Para que este anhelado fin pueda realizarse, será necesario seleccionar
otro "pueblo escogido" de los actuales linajes de reserva, como núcleo
del cual pueda surgir la nueva raza. Esta selección no se hará contra la
voluntad de los escogidos. Cada hombre debe elegir por sí mismo;
debe entrar voluntariamente en las filas.
Las razas no son sino rasgos evanescentes de la evolución. Antes de la
terminación de la Época Lemúrica, hubo un pueblo elegido diferente
de la humanidad ordinaria de aquel tiempo, que fue el antecesor de las
razas atlantes. De la quinta raza de éstas, otro "pueblo elegido" se
seleccionó, del cual descienden las razas arias, de las cuales ha habido
ya cinco y habrá dos más. Pero antes del comienzo de una nueva
Época deberá haber, sin embargo, "un nuevo cielo y una nueva tierra";
los rasgos físicos de la Tierra se cambiarán y disminuirá también su
densidad. Habrá otra raza al principio de la próxima Época, pero
después de ella desaparecerá todo pensamiento o sentimiento de raza.
La humanidad constituirá entonces una vasta fraternidad, sin tener
para nada en cuenta la menor distinción. Las razas son simplemente
gradaciones de la evolución que deben atravesarse, pues en caso
contrario no habría progreso alguno para los espíritus que en ellas se
encarnan. Pero, aunque grados necesarios, son extremadamente
peligrosos, y son , por lo tanto, causa de que los Guías de la
humanidad tengan que obrar con mucho cuidado. Ellos llaman a esas
dieciséis razas los "dieciséis senderos de destrucción", porque
mientras en las épocas precedentes los cambios sólo se efectuaban
después de enormes intervalos, era más fácil que la mayoría de las
entidades estuvieran prontas para ello; pero no sucede así con las
razas. Éstas son comparativamente fugaces y, en consecuencia, hay
que obrar con sumo cuidado, a fin de impedir que los espíritus se
adhieran demasiado a las características de raza.
Esto fue exactamente lo que sucedió con los espíritus que encarnaron
en los cuerpos de la raza Judía. Se adhirieron tan firmemente a esa
raza que siempre encarnan en la misma. "una vez Judío, siempre
Judío", es su lema. Han olvidado completamente su naturaleza
espiritual, y se glorían del hecho material de ser la "simiente de
Abraham". Por lo tanto, ni son "carne ni pescado". No han tomado
parte alguna en el desarrollo de la raza aria y, sin embargo, están más
allá de los remanentes de los pueblos atlante y lemúrico que aún
tenemos entre nosotros. Se han convertido en un pueblo sin patria, una
anomalía en la humanidad.
Debido a su limitación a esa idea de raza, el Guía de su tiempo se vio
obligado a a abandonares y se "perdieron". Con objeto de que
pudieran cesar de considerarse a sí mismos como separados de otros
pueblos, los Guías dirigieron contra ellos a otras naciones en diversas
ocasiones y fueron llevados como cautivos y arrancados del país
donde se habían asentado, pero en vano. Se negaron abiertamente a
amalgamarse con los otros. Una y otra vez volvían como un solo
hombre a sus áridas tierras. Profetas de su propia raza surgieron y les
predicaron por amor y predijeron el desastre, pero sin resultado.
Como esfuerzo final, para persuadirlos de que debían echar a un lado
la adherencia a la raza, hemos visto la anomalía de que el Guía de la
raza siguiente, el Gran Instructor Cristo, apareció entre los Judíos.
Esto muestra además la compasión y la sabiduría de los Grandes Seres
que guían la evolución. Entre todas las razas de la Tierra no había
ninguna otra "perdida" en el mismo sentido que los judíos; ninguna
otra necesitaba tanta ayuda. El haberles enviado a un extranjero, uno
que no fuera de su propia raza, hubiera sido manifiestamente inútil.
Anticipadamente se sabía que lo hubieran rechazado. Así como el
gran espíritu conocido por el nombre de Booker T. Washington
encarnó entre los negros y éstos le recibieron como uno de los suyos,
habitándolo así para iluminarlos en manera tal que ningún blanco
pudiera haberlo hecho, así también los Grandes Guías esperaban que
la aparición de Jesús, como uno de los suyos, pudiera hacerlos aceptar
sus enseñanzas y salir así de su adhesión a los cuerpos de su raza. Pero
es muy triste ver cómo prevalecen los prejuicios humanos. "El vino
entre Su propia sangre", y ellos eligieron a Barrabás. No glorificó a
Abraham ni a ninguna otra de sus antiguas tradiciones. El habló de
"otro mundo", de una nueva Tierra de Amor y Olvido, y repudió la
doctrina de "ojo por ojo". No les incitó a armarse contra el Cesar; si lo
hubiera hecho, hubiera sido vitoreado como un libertador. Aun en ese
respecto, fue mal comprendido hasta por sus discípulos, quienes
lamentaron tanto su perdida esperanza de un reino terrestre, como
lloraban a su Amigo muerto a manos de los romanos.
El rechazo de Cristo por los judíos fue la prueba suprema de su
adherencia a la raza. Desde entonces, todos los esfuerzos para
salvarlos como conjunto dándoles profetas especiales e instructores, se
abandonaron, y como se probó la futilidad de aislarlos en bloque,
como último expediente se les mezcló con todas las naciones de la
tierra. A pesar de todo, no obstante, la extrema tenacidad de este
pueblo ha prevalecido hasta nuestros días y la mayoría continúan
siendo ortodoxos. En América, sin embargo, está perdiéndose
ligeramente. Las generaciones más jóvenes están comenzando a
casarse fuera de la raza. A su tiempo se irá proveyendo un número de
cuerpos siempre crecientes con cada vez menos características de raza
para los espíritus judíos que se encarnen. Y de esta manera se
salvarán, a pesar de ellos mismos. Se "perdieron" casándose con razas
inferiores, y serán salvados amalgamándose con las más avanzadas.
Como las actuales razas arias son seres humanos más racionales,
capaces de aprovecharse de la experiencia del pasado, el medio más
lógico de ayudarlas es decirles los estados de crecimiento pasados y el
destino que cayó sobre los desobedientes judíos. Esos rebeldes tienen
un recuero escrito de como los trataron sus Guías. En el se dice cómo
fueron elegidos, rebelados, castigados; pero aún están llenos de
esperanzas de una última redención. Esos escritos pueden ser
aprovechables por nosotros para aprender cómo no debemos obrar. No
tiene importancia el que, en el transcurso de las edades, se hayan
mutilado, y que los judíos de hoy tengan la ilusión de ser un "pueblo
elegido"; la lección que podemos tomar de sus experiencias no es por
eso menos estimable. Podemos aprender como un "pueblo elegido"
puede desobedecer a su Guía, frustrar sus planes y limitarse a una raza
durante edades. Su experiencia debe ser una buena recomendación
para cualquier futuro "pueblo elegido". Y esto lo dice San Pablo en
términos inequívocos. (Heb. II:3-4). "Porque si la palabra de los
ángeles era firme y cada transgresión y desobediencia recibía una justa
recompensa, ¿ cómo escaparemos a ella si descuidamos tan gran
salvación?" Y San Pablo estaba hablando a los cristianos, pues los
Hebreos a quienes escribió esto, eran "conversos" y habían aceptado a
Cristo; eran gente de la que él, San Pablo, esperaba que en alguna vida
futura, hubiera podido contarse entre el nuevo "pueblo elegido", que
voluntariamente siguiera a su Guía y desarrollara la facultad de la
percepción espiritual y el Amor, la intuición, que sucederá a la propia
investigación y a la razón.
Las enseñanzas cristianas del Nuevo Testamento pertenecen
particularmente a las razas adelantadas del mundo occidental. Está
implantándose especialmente entre el pueblo de los Estados Unidos,
porque como el objeto de la nueva raza de la Sexta Época, será la
unificación de todas las razas, los Estados Unidos (Nota del traductor: