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REFLEXIONES: País de Luz
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: moriajoan  (Mensaje original) Enviado: 25/02/2010 20:10

 

País de Luz


 
Yo quisiera quedarme en ese mundo apretado en las paredes celestes de la infancia, arrebujada

 en un aire que se disuelve con el calor del verano, porque, no sé porqué, en la infancia siempre es

verano, siempre hay un velerito de papel y palitos navegando en un charco de ámbar, siempre hay

 un bollo plateado de papel de chocolate en el fondo de un bolsillo.

Yo quisiera caminar por los senderos ciudadanos por ángeles guardianes, segura y preocupada

solamente por el horario de la sopa de las muñecas, inventando nombres para llamar a las luciérnagas,

 buscando las pilas que encienden a los bichos de luz, durmiendo con un sueño de acompasada

 respiración y manos apoyadas en las sábanas sin crispación, como flores.

Allí es donde uno tiene la defensa más limpia y más cierta: la de la ingenuidad, la de la fe. Creer, creer

en todo el mundo, abrir la pena como un pan caliente y mostrar su humeante interior; abrir la risa

 como un durazno maduro y entregar el carozo, o la pulpa o el zumo, creyendo que a los demás nuestra

 alegría les gusta, que los demás se ponen contentos con nuestro triunfo, con nuestra felicidad.

Querer. Y sentir que querer es una margarita a la que se le ponen los pétalos en lugar de quitárselos, y

 que son unos ojos empañados de llanto cuando la mano amiga se posa sobre el hombro para decir

 estoy aquí, con vos, porque me necesitás. Darse. Como se dan los hijos, sin especulaciones: "porque

estoy de tu parte". "Porque me gusta ser tu amiga". "Porque te quiero como sos".

A mí me asusta esa ciudad que se levanta allí. Con laberintos de cemento y sonrisas de utilería que se

 ponen en los rostros los que piden algo.

Y hablar cuando uno quiere quedarse en silencio. Y quedarse en silencio

cuando uno tiene ganas de hablar.

Y herir. Porque a veces para defenderse la gente grande tiene que herir. Y pasa como cuando vos, que

 sos chico, decías furioso: "ojalá que se muera mi mamá que no me quiso comprar un helado". Y

resulta que después te pasas toda la noche despierto y te levantás cien veces con la excusa de ir al

 baño o a la cocina a tomar agua, nada mas que para ver si respira, que no se cumplió, que

 por suerte no se cumplió…

Yo te propongo una locura: que no crezcas como parece que es conveniente crecer en este mundo

 de la ciudad fantástica y totalmente aprovechable.

Que defiendas los soldaditos de plata que la lluvia hace galopar sobre el asfalto.

Que quieras porque sí y llores toda la tarde porque te peleaste con el amigo con el que te vas a

 reconciliar mañana lo más campante y olvidado de todo. Porque si no te ponés fuerte y defendés

esas cosas a capa y espada, te van a ir arrancando de ese país de luz, y sin que te des cuenta, te

 van a ir metiendo las sombras que dan miedo de noche, y cuando llegues al lugar en que miro de pie

 a mi alrededor, vas a querer huir, irte de vos, refugiarte en cualquiera que sonría, volver a huir porque

hincaron los dientes hambrientos en el pan caliente de tu pena y en la pulpa de tu alegría y se

 disputan los huesos de nácar de tu ingenuidad, la mano abierta, el asombro, ¡Ay el asombro!, ese

 milagro, que de repente nos resucita. Por ejemplo: acabo de asombrarme con un puñado de

 jazmines chiquitos y blancos que se han abierto en la enredadera de mi casa. Y han perfumado

 de tal manera el jardín que me hicieron pensar en un derroche de magia.

Así que correte un poco, dejame sentar con vos en el banquito, vamos, correte, haceme un

 lugarcito…, no tengas miedo, yo todavía puedo chapotear en tu río sin encrespar las aguas,

y morirme de risa viendo girar tu trompo, y pasarme una tarde entera descubriendo

universos en un calidoscopio.

Yo todavía puedo usar de a ratos tu país de luz.

Andá, correte un poquito y dejame sentar con vos en el banquito.
 

 

 

 
 


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