Me unifico con el poder de Dios en mí.
Cuando soy uno con Dios me alineo con Su propósito para mí. Nada puede interponerse entre mi gozo y yo. Soy un ser divino, bendecido con dones maravillosos; los cuales me ayudan a superar cualquier reto de manera que pueda vivir mis sueños.
En mí yace el poder del amor divino. Este amor disuelve cualquier obstáculo, sana cualquier condición, vence cualquier inequidad. Soy capaz de expresar mi potencial dado por Dios y hacer de este mundo un lugar mejor.
Tengo el valor y la gracia para enfrentar cualquier situación en mi vida y triunfar. Comparto mi éxito con mis amigos y mis seres queridos, y los ayudo a descubrir su propio poder interno.
Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.—2 Timoteo 1:7