¿Qué quiso significar Cristo cuando dijo: “Todos los que vinieron antes que Yo eran
ladrones y bandidos”?
Respuesta: Leemos en la Biblia que había dos gra ndes ciudades extremamente parecidas y,
sin embargo, completamente opuestas. Una es la ciudad de Babilonia, la cuna de la
confusión, donde los hombres dejaron de considerarse como hermanos y se separaron unos
de otros.
Estaba sobre siete colinas por las que pasaba un río y estaba gobernada por un rey, Lucifer,
la “estrella del día”, el dador de luz, En el capítulo décimo cuarto de Isaías se lamenta
extraordinariamente su caída del cielo, y más tarde oímos hablar de la caída de aquella gran
ciudad, que se había convertido en una abominación, y se la llamaba la prostituta, habiendo
ocasionado guerras, perturbaciones y desolaciones en los pueblos de la tierra.
Entonces, como suprema antítesis, se nos habla de otra ciudad, llamada la Nueva Jerusalén,
que ocupa la honrada posición de novia. En esa ciudad no hay ningún río fluyente, sino un
mar de cristal. También está sobre siete colinas, y está regida por otro dador de luz a quien
se llama “la luz del mundo”, y esa es una ciudad de paz cuyas puertas nunca se cierran,
aunque dentro está el precioso. Árbol de la Vida. Esa ciudad no es una ciudad de este
mundo, sino una ciudad que ha venido de los cielos.
Para comprender esta simbología a es necesario retroceder hasta un lejano pasado, cuando
el hombre naciente no había alcanzado aún el desarrollo que ha alcanzado hoy en día.
Cuando vino primeramente a esta tierra formó su cuerpo denso en la Época Polar y lo
vitalizó mediante la interpenetración de un cuerpo vital en la Época Hiperbórea. En ese
tiempo el hombre era semejante a los ángeles, macho-hembra, una unidad creadora por sí
mismo proyectando toda su fuerza creadora: el Amor.
Más tarde se hizo necesario que el hombre desarrollara un cerebro, y con objeto de realizar
esa obra se retuvo la mitad de su fuerza creadora para construir los órganos necesarios.
Desde entonces el hombre tuvo que buscar la cooperación de otro que tuviera la otra mitad
de fuerza creadora aprovechable para la generación. Ahora ama egoístamente para obtener
la cooperación de otro en la propagación; la otra mitad de la fuerza creadora con la cual
construye su cerebro y su laringe la emplea también egoístamente para pensar, porque
desea obtener el conocimiento.
Anteriormente el hombre exteriorizaba toda su fuerza creadora sin reservas, sin egoísmos.
Después de la división de la fuerza sexual el hombre se ha hecho eventualmente egoísta y,
por consiguiente, por atracción se ha hecho presa de otros de igual naturaleza.
Los Ángeles fueron la humanidad del Período Lunar y desde entonces han alcanzado su
actual elevado desarrollo; pero como en toda gran compañía hay rezagados, así también
sucedió en el caso de los ángeles, y esa clase de seres (los rezagados) estaban detrás de los
ángeles, pero más allá que nuestra humanidad. Se encontraban en un triste estado, porque ni
podían seguir el actual desarrollo de los ángeles ni podían tampoco sumergirse tanto en la
materia como en el hombre. Eran incapaces de pasarse sin cerebro, como los ángeles, pero
al mismo tiempo no podían construirse un cerebro para ellos mismos, así que cuando la
humanidad desarrolló el cerebro y la médula espinal vieron una oportunidad en la mujer
que expresaba el polo negativo de la fuerza creadora, la imaginación, facultad que les
permite construir el cuerpo en su matriz. Y con objeto de obtener el acceso a su conciencia
esas Inteligencias se aprovecharon de una perplejidad, que entonces dominaba a la mujer,
debido al ejercicio de su facultad imaginativa.
Entonces los ojos de la humanidad no se habían abierto aún; eran seres espirituales que no
tenían la menor conciencia de su cuerpo físico. La mujer empezó a observar, si bien muy
vagamente al principio, que ella y los otros poseían ese instrumento, y que ciertas veces
algunos de sus amigos, a quienes antes percibía con ese apéndice, lo perdían, y eso la
confundía. De los Ángeles no podía obtener información alguna, pero esa Inteligencia que
se le apareció dentro de ella misma en la serpentina médula espinal la iluminó y “la
serpiente dijo a la mujer: ¿No os dijo Dios que podíais comer de todos los árboles del
Jardín?” a lo que ella contestó que se les había prohibido “comer del Árbol del
Conocimiento” bajo pena de muerte. Pero la serpiente dijo: “No moriréis ciertamente,
porque Dios sabe que el día que comáis de el vuestros ojos se abrirán y seréis como dioses,
conociendo el bien y el mal”. La mujer se aseguró la cooperación del hombre de acuerdo
con las instrucciones de Lucifer, el dador de luz y desde entonces sus ojos se abrieron y
conocieron el bien y el mal. Pero antes de ese tiempo el hombre había estado inconsciente
de su cuerpo; éste se separaba de el a veces, como la hoja que cae del árbol, sin molestarlo
ni perturbarlo, porque su conciencia estaba enfocada en el Mundo espiritual continuamente.
Pero los Espíritus Luciferes deseaban tener poder sobre él, un punto de apoyo en su cerebro
y en su médula espinal. Entonces lo incitaron a romper el yugo de los ángeles y a tomar en
sus manos la función creadora. Mediante el repetido abuso ignorante de esa facultad la
conciencia del hombre se enfocó en el Mundo Físico, retirándose de los mundos
espirituales. Entonces vino la muerte con su actual horrendo aspecto, porque el hombre
considera esta vida terrestre como la única vida real. Cuando ésta termina penetra en una
existencia de la que nada sabe y a la cual, por consiguiente, teme.
De esta manera, por haber prestado oído a Lucifer, el falso dador de luz, el hombre quedó
sujeto a la tristeza, al dolor y a la muerte. Le habían robado su inocencia y su paz. El Cristo
vino al mundo para salvar a la humanidad del pecado, de la tristeza y de la muerte. Por
consiguiente, se llamó a sí mismo la verdadera luz, y a los otros, a los que habían venido
antes, los llamó ladrones y bandidos, porque le habían robado al hombre la visión
espiritual, si bien lo habían iluminado en sentido físico.
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