No se necesita, ni nadie os pide que fundéis hospitales, que levantéis templos, que hagáis grandes monumentos o edificaciones grandiosas para recoger a todos los abandonados, enfermos y leprosos del mundo. No se os piden sacrificios de este orden, porque bien sabemos y sabe mejor la Ley Divina que, en nuestra Fraternidad Cristiana, no hay grandes fortunas que se requieren para obras de esa naturaleza.
No hay más que amor en los corazones.
Es verdad que "el amor salva todos los abismos", como decían las antiguas escuelas de filosofía divina, los Kobdas de la prehistoria y lo repitieron los esenios del tiempo de Cristo.
Pues bien, con el tesoro inefable del amor que el Cristo ha irradiado y sembrado en todos vuestros corazones, cada uno podrá prometer al Divino Maestro salvar las almas que os han sido dadas como familiares o amigos.
Cada alma trae a la vida material una porción de almas para salvar, que le están encomendadas. Si son padres de familia podrán pensar que en esa porción de humanidad están sus hijos, sus servidumbres. Cualquier condición humana, cualquier condición social en la vida puede tener alrededor una porción más o menos grande de seres para salvar, para iluminarlos con la verdad divina.
Esto no significa que los miembros de Fraternidad Cristiana hayan de salir a predicar por las plazas o teatros y a dar conferencias y discursos polémicos.
Nuestra Fraternidad Cristiana trae como programa la vida silenciosa y retirada para trabajar mediante la oración, con el pensamiento, que es la gran fuerza que Dios ha puesto en el alma humana, fuerza destinada para los servidores de Dios, y en cambio muy usada por los que lucran con esa fuerza magnífica del pensamiento para dominar a las multitudes en provecho propio.
Tristes de aquéllos. En vez de ser los servidores de Dios los que usan de ese don divino del pensamiento para llevar a las almas a la luz, a la paz, a la verdad y al amor. Son los inconscientes, los espíritus tenebrosos quienes usan de esas fuerzas para arrastrar almas sobre los caminos del mal.
Tal es la misión de Fraternidad Cristiana. Con la fuerza poderosa del pensamiento, mover las almas y despertarlas hacia el Cristo y hacia su divina enseñanza.
Tal es el trabajo que realiza en toda la humanidad de raíz cristiana Arpas Eternas, corriendo silenciosamente de unos a otros. Porque sin propaganda de ninguna especie, nuestro libro se ha extendido llevando la imagen del Cristo magníficamente grabada para que toda la humanidad le conozca por fin, tal cual vivió su vida. Hasta ahora se conocía un Cristo diferente de la realidad. Vosotros mismos lo comprobáis.
Cuántas veces escuchamos desde el mundo espiritual, en nuestras andanzas por los hogares cristianos... cuántas veces escuchamos decir, a algunos con el corazón y a otros con la palabra: éste es el Cristo que deseábamos conocer por fin.
Ya le tenéis, porque el amor de los hermanos desencarnados —amigos vuestros— ha conseguido vaciar sobre el mundo esta querida imagen del Cristo que todos hemos amado y llevamos grabada a fuego en el corazón.
Ya que le tenéis, escuchad atentamente la voz que os dirá en vuestras meditaciones solitarias, como me dijo a mí: "Levántate y anda que ya es la hora". Ya es la hora de salvar almas y despertar las conciencias dormidas para hacerlas llegar al Cristo de la paz y del amor que vosotros no conocíais.
Cuántas y cuántas almas están anhelando conocer lo que vosotros ya hace rato tenéis entre las manos.
Cuántos trabajos hermosos no podéis realizar con vuestro pensamiento desde vuestras alcobas solitarias, cuando a los pies del Divino Maestro escucháis su palabra e irradiáis vuestro pensamiento por todas las almas que le están buscando y no le encuentran.
Acordaos de las palabras de vuestro hermano Juan y cuando meditéis en estas siete virtudes (Cumbres y Llanuras) de la vida perfecta, pensad en los diez años de tiempo que perdí aplastado por el pesimismo y no os dejéis vencer por ello.
Que la paz del Divino Maestro sea con vosotros.