el sagrado Rito mediante el cual el fuego que
arde en la personalidad humana se transmuta en la luz del puro espíritu. Durante el
proceso de transmutación, el rojo fuego de Marte, la fuerza de deseos generada por
los Luciferes, es reemplazada por la dorada fuerza de Sol, la pura fuerza del amor de
Cristo. Ésta es la transformación más importante que ha de tener lugar en toda la raza
humana durante la próxima Edad.
En épocas lejanas de la humana evolución, se desarrollaron ciertos centros en
las corrientes del cuerpo de deseos del hombre. Estos centros se encuentran en gran
parte latentes en la mayoría de la gente, ya que sólo pueden despertar mediante el
desarrollo espiritual. Y sólo han adquirido su total esplendor en aquéllos que han
recibido los Grandes Grados de Iniciación. Sin embargo doce de esos centros están
latentes en el cuerpo de todo individuo. Cuando se despiertan y funcionan se
convierten en doce luces gloriosas.
Los centros están situados en distintas partes del vehículo físico: Dos se
encuentran en los pies; dos en las rodillas; uno, en la base de la espina dorsal; tres en
el plexo solar, en el corazón y en la garganta; y dos en el cráneo (1). En las Escuelas
de Misterios orientales a estos centros se los denomina "flores de loto"; los místicos
cristianos las describen como "las rosas que florecen en la cruz del cuerpo". No
alcanzan su total luminosidad hasta después de lograda la Primera de las Grandes
Iniciaciones o Iniciaciones de Cristo. Los centros por debajo del diafragma no se
activan completamente hasta que el discípulo recibe las cuatro Iniciaciones Mayores
o Crísticas. Por ello la Humanidad no está aún familiarizada con su funcionamiento
ni con los procesos implicados en su activación. Los centros situados por encima del
diafragma se van activando a medida que se van recibiendo las nueve Iniciaciones
Menores y por eso son más conocidos sus actividades y su funcionamiento. Hay aún
otros centros que han de ser activados mediante posterior desarrollo espiritual, pero
los que aquí tratamos son los más importantes para el hombre en su actual estadio de
evolución.
Cuando el centro situado en la base de la espina dorsal comienza a moverse, su
color rojo oscuro se va haciendo cada vez más claro, a medida que la propia
naturaleza de uno se va purificando y espiritualizando, hasta convertirse en una
radiación pura, teñida de naranja dorado. Las fuerzas de este centro colaboran en los
procesos de transmutación y purificación que tienen lugar en todo el cuerpo.
Con la animación del centro situado en el plexo solar, se desarrolla una gran
reverencia hacia el cuerpo físico, como templo apropiado para el espíritu interno.
Cuando esta comprobación tiene lugar, todas las actividades del vehículo físico se
mezclan y armonizan con los principios superiores. Las radiaciones de este centro
son de un vívido verde, el color de la naturaleza naciente, y sirven para estimular
todos los procesos vitales.
La rosa sólo puede florecer en el corazón cuando la compasión se ha
desarrollado hasta el punto de incluir a todas las criaturas vivientes; ese centro no
puede convertirse en una luz trascendente hasta que su fuerza motriz sea el amor. La
flor dorada en el corazón del discípulo no puede alcanzar su total desarrollo mientras
alimente su cuerpo con la carne de sus hermanos menores o utilice su cuero, su piel o
sus plumas para gratificar su vanidad. Ha de conservarse santo y proporcionar
amoroso cuidado a las criaturas menores antes de que la rosa abra sus radiantes
pétalos. Cuando, finalmente se abre, este centro asemeja un estallido solar en
miniatura, de dorado esplendor.
La rosa del centro de la garganta, en el que reside el poder del habla, no se
desarrollará completamente hasta que, por su medio, dejen de pronunciarse palabras
desconsideradas, descorteses o destructivas. El neófito ha de hacer la suprema
dedicación de su voz al servicio de Cristo. Ha de poder decir : "Nada pido para mí y
de mí mismo doy a los demás". Una tal dedicación desarrolla los pétalos de esta rosa
que adquieren un radiante color azul suave, al que la inspiración añade tonos
plateados.
En otros escritos nos hemos referido a las dos luces en la cabeza. La glándula
pituitaria se convertirá un día en una perfecta creadora de imágenes, mientras que la
pineal, será el santuario en el que habite la voluntad, como sierva del espíritu. Ambos
centros están bañados en exquisitas sombras violeta, a las que la aspiración añade el
deslumbrante brillo del oro. En estos centros se encuentra el misterio relativo al
origen del Rosario.
Cuando los doce centros del cuerpo se hallan despiertos, el discípulo viste ya
el "dorado vestido de bodas" y se halla dispuesto para ir al encuentro del Novio y
penetrar con Él en el Festival del Matrimonio.
EL MISTERIO DE LOS CRISTOS.- Corinne Heline
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