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INICIACIÓN: QUÉ ES Y QUÉ NO ES
Segunda parte
Para la mejor comprensión de lo que constituye la Iniciación y cuáles son sus
requisitos preliminares, fije el lector primeramente y con toda firmeza en su
mente el hecho de que la humanidad, en su totalidad, progresa lentamente por
el camino de la evolución, logrando lenta y casi imperceptiblemente, más altos
estados de conciencia. El camino de la evolución es una espiral, mirado
solamente bajo su aspecto físico, pero es de forma enroscada doble si se
observan sus fases físicas y espirituales. (Véase el diagrama del caduceo
químico en el "Concepto Rosacruz del Cosmos").
En el caduceo, o figura 8, hay dos círculos que convergen en un punto central,
los cuales pueden ser tomados para simbolizar al espíritu inmortal, el ego
evolucionante; uno de los círculos significa su vida en el mundo físico desde
el nacimiento hasta la muerte. Durante este lapso de tiempo cada uno de sus
actos es una semilla sembrada de la cual cosechará, en cambio, cierta cantidad
de experiencia. Pero de la misma manera que se pueden sembrar semillas en
pleno campo sin cosecha alguna de las que hayan sido arrojadas en terrenos
pedregosos o entre espinas, etcétera, así también la semilla de la oportunidad
puede ser perdida por negligencia en el cultivo del terreno y la vida entonces
sería estéril y sin fruto. Recíprocamente, así como la diligencia y el cuidado en
el cultivo aumentan enormemente el poder productivo de las semillas, una
aplicación cuidadosa en el negocio de la vida (mejora de oportunidades para
aprender las lecciones de la vida y extraer de nuestro alrededor la experiencia
que contiene) nos aporta más oportunidades; y al término de una vida el ego se
encuentra a las puertas de la muerte cargado con los más ricos frutos de la
vida.
Una vez que el trabajo, objetivo de la existencia física, se ha cumplido y la
carrera de la vida se ha terminado, el ego emprende el trabajo subjetivo de
asimilación, realizado durante su permanencia en los mundos invisibles, que
atraviesa durante el período de la muerte al nacimiento, simbolizado por el
otro arco del caduceo o enroscado. Como el método de llevar a cabo esta
asimilación ha sido más minuciosamente descrito en nuestra literatura, no es
necesario repetirlo aquí. Baste con decir que al tiempo de llegar un ego al
punto central del caduceo, que divide los trabajos físicos de los psíquicos y
que llamamos la puerta del nacimiento o de la muerte, según que el ego entre o
abandone el reino en que nosotros mismos estemos en aquellos momentos,
posee una agregación de facultades o talentos adquiridos en sus vidas
precedentes y los cuales puede entonces poner a usura o enterrar durante su
existencia venidera, según crea conveniente; pero del uso que haga de lo que
tiene depende la importancia del desarrollo de su alma.
Si durante muchas vidas satisface principalmente la baja naturaleza, que vive
para comer, beber y divertirse, o si las deja que se esfumen en sueños y
especulaciones metafísicas acerca de la naturaleza de Dios, absteniéndose
negligentemente de toda acción necesaria, se verá gradualmente dejado atrás
por los más activos y progresivos. Grandes agrupaciones de estos perezosos
forman lo que nosotros llamamos "razas atrasadas", mientras que los activos,
despejados y despiertos que se preocupan de adquirir un mayor porcentaje de
oportunidades, son los precursores. Contrariamente a la idea generalmente
aceptada, esto se aplica igualmente a aquellos que están empeñados en
trabajos industriales. Su manera de procurarse el dinero, es solamente un
incidente, un incentivo y enteramente aparte de esta fase, su trabajo es tan
espiritual o quizá más que el de aquellos que se pasan el tiempo en plegarias
en perjuicio de un trabajo útil.
De lo que dejamos dicho se infiere que el método de desarrollo del alma, tal
como se cumple por el proceso de la evolución, requiere "acción" en la vida
física seguida en el estado "post-mortem" por un "proceso de reflexión",
durante el cual las lecciones de la vida son extraídas y completamente
incorporadas a la conciencia del ego, aunque las sensaciones o experiencias en
sí mismas sean olvidadas, de la misma manera que nuestro trabajo al aprender
las tablas de multiplicar ha sido olvidado aunque la facultad de utilizarlas
permanece en nosotros.
Este proceso excesivamente lento y tedioso se acomoda perfectamente a las
necesidades de las masas; pero hay algunos que habitualmente agotan las
experiencias comúnmente dadas y así requieren un campo más extenso para
sus energías. La diferencia de temperamento es la causa de su división en dos
clases.
Una de ellas, conducida por su devoción por Cristo, sigue simplemente los
dictados del corazón en su tarea de amor por sus compañeros; bellos
caracteres, faros de amor en el mundo sufriente, siempre prontos a olvidar su
propia conveniencia para ayudar a los demás. Estos fueron los santos;
trabajaban sin dejar de rogar; nunca titubearon ni a diestra ni a siniestra.
Tampoco están muertos hoy. La tierra sería un erial agreste a pesar de toda su
civilización si ellos no vagaran por el mundo y la existencia de los
desventurados que sufren no sería alumbrada por la luz de la esperanza que
irradia de sus semblantes. Si ellos hubiesen poseído solamente el
entendimiento de la otra clase, hubieran dejado muy atrás a los demás en su
carrera hacia la divinidad.
La mente es la cualidad predominante en la otra clase. Con el fin de ayudarla
en sus esfuerzos hacia el alcance, las Escuelas de Misterios fueron establecidas
prematuramente, en las que el drama del mundo fue representado, para dar a
las almas aspirantes, mientras se hallaban en trance, contestación a las
preguntas acerca del origen y el destino de la humanidad. Al despertar, eran
instruídas en la ciencia sagrada de remontarse más alto por medio del método
de la naturaleza - que es Dios manifestado- sembrando la semilla de la acción,
meditando acerca de la experiencia, incorporándose, finalmente, la moral
esencial para desarrollar mesuradamente el alma desde entonces; produce
también este rasgo especial e importante, que mientras que en el curso
ordinario de las cosas una vida entera dedicada a la siembra y toda una
existencia "post-mortem" a la reflexión y a incorporarse la sustancia anímica,
este ciclo de mil años, más o menos, puede ser reducido a un día, como lo
proclama la máxima mística: "Un día es igual a mil años y mil años son
iguales a un día". Para ser explícito, sea el que sea el trabajo llevado a cabo
durante un simple día, si sobre él se reflexiona por la noche antes de cruzar el
punto neutro entre el estado de vigilia y el sueño, puede ser incorporado de
esta manera a la conciencia del espíritu como poder anímico útil. Cuando este
ejercicio se ejecuta devotamente, los pecados del día, al ser así revisados,
quedan inmediatamente tachados y el hombre comienza cada día una nueva
vida, con la adición del poder anímico obtenido en todos los anteriores días de
su período probacionista.
¡Pero... ! Sí, existe un gran pero; "la naturaleza no puede ser burlada"; Dios no
puede ser engañado. "Sea lo que sea lo que un hombre siembre, así será lo que
él coseche". Que nadie crea que una revisión superficial de los
acontecimientos del día, quizá con la ligera declaración de "quisiera no
haberlo hecho" al revivir una escena en que se condujo palpablemente mal, le
preservará del mal que pueda acontecerle. Al abandonar el cuerpo al morir e ir
al purgatorio, la visión de nuestro pasado se desarrolla en orden inverso para
mostrarnos antes los efectos y después las causas que los produjeron y así
sentimos de manera intensa el dolor que ocasionamos a los demás; y a menos
que nosotros ejecutemos nuestros ejercicios de manera similar y, en
consecuencia, suframos cada noche el infierno que hayamos merecido durante
el día, sintiendo agudamente todos los pesares que hayamos infligido, no nos
servirá de nada. Hemos de esforzarnos también en sentir con la misma
intensidad, la gratitud por las atenciones recibidas de los otros y aprobación
del bien que hayamos proporcionado.
Solamente así vivimos realmente la existencia "post-mortem" y avanzamos
científicamente hacia la meta de la Iniciación. El más grande peligro del
aspirante en este punto es el caer víctima del lazo que tiende el egotismo, y su
única salvaguardia es cultivar las facultades de la fe, de la devoción y una
simpatía universal. Es difícil, pero puede ser logrado y cuando así se hace, el
hombre o mujer se transforman en un maravilloso poder para el bien en el
mundo.
Ahora, si el discípulo ha pesado bien el argumento precedente, habrá asido la
analogía existente entre el largo ciclo de la evolución y los cortos ciclos, o
escalones utilizados en el sendero de la preparación. Quedará del todo claro
que nadie puede llevar a cabo este trabajo de "post-mortem" y transmitir a otro
el desarrollo del alma resultante, de la misma manera que nadie puede comer
el alimento físico de otro y transmitirle su subsistencia y su desarrollo.
Nosotros pensamos que es absurdo que un sacerdocio ofrezca acortar la
permanencia de nuestra alma en el purgatorio. ¿Cómo, pues, podremos creer
que cualquier otro -no importa desde el punto que se considere- pueda
hacernos prescindir de la necesidad de un número de existencias purgatoriales
en provecho nuestro, transmitiéndonos el poder anímico útil que habríamos
adquirido al seguir el curso ordinario de la vida hasta el día en que
estuviésemos preparados para la Iniciación? Esto es, pues, lo que significa la
oferta de iniciar a una persona antes de estar en el umbral. Débese tener el
poder del alma requerido para la Iniciación, o nadie podrá iniciarnos. Si lo
poseemos estamos en el umbral por nuestros propios esfuerzos y a nadie se lo
debemos y podemos pedir la Iniciación como un derecho que nadie puede
disputarnos ni retenernos. Si no lo tuviésemos y lo pudiésemos comprar,
ciento veinticinco millones de pesetas serían insignificantes para pagarlo y el
hombre que nos ofreciese vendérnoslo por veinticinco dólares, sería tan
ridículo como su víctima. Recuérdese que si alguien ofrece iniciarnos en
alguna orden ocultista, no importa que se llame Rosacruz o de cualquier otra
manera, al pedir honorarios para la Iniciación se acredita de impostor y sus
explicaciones para justificarlos, ya sea para aplicarlos a limosnas, etcétera,
serán pruebas evidentes de la naturaleza fraudulenta de aquella orden, pues se
ha dicho: "La Iniciación no es una ceremonia exterior sino una experiencia
interna". Yo puedo añadir además que los Hermanos Mayores de la Rosacruz,
en el Templo Místico donde yo recibí la Luz, me impusieron la condición de
que su ciencia sagrada nunca debía ser puesta en la balanza contra una
moneda. Libremente la recibí, libremente fui requerido para darla. Esta
cláusula la he cumplido, en espíritu y en la letra, como no ignoran los que han
tenido tratos con La Fraternidad Rosacruz.
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