El discurso de Melchor con toda la vehemencia que da la convicción y el amor, llenó de lágrimas muchos ojos, y el silencioso llorar de Myriam hacía llorar a todas las mujeres.
—Jhasua de Nazareth. Hijo de Dios, ungido por El para esta hora solemne de la humanidad por la cual te has sacrificado!. .. Declaro aquí en presencia de todos y bajo mi solemne juramento, que tú eres el Cristo Hijo de Dios Vivo, el Mesías anunciado y esperado desde seis siglos, cuando el clarín de bronce de Isaías, hizo estremecer las almas con su primera llamada!
¡Señor Dios de los cielos y de la tierra, exclamó el anciano príncipe levantando sus brazos y sus ojos a lo alto!... ¡que se incline tu omnipotencia sobre este puñado de seres ansiosos de tu verdad y de tu luz!
Las Inteligencias Superiores guías del Verbo encarnado respondieron de inmediato a la formidable evocación de Melchor. El gran salón se iluminó de un dorado resplandor que deslumbraba la vista, y entre espirales de luces amatista y oro, todos percibieron las palabras del canto de gloria y de paz que escucharon los pastores de Betlehem treinta y dos años hacía:
"GLORIA A DIOS EN LOS CIELOS INFINITOS Y PAZ EN LA TIERRA A LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD"
JRLA
Caigamos todos de hinojos, e inclinemos nuestra cabeza repitiendo estas misteriosas palabras que siguen brotando como una armoniosa cascada de entre los torbellinos de luz que inunde nuestros corazones.