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MAX HEINDEL: LA MISION DE CRISTO Y EL FESTIVAL DE LA HADAS
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: moriajoan  (Mensaje original) Enviado: 09/12/2009 09:07

VIDEOCampanilla

 

Siempre que nosotros nos confrontamos con unos de los misterios de la

naturaleza, el cual no somos capaces de explicarnos, simplemente añadimos un

nuevo nombre a nuestro vocabulario, el cual entonces surte el efecto de un juego

malabar o de ocultar nuestra ignorancia del asunto. Tal es la palabra “amperio”

que nosotros utilizamos para medir el volumen de la corriente eléctrica, el “voltio”

que nosotros empleamos para medir la fortaleza de la corriente y el “ohmio” que

empleamos para señalar la resistencia que un conductor dado ofrece al paso de la

corriente. De este modo, después de mucho estudio, de palabras y figuras, las

mentes maestras de la ciencia eléctrica intentan persuadirse así mismas y a las de

los demás de que ellos han sondeado el misterio de esa fuerza evasiva que juega

un papel tan importante en el trabajo del mundo actualmente. Pero cuando todo se

ha dicho y estos hombres eminentes están en talante confidencial admiten que las

lumbreras más brillantes de la ciencia eléctrica no conocen sino un poquito más

que el niño de la escuela primaria cuando acaba de empezar el estudio de pilas y

baterías.

De igual modo pasa en otras ciencias; los anatómicos no pueden distinguir

el embrión canino del humano durante un largo tiempo, y mientras el fisiólogo

habla con suficiencia acerca del metabolismo, no puede dejar de admitir que los

experimentos de laboratorio por los cuales se esfuerza en imitar nuestro proceso

digestivo, deben ser y son extensamente diferentes de las transmutaciones que se

operan en el laboratorio químico del cuerpo por el proceso de la nutrición.

Esto no lo decimos para desacreditar o menospreciarlos maravillosos

descubrimientos de la ciencia, sino para hacer patente el hecho de que hay

factores detrás de todas las manifestaciones de la naturaleza -inteligencias de

diversos grados de conciencia constructiva y destructivas, las cuales desempeñan

funciones importantes en la economía de la naturaleza- y hasta que estas

agencias sean conocidas y su trabajo estudiado, nosotros nunca podremos tener

un concepto adecuado del modo en que actúan estas fuerzas de la naturaleza,

que nosotros llamamos calor, electricidad, gravedad, acción química, etc. Para

que aquéllos que han cultivado la vista espiritual es evidente que los llamados

muertos emplean parte de su tiempo en aprender la construcción de cuerpo bajo

la guía de ciertas jerarquías espirituales. Estas jerarquías son los agentes de los

procesos metabólicos y anabólicos; son los factores invisibles de la asimilación y

es, por lo tanto, literalmente cierto que nosotros seríamos incapaces de vivir salvo

por la ayuda importante que recibimos de aquéllos que llamamos muertos.

Para abarcar o concebir la idea del modo en que estas agencias actúan y

su relación con nosotros, nos permitiremos repetir un ejemplo que hemos

empleado nuestra obra Concepto Rosacruz del Cosmos: supongamos que un

carpintero está haciendo una mesa, y un perro, el cual es un espíritu

evolucionante que pertenece a otra oleada de vida posterior, está atentamente

vigilándole. Entonces verá el proceso de cortar los tableros y verá que

gradualmente se va formando la mesa de distintos materiales y que, por último,

queda terminada. Pero aunque el perro ha estado vigilante y atento al trabajo del

hombre, no tiene un concepto claro del modo en que ha sido hecha, ni tampoco

del uso ulterior de la mesa. Supongamos aún más que el perro estuviese dotado

solamente de una limitada visión e incapaz de percibir al artesano y sus

instrumentos; entonces el perro habría visto que los tableros se movían de un

punto a otro, después quedaban unidos y acoplados de otro modo, hasta que la

forma de la mesa quedara terminada. En este caso habría visto el proceso de la

formación y el objeto terminado, pero no tendría idea del hecho de que fue

necesaria una agencia activa, un operario para transformar la madera en una

mesa. Si este animal pudiera hablar explicaría el origen de la mesa del modo en

que Topsy dijo de sí mismo: “sencillamente creciendo”.

Nuestra relación con las fuerzas de la naturaleza es semejante a la del

perro en el caso de que el operario le fuera invisible, y, por lo tanto, nosotros

somos tan capaces de explicar los misterios de la naturaleza como lo era Topsy.

Nosotros eruditamente decimos al niño que el calor del Sol evapora el agua de los

ríos y de los mares, ocasionando que este vapor ascienda a las regiones más frías

del aire donde se condensa en forma de nubes, las cuales finalmente quedan tan

saturadas de humedad que gravitan hacia la Tierra en forma de lluvia para rellenar

los mares y ríos y volver a evaporarse otra vez. Todo esto es perfectamente

simple; un bonito proceso automático, de movimiento continuo pero, ¿es solo esto

únicamente? ¿No hay en esta teoría una serie de vacíos y lagunas? Nosotros

sabemos que sí, aunque no podemos separarnos mucho de nuestro asunto para

discutirlo. Falta explicar totalmente una cosa, o sea, la acción semi-inteligente de

las sílfides que levantan las partículas finísimas de agua divididas en vapor que ha

sido preparado por las ondinas, desde la superficie del mar y las han llevado tan

alto como ellas han podido antes de que tome lugar la condensación parcial y se

formen las nubes. Estas partículas de agua son conservadas por ellas hasta que

las obligan las ondinas a liberarlas. Cuando decimos que hay tormenta se libran

batallas en la superficie del mar y del aire, algunas veces con ayuda de las

salamandras, para encender la antorcha del relámpago del separado hidrogeno y

oxigeno, y enviar su atemorizante zigzag a través de la densa oscuridad, seguido

por el estrépito soberbio del trueno que repercute en la atmósfera, mientras que

las ondinas triunfalmente lanzan las gotas de aguas rescatadas otra vez a la Tierra

para que vuelvan a unirse con su elemento maternal.

Los pequeños gnomos son necesarios para fabricar las plantas y las flores;

su trabajo consiste en darnos las tintas con los matices innumerables de color que

deleitan nuestros ojos. También cortan los cristales de todos los minerales y

forman las gemas valiosísimas que brillan y cuelgan de las diademas de joyería.

Sin ellos no habría hierro para nuestra maquinaria, ni tampoco oro para pagar su

precio. Estos seres están en todas partes y la proverbial abeja no es tan laboriosa

ni tan diligente. No obstante, a la abeja se le conoce el crédito por el trabajo que

hace, mientras que los diminutos espíritu de la naturaleza que juegan una parte

tan inmensamente mayor en el trabajo del mundo, son ignorados salvo para unos

cuantos “soñadores y locos”.

En el solsticio de verano las actividades físicas de la naturaleza están en su

apogeo; por lo tanto, en las noches de la mitad del verano se celebran los grandes

festivales de las hadas que han trabajado para construir el universo material,

nutriendo el ganado, cultivando el grano, y en tales momentos están saludando

con alegría y alborozo y dando las gracias a la oleada de fuerza que es su

instrumento para moldear las flores en la asombrosa variedad de matices

delicado, requeridos por sus arquetipos y dándoles las tintas de colores infinitos

que son el deleite del artista y del desespero al mismo tiempo.

En la noche más grande de la alegre estación del verano, estos espíritus de

la naturaleza se congregan y saltan de los pantanos y de la floresta, de las

cañadas y de los valles al festival de las hadas. Realmente estos seres cuecen y

elaboran sus alimentos etéricos y después del banquete danzan en éxtasis de

alegría -la alegría de haber puesto su trabajo y haber desempeñado su importante

papel en la economía de la naturaleza.

Es un axioma científico en que la naturaleza no tolera nada que no sea útil;

los parásitos y los zánganos son una abominación; el órgano que se ha hecho

superfluo se atrofia y de igual modo pasa con la pierna o el ojo que no se usa. La

naturaleza tiene un trabajo que hacer y requiere la cooperación de todo lo que

quiera justificar su existencia y continuar formando parte de ella. Esto se aplica a

la hierba y al planeta, al hombre y a la bestia y también a las hadas. Estos seres

tienen su trabajo que hacer; son huestes activas, y sus actividades son la solución

de muchos misterios de la naturaleza, como ya hemos explicado.

Ahora nos encontramos en el otro polo del ciclo anual, cuando los días son

cortos y las noches largas. Hablando físicamente, las tinieblas gravitan sobre el

hemisferio septentrional, pero la oleada de vida y luz espiritual que será la base

del desarrollo y progreso del nuevo año, se halla ahora en su máximo poder y

altura. En la noche de Navidad, en el solsticio de invierno, cuando el signo

celestial de la Virgen Inmaculada está en el horizonte oriental a la medianoche, el

Sol, del nuevo año nace para salvar a la humanidad del frío y del hambre que

seguirían si se suprimiera o contuviera la manifestación de esta luz. En el

momento en que nace el Espíritu de Cristo en la Tierra y comienza a fermentar y

fecundar los millones de semillas que las hadas fabrican y riegan para que los

hombres y animales puedan tener alimento físico. Pero el “hombre no vive de pan

solamente”. Importante como es el trabajo de las hadas queda pálido por su

insignificancia cuando se le compara con la misión de Cristo, que nos brinda cada

año el alimento espiritual necesario para avanzar en el sendero del progreso, para

que podamos alcanzar la perfección en el amor, con todo lo que ello implica.

Es el advenimiento de este amor y luz de maravilla que nosotros

simbolizamos por las lámparas encendidas en el altar y el tañido de las campanas

por Navidad que cada año nos anuncia las alegres nuevas del nacimiento del

Salvador, pues para el sentido espiritual, la luz y el sonido son inseparables, la luz

es coloreada y el sonido está modificado con arreglo a su nota vibratoria. La luz de

Navidad que brilla en la Tierra es áurea, induciendo los sentimientos de altruismo,

alegría y paz, los cuales ni aún la gran guerra puede anular completamente.

La guerra ha pasado y como quiera que los hombres siempre dan más valor

a las cosas cuando las han perdido, es de esperar que toda la humanidad se unirá

ésta Navidad de todo corazón para el canto de los cantos: “Paz en la Tierra y

buena voluntad entre los hombres”.

 

Max Heindel – Interpretación Mística de Navidad

 

 
 


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: moriajoan Enviado: 09/12/2009 13:45

VIDEOCampanilla

 

THE MISSION OF CHRIST AND THE FESTIVAL OF THE FAIRIES

 

   Whenever we are confronted by one of nature's mysteries which we are at a loss to explain,

we simply add a new name to our vocabulary which we then use in learned juggling to hide our

ignorance of the subject. Such are the ampere which we use to measure the volume of the electric

 current, the volt which we say indicates the strength of the current, and the ohm which we use

 to show what resistance a given conductor offers to the passage of the current. Thus by much

study of words and figures, the master minds of the electrical science attempt to persuade themselves

and others that they have fathomed the mysteries of the elusive force which plays such an important

part in the world's work; but when all is said and they are in a confidential mood, they admit that

the brightest lights of electrical science know but very little more than the schoolboy who is

 just beginning to experiment with his cells and batteries.

   Similarly in the other sciences, anatomists cannot distinguish the canine from the human

embryo for a long time, and while the physiologist talks learnedly about metabolism, he cannot

 escape the admission that the laboratory tests whereby he endeavors to imitate our digestive

 processes must be and are widely different from the transmutations undergone in the chemical

laboratory of the body by the nourishment we take. This is not said to disparage or belittle

he wonderful achievements of science but to emphasize the fact that there are factors behind

all manifestations of nature--intelligences of varying degrees of consciousness, builders and

 destroyers, who perform important parts in the economy of nature--and until these agencies

 are recognized and their work studied, we can never have an adequate conception of the

way the nature forces work, which we call heat, electricity, gravity, chemical action, etc. To

those who have cultivated the spiritual sight, it is evident that the so-called dead spend part

of their time in learning to build bodies under the guidance of certain spiritual hierarchies.

They are the agents in the metabolic and anabolic processes; they are the unseen factors

in assimilation, and it is therefore literally true that we should be unable to live save

for the important aid from those we call dead.

   To grasp the idea of how these agencies work and their relation to us, we may recall an

 illustration used in the COSMO: Suppose that a mechanic is at work making a table, and

 a dog, which is an evolving spirit belonging to another life wave, sits watching him. It then

sees the process of cutting the boards; gradually the table is formed from the material,

 and at last it is finished. But though the dog has watched the man work, it has no clear

conception of how this has been done nor of the ultimate use of the table. Suppose further

 that the dog were gifted with only a limited vision, hence unable to perceive the workman

and his tools; then it would have seen the boards gradually falling apart in certain places,

then joined and assembled in another manner until the table took shape and was finished.

It would see the process of formation and the finished product but would have no conception

of the fact that the active agency of a workman was necessary to transform the lumber to a

table. If it could speak, it might explain the origin of the table as Topsy did her

own by saying that it "just growed."

   Our relation to the nature forces is similar to? that of the dog to the invisible workman,

and we also are apt to explain nature's mysteries as Topsy did. We learnedly tell the child

how heat from the sun evaporates the water of the rivers and oceans, causing it to ascend

 to the cooler regions of the air where it condenses to clouds which finally become so

saturated with moisture that they gravitate towards the earth as rain to replenish the

rivers and oceans and be again evaporated. It is all perfectly simple, a nice automatic

perpetual motion process. But is that all? Are there not a number of holes in this theory?

We know that there are, though we can not digress too far from our subject to discuss them.

One thing is lacking to fully explain it, namely, the semi-intelligent action of the sylphs who

lift the finely divided vaporized particles of water prepared by the undines, from the surface

of the sea and carry them as high as they may before partial condensation takes place and

clouds are formed. These particles of water they keep until forced by the undines to release

 them. When we say it storms, battles are being fought on the surface of the sea and in the

 air, sometimes with the aid of salamanders to light the lightning torch of separated

 hydrogen and oxygen and send its awe-inspiring shaft crashing zigzag through the

inky darkness, followed by ponderous peals of thunder that reverberate in the clearing

 atmosphere, while the undines triumphantly hurl the rescued raindrops to earth that

they may be again restored to union with their mother element.

   The little gnomes are needed to build the plants and the flowers. It is their work to

tint them with the innumerable shades of color which delight our eyes. They also cut the

crystals in all the minerals and make the priceless gems that gleam from golden diadems.

 Without them there would be no iron for our machinery nor gold wherewith to pay for it.

They are everywhere and the proverbial bee is not busier. To the bee, however, is given

credit for the work it does, while the little nature spirits that play such an immensely

important part in the world's work are unknown save to a few so-called dreamers or fools.

   At the summer solstice the physical activities of nature are at this apex or zenith,

therefore "Midsummer Night" is the great festival of the fairies who have wrought to

build the material universe, nourished the cattle, nurtured the grain, and are hailing with

joy and thanksgiving the crest wave of force which is their tool in shaping the flowers

 into the astonishing variety of delicate shapes called for by their archetypes and

tinting them in unnumbered hues which are the artist's delight and despair.

   On this greatest of all nights of the glad summer season they flock from fen and forest,

from glen and dale, to the Festival of the Fairies. They really bake and brew their etheric

foods and afterwards dance in ecstasies of joy--the joy of having brought forth and

served their important purpose in the economy of nature.

   It is an axiom of science that nature tolerates nothing that is useless; parasites and

drones are an abomination; the organ that has become superfluous atrophies, so

 does the limb or eye that is no longer used. Nature has work to do and requires work

of all who would justify their existence and continue as part of her. This applies to plan

 and planet, man and beast, and to the fairies as well. They have their work to do; they

are busy folk and their activities are the solution to many of nature's

multifarious mysteries, as already explained.

   We are now at the other pole of the yearly cycle, where the days are short and the nights

long; physically speaking, darkness hangs over the Northern Hemisphere, but the wave

 of spiritual light and life which will be the basis of next year's growth and progress is now

at its greatest height and power. On Christmas night at the winter solstice when the celestial

sign of the Immaculate Virgin stands upon the eastern horizon at midnight, the sun of the new

year is born to save humanity from the cold and the famine which would ensue were its

beneficent light withheld. At that time the Christ Spirit is born into the earth and commences

 to leaven and fertilize the millions of seeds which the fairies build and water that we may

 have physical food. But "man shall not live by bread along." Important as is the work of

 the fairies, it fades into insignificance compared with the mission of Christ, who brings

to us each year the spiritual food needed to advance us upon the path of progress,

that we may attain perfection in love with all which that implies.

   It is the advent of this wonderful love light that we symbolize by the lighted lamps

on the altar and the ringing of the Christmas bells which each year announce the glad

 tidings of the Savior's birth, for to the spiritual sense, light and sound are inseparable;

 the light is colored and the sound is modified according to vibratory pitch. The Christmas

 light that shines on earth is golden, inducing the feelings of altruism, joy, and peace which

not even the great war could entirely obliterate.

   The war is past, and as we always value that most which we have missed, it is to be

hoped that all mankind will unite this Christmas in the songs of songs

"On Earth Peace, Good Will toward Men."

 The Mystical Interpretation
of Christmas

 


 
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