Hay un antiguo dicho: "El hombre propone y Dios dispone" y éste fue sin duda el caso de Max Heindel
cuando en la tarde del miércoles 1 de junio de 1.910 daba sus últimas clases de astrología en Los
Ángeles. Había encomendado su clase de Filosofía del día siguiente a la Sra. Clara Giddings,
pequeña y querida amiga que había trabajado con él en época pasadas en Los Ángeles. Ese
mismo miércoles por la tarde, anunció que Augusta Foss continuaría con las clases de Astrología,
también explicó que la misma había sido su maestra de Astrología lo que obviamente, logró
el interés y unión de los alumnos.
Aquí es cuando el destino jugó su papel reteniendo a Max Heindel en Los Ángeles hasta que
cierto trabajo fuera realizado, el que cambiaría de raíz sus planes, por lo que en la mañana
siguiente del 2 de Junio, se enfermó muy gravemente de una seria deficiencia cardíaca, tan enfermo
estaba que los médicos diagnosticaron el caso como sin ninguna esperanza. Tres médicos parados
a cada lado de su cama, en el Hospital Angelus de Los Ángeles, pensando que estaba inconsciente,
discutían su caso, todos declaraban y pronosticaban que no viviría otra noche más. Max Heindel,
no estaba inconsciente, escuchó cada palabra hablada por los doctores, les escuchó pronunciar
su sentencia. Dándose cuenta que se le había confiado por parte de los Hermanos Mayores
el transmitir al mundo su hermoso mensaje y sintiendo la responsabilidad, entonces allí
mismo y en ese instante, declaró que no moriría, burlando a los doctores.
Sólo cuatro días después de haberse pronosticado su muerte por parte de los doctores y en las
mismas puertas de la muerte, estaba tan bien como siempre y subía las escaleras hasta su cuarto,
luego caminaba a la casa de la familia Foss para almorzar con sus amigas . Las sorprendió al
anunciarles que escribiría otro libro, que había recopilado muchas preguntas y respuestas en
forma de libro, las que explicaban muchos problemas de la vida. Su intención era la de contratar
un taquígrafo y dictarle su libro en las instalaciones de la Fraternidad Rosacruz de Los Ángeles,
pero cuando arribó a la misma, la gente realmente estaba tan ansiosa de su llegada que no
pudo encontrar privacidad. En consecuencia, tuvo que dictar su libro en la casa de la Sra. Foss.
Como la habitación en la que trabajaba estaba cercana a la calle, con su voz clara muy a menudo
atraía una multitud en la vereda. Los transeúntes estaban asombrados de ver a un hombre
caminando y hablando con un papel en sus manos, que contenía una pregunta escrita por
alguien que había atendido en una de sus clases. Contestaba las preguntas casi en forma instantánea,
sin duda siquiera. La madre de quién escribe, la que era una de sus más ardientes seguidoras,
decía que en toda su vida nunca había conocido a hombre alguno con tal mentalidad.
Este libro, la Filosofía Rosacruz en Preguntas y Respuestas, publicado en 1.910, es verdaderamente
una mina de información; desentraña la Biblia como ningún otro libro lo ha hecho. Max Heindel
trabajó en este libro por algunas semanas y una vez más la llamada del norte fue tan urgente
que comenzó a arreglar sus pasajes rumbo a Seatle. Pudo comprar los pasajes pero los lugares
estaban completos, por lo que esperó hasta que hubiera disponibles. Había, sin embargo, una
misión incumplida demorando su partida. El destino le tenía en sus manos, un poderoso aspecto
planetario de un Venus progresado en conjunción con una Luna radical en el Ascendente que
debía ser considerada y así nació la idea de casamiento entre estos dos amigos y estudiantes,
quiénes habían compartido sus conocimientos e intereses espirituales por más de nueve años,
formándose un permanente lazo espiritual.
Max Heindel no había consultado al Maestro en relación al matrimonio y más tarde, durante su
viaje hacia el norte, se preguntaba si había alguna desarmonía, pero el Maestro apareció ante
él, le saludo con una sonrisa y le dijo que Augusta Foss había estado bajo su observación y
tutela. Y siendo esto desconocido para ella, durante varios años y que el casamiento sería muy
positivo espiritualmente y un salvavidas a su salud en relación a la protección que su alma le
traería a él. La Sra. Augusta Foss de Heindel, fue desde ese entonces la representante de
la zona sur de La Fraternidad Rosacruz.
La intuición de Max Heindel era viajar al norte y de ahí trabajar hacia el este desde la ruta norte,
pero aquí el destino fue otra vez el maestro. Luego de conferenciar en Seatle y North Yakima,
Washington, y en Portland, Oregon, por unas seis semanas, su pobre corazón se negó otra
vez a trabajar y tuvo que suspender su viaje, y descansar, pero esta vez tenía a alguien que
lo esperaría, y Augusta Heindel preparó uno de sus pequeños bungalós sobre la playa en
Ocean Park para el retorno al hogar de su esposo enfermo. Confío su madre al cuidado
de una hermana, pues su madre estaba muy preocupada y deseando compartir su hija con
el enfermo aunque maravilloso yerno, pues había aprendido a amar a Max Heindel como a su hijo.
Esta pequeña casa de tres habitaciones fue remodelada y preparada para el recién llegado
y afortunado huésped, pero apenas cruzó el umbral Max Heindel se desmayó cayendo enfermo
al borde de la muerte. Luego por tres meses la Sra. Heindel estuvo con él día y noche. Había
pagado el precio exacto de cada personaje público. El público, por su admiración a los realmente
grandes, se acercan a ellos y a veces los matan. Para ese entonces el público sólo podía
acercarse a él a través de la oficina de correos solamente y estas dos almas estaban al fin
realmente libres para disfrutar su amistad. Esta fue una extraña pero dulce luna de miel,
pues sus intereses fueron reunidos en un gran trabajo.
A pesar de la enfermedad de Max Heindel, no permitieron que el trabajo terminara, pues estando
en Seatle, él había comprado una pequeña imprenta, una máquina impresora que reproducía
las cartas escritas a máquina. Se manejaba bajando la manija sobre lo que se iba a imprimir,
una vez acomodado. Cuando se recibió la imprenta fue puesta en funcionamiento por el
mismo hombre que la había enviado de la compañía de carga. Luego, Augusta recibió las
instrucciones sobre su funcionamiento, lo que hacía sentada desde la habitación de su esposo
enfermo. Siendo naturalmente mecánica, era una aprendiz apta, pero su mayor problema era
preparar la imprenta, pues debía hacerse en reversa para que la impresión en el papel fuera
legible. Así, Augusta, sentada al lado de su esposo tuvo que tomar las primeras clases de
puesta a punto de la nueva máquina, llevar la impresora a la pequeña cocina y luego colocarla
en la imprenta, se debía también ajustar la cinta, pues la imprenta era tan antigua que requería de cintas.
La Fraternidad Rosacruz. La respuesta fue buena tanto de los estudiantes como de los
probacionistas, estaban listos para las lecciones. Pido al lector haga una pequeña pausa y
se detenga a pensar lo que esto significaba para una mujer sola con un hombre enfermo en
sus manos, cocinar comidas, hacer las camas, barrer las habitaciones, preparar la imprenta,
las impresiones y escribir direcciones en todos los sobres, tanto como para la correspondencia
de los estudiantes, como las tantas cartas que se recibían de otros tantos estudiantes (pues
solicitaban a Max Heindel consejo en la ayuda de sus problemas); y finalmente, llevar la
correspondencia hacía y desde la oficina postal, la que estaba a seis cuadras. Bien, quién
escribe, se retiraba a la noche con temibles dolores de cabeza, brazos y pies, se ajetreaba y
sacudía en la noche cuando dormía, pero siguiendo a este hombre que tanto sufría y aún
así, tan determinado. Tenía tanto para dar, a pesar de estar incapacitado físicamente y aún
así nunca emitía una sola palabra de queja; su única aflicción era que su amada
debía acarrear con muchas dificultades.
De esta manera las primeras oficinas centrales se hicieron realidad en Noviembre de 1.910,
unas oficinas centrales que estarían destinadas a alimentar a los hambrientos de alma de todas
las tierras, en todos los climas, en todos los idiomas. Estas dos almas trabajadoras, las
que tuvieron gran peso y responsabilidad en semejante trabajo, no imaginaban siquiera
cuales serían los frutos resultantes de su labor de amor y devoción al traer a existencia tan
maravillosa creación, la Fraternidad Rosacruz, a la que Max Heindel a menudo llamaba su hijo espiritual.
Un doctor que fue consultado, luego de examinar a Max Heindel, dijo a la que escribe, que
era muy probable que no viviera otro año, pero no podía ser aceptado su pronóstico tan
pesimista. Ella sentía en su corazón, que con su esmerado cuidado, no se iría sin haber
concluido su obra. Ella confiaba en los Hermanos Mayores, sintió que esta enfermedad
era una lección a una gran alma que estaba por conocer a otra, su tercera iniciación; y
con uno que tuviera una naturaleza tan vital y ambiciosa, el debía ser puesto en la frontera
misma entre este mundo y los internos antes de recibir enseñanzas más elevadas. El ya había
recibido durante enfermedades previas dos iniciaciones, y ella tenía la esperanza y fe de que
los Hermanos le devolverían la salud, una vez de haber respondido a las enseñanzas superiores recibidas.
Sufrió durante unos tres meses de su debilidad cardíaca, pero gradualmente llegaron días
en los que pudo vestirse y sentarse a hacer sus escritos. Pero no pudo contentarse hasta
tanto no hiciera algo útil, por lo que a medida que ganara fuerzas ya comenzaba a planear
la escritura de su quinto libro. Así contrató un estenógrafo a quien cada día le dictaba Los
Misterios Rosacruces, un tratado elemental de Filosofía Rosacruz. Éste, de nuevo, era un
trabajo para él que no necesitaba prepararse (sólo caminaba mientras dictaba al estenógrafo.
(Se publicó en 1.911). Hasta ese entonces nadie se había dado cuenta en Ocean Park de
su presencia, pero su voz tan alta al dictar podía ser oída por quiénes caminaban por la
calle, especialmente por los vecinos. Allí vivía un doctor que no conocía a su vecino
pero habiendo leído el Concepto Rosacruz del Cosmos, se tornó de lo más amable. Sin
embargo, no era conveniente la visita de vecinos cuando el trabajo realmente era agotador.
El dictado de este libro no tomó mucho tiempo y Max Heindel era el más feliz mientras
trabajaba en el manuscrito, o bien escribía lecciones que serían
publicadas e impartidas al mundo entero.