Durante esta evolución del hombre en formación, grandes Jerarquías creadoras
guiaron cada uno de sus pasos. Nada fue dejado al azar. Incluso el alimento
que comía fue escogido para él a fin de poder obtener el material necesario y
apropiado con el cual edificar los diferentes vehículos de conciencia,
imprescindibles para cumplir el proceso del desarrollo del alma. La Biblia
menciona los diferentes pasos, aunque coloca mal a Nimrod, al simbolizar con
él a los Reyes Atlantes que vivieron antes del Diluvio.
En la época Polar, el hombre estaba constituído de materia mineral
únicamente; así Adán fue hecho de tierra, esto es, en lo referente a su cuerpo.
En la época Hiperbórea el cuerpo vital fue añadido y así su constitución llegó
a ser como la de las plantas y Caín, el hombre de aquel tiempo, vivio de los
frutos de la tierra.
La época Lemúrica vio la evolución de un cuerpo de deseos el cual hizo al
hombre como los animales actuales. Entonces la leche, el producto de
animales vivientes, fue añadida a la dieta humana. Abel fue pastor, pero en
ningún sitio consta que matara animal alguno.
Por aquellos tiempos la raza humana vivía inocentemente y en paz, en medio
de la atmósfera nebulosa que envolvía la tierra durante la última parte de la
época Lemúrica, como se describe en el capítulo sobre el "Bautismo". Los
hombres eran criaturas bajo el cuidado de un padre común, hasta que el
entendimiento les fue dado en los comienzos de la época Atlántica. La
actividad del pensamiento desgasta el tejido, que ha de ser reemplazado;
cuanto más bajo y más material el pensamiento, más grande la ruina y más
urgente la necesidad de albúmina con la cual hacer rápidas reparaciones. De
aquí que la necesidad, la madre de la invención, inaugurase la repugnante
práctica de comer carne y a medida que continuemos pensando en negocios
puramente o en líneas materiales, deberemos seguir usando nuestros
estómagos como receptáculos de los restos de las víctimas animales
asesinadas. Todavía veremos más adelante cómo el alimento carnal nos ha
permitido el asombroso progreso material realizado en el mundo occidental,
mientras que los indios y chinos, vegetarianos, han quedado en un estado casi
salvaje. ¡Qué triste es darse cuenta de que ellos se verán forzados a seguirnos
los pasos y derramar la sangre de criaturas que son compañeras nuestras
cuando nosotros hayamos desterrado la bárbara práctica señalada, igual como
cesó el canibalismo!
Cuanto más espiritualmente nos desarrollemos, más se armonizarán nuestros
pensamientos con el ritmo de nuestro cuerpo y menos albúmina será necesaria
para reparar los tejidos. En consecuencia, una dieta vegetal será suficiente para
nuestras necesidades, Pitágoras prescribió la abstinencia de legumbres para los
escolares avanzados, a causa de ser muy ricas en albúmina y aptas para
despertar los bajos apetitos. Que ningún estudiante que lea esto acuerde
imprudentemente, sin embargo, eliminar las legumbres de su dieta. Muchos de
nosotros no estamos preparados todavía para tales extremos; tampoco
podemos aconsejar a todos los estudiantes abstenerse enteramente de comer
carne. El cambio deberá venir por sí mismo y desde dentro.
Lo que puede ser dicho con toda certeza; no obstante, es que mucha gente
come demasiada carne para que les haga bien. Pero esto es, en cierto sentido,
una disgresión y, por lo tanto, volvamos a la evolución de la humanidad en
todo lo que se relaciona con el Sacramento de la Comunión.
A su debido tiempo la densa niebla que envolvía la tierra se enfrió, se
condensó y llenó de agua los diferentes mares. La atmósfera se esclareció y al
mismo tiempo, una adaptación fisiológica tuvo lugar en el hombre. Las
branquias o agallas que le habían permitido respirar en aquel aire cargado de
agua densa (y las cuales pueden verse en los fetos humanos de hoy) se
atrofiaron gradualmente y su función fue llenada por los pulmones, al pasar el
aire puro hasta y desde ellos a través de la laringe. Esto permitió al espíritu,
hasta entonces envuelto por el velo de la carne, expresarse con palabras y
actuar.
Fue entonces, a mediados de la época atlante, cuando el Sol brilló por primera
vez sobre el hombre tal como lo vemos hoy; entonces fue cuando vio el
mundo por vez primera. Hasta aquellos días había vivido bajo el absoluto
control de las grandes jerarquías espirituales, mudo, sin voz ni voto en los
asuntos tocantes a su educación; como un niño está ahora bajo el cuidado de
sus padres.
Pero en el día en que finalmente brotó de la densa atmósfera de los atlantes;
cuando contempló por primera vez las montañas siluetadas claramente,
definidos contornos sobre la azulada bóveda del cielo; al ver de pronto las
bellezas de los páramos y de las praderas, las criaturas vivientes, los pájaros en
el aire y los hombres, sus semejantes; cuando su vista se vio ilimitada por la
parcial desaparición de la niebla que había estorbado su percepción hasta
entonces y, por encima de todo, cuando se percibió a sí mismo separado y
aparte de todos los demás, brotó de sus labios el glorioso y triunfal grito: "Yo
soy".
Hasta aquel entonces había venido adquiriendo las facultades que le permitían
entrar en la escuela de la experiencia, el mundo fenomenal, como un agente
libre para aprender las lecciones de la vida sin trabas, excepto las de las "leyes
de la naturaleza", que es donde radica su salvaguardia y la reacción de sus
propios actos anteriores, lo que después se convierte en el "destino".
El alimento conteniendo un exceso de albúmina de la carne, con la cual se
había hartado hasta entonces, cargó su hígado más de lo que era capaz y
entorpeció su sistema, haciéndole áspero, adusto y brutal. Fue perdiendo la
visión espiritual que le habían revelado los ángeles guardianes en quienes
había confiado y vio solamente las formas de los animales y de los hombres.
Los espíritus con quienes había vivido en amor y fraternidad durante los
primeros tiempos atlantes se oscurecieron por el velo de la carne. Todo era
muy extraño y él les empezó a temer.
En consecuencia, llegó a ser necesario darle un nuevo alimento que pudiese
ayudar a su espíritu a sobreponerse de las moléculas de carne altamente
individualizadas (como ha sido explicado en el Concepto Rosacruz del
Cosmos, capítulo sobre la Asimilación, página 475) y armarle para la batalla
con el mundo y empujarle hasta la propia personificación.
Así como nuestros cuerpos visibles compuestos de materias químicas pueden
nutrirse solamente con alimentos químicos, asi mismo se necesita espíritu para
actuar sobre el espíritu ayudándole a eliminar las pesadas substancias
proteicas y estimulando el decaído espíritu humano.
La emergencia de los atlantes del Diluvio, la liberación de la humanidad de la
reglamentación absoluta de los guardianes sobrehumanos visibles, su
colocación bajo la ley de consecuencia y las leyes de la naturaleza, así como la
dádiva del vino están descritos en las narraciones de Noé y de Moisés, que no
son más que diferentes versiones de los mismos acontecimientos.
Tanto Noé como Moisés condujeron a sus prosélitos a través del agua. Moisés
apela al cielo y a la tierra para atestiguar que ha colocado delante de ellos la
bendición y la maldición y les exhorta a escoger el bien o sufrir las
consecuencias de sus actos y entonces les abandonó.
El fenómeno del arco iris requiere que el sol esté cercano al horizonte, cuanto
más cerca mejor; es necesaria también una atmósfera clara y una nube oscura
en la parte opuesta del firmamento. Cuando en tales circunstancias un
observador mira, de espaldas al sol, puede ver los rayos del sol refractados a
través de las gotas de lluvia como un arco iris. En los tiempos primeros de los
atlantes, cuando no existía la lluvia como ahora y la atmósfera no era más que
una nebulosa húmeda y caliente a través de la cual el sol parecía una de
nuestras lámparas en un día de niebla, el fenómeno del arco iris era un
imposible. No pudo hacer su aparición hasta que la niebla se condensó en
agua, inundó la tierra y dejó la atmósfera clara como se describe en la
narración de Noé, lo que de esta manera apunta la ley de ciclos alternos que
trae el día y la noche, verano e invierno, en invariable consecuencia y a la cual
el hombre está sujeto en esta edad presente.
Noé cultivó el vino y obtuvo un espíritu para estimular al hombre. Así,
aprovisionado con una constitución mixta y un régimen mixto también
apropiado para lo sucesivo y con leyes divinas para guiarle, la raza humana
fue dejada a sus propios medios e iniciativas en la batalla de la vida.