Algunos de nuestros estudiantes han sido ilustrados acerca del pecado
imperdonable y como quiera que este punto tiene cierta relación con el del
matrimonio, ya que uno es un sacrilegio y el otro un sacramento, bueno será
que dilucidemos el asunto desde un punto de vista diferente al que
anteriormente ha sido tratado en nuestros escritos.
Primeramente permítasenos ver qué se quiere significar por "sacramento" y
porque los ritos del bautismo, comunión, matrimonio y extremaunción son
propiamente llamados así; entonces estaremos en situación de comprender que
es el sacrilegio y porque es imperdonable.
Los rosacruces enseñan, si bien más detalladamente, la misma doctrina que
San Pablo predicó en el capítulo 15: de la 1ª epístola a los Corintios, partiendo
del versículo 35: de que además del cuerpo de carne y sangre, tenemos un
cuerpo de alma, "soma psuchicon" (mal traducido "cuerpo natural") y un
cuerpo espiritual; que cada uno de estos cuerpos crece de un átomo o simiente
diferente y que existen tres períodos de desenvolvimiento para Adán o el
hombre.
El primer Adán fue extraído de la tierra y carecía de vida sensible. El alma le
fue añadida al segundo Adán, y así tuvo vida dentro de él, una levadura o
fermento que laboraba para elevar la tierra de Dios. Cuando la potencia del
alma extraída del cuerpo físico haya sido elevada a lo espiritual, el último
Adán será un espíritu dador de vida, capaz de transmitir el impulso de la vida
directamente a los otros, como la llama de una vela puede ser comunicada a
otras muchas sin disminuir la magnitud de su llama original.
Mientras, el germen para nuestro cuerpo vital tuvo que ser convenientemente
colocado en tierra propicia para desarrollar un vehículo apropiado y los
órganos generativos fueron provistos así, desde el principio, para llevar a cabo
este propósito. Ya se afirma así en el Génesis, I: 27, que Elohim lo creó macho
y hembra. Las palabras hebreas son "sacre va n´cabah". Estos son los nombres
de los órganos del sexo. Traducido literalmente, sacre significa "portador de
semen". Así es que el matrimonio es un sacr-amento, pues abre la vía para la
transmisión de un átomo simiente físico del padre a la madre y tiende a
preservar la raza de los embates de la muerte. El Bautismo como sacr-amento,
significa la urgencia germinadora del alma para una más alta vida. La Santa
Comunión, en la cual partimos el pan (hecho de la semilla de plantas castas) y
el vino (simbolizando la copa, la cáscara de la semilla desprovista de pasión),
tienden a la edad que ha de venir, edad en que será innecesario transmitir la
semilla de padre a madre y en la que podremos alimentarnos directamente de
la vida cósmica y conquistar así la muerte. Finalmente, la extremaunción es el
sacr-amento que marca la pérdida del cordón plateado y la extracción del
germen sagrado libertándolo hasta volver a ser plantado en otro "n´cabah", o
madre.
Así como la semilla y el óvulo son la raíz y base del desarrollo racial, es fácil
de ver que ningún pecado puede ser más serio que aquel que abusa de la
función creadora, pues por este sacr-ilegio impedimos el desarrollo de futuras
generaciones y transgredimos al Espíritu Santo, Jehová, que es el guardián de
las fuerzas creadoras lunares. Sus ángeles anunciaron los nacimientos, como
en los casos de Isaac, Juan el Bautista y Jesús. Cuando quiso recompensar a
sus más devotos servidores, les prometió hacer su semilla tan numerosa como
las arenas de la playa. También Él distribuyó uno de los más terribles castigos
a los sodomitas por cometer el sacr-ilegio de desperdiciar su semilla. Incluso
hace reaparecer los pecados de los padres sobre sus hijos hasta la tercera y
cuarta generación, pues bajo su régimen la ley reina suprema. El hombre no ha
evolucionado todavía hasta el punto de que pueda responder al amor. El
requiere de sus enemigos ojo por ojo y de la misma manera que él se porta, se
portan con él.
Aunque esto nos parezca muy cruel, a nosotros que estamos cultivando cada
día más y más las facultades del amor y de la misericordia, debemos tener
presente que su justicia retributiva, se aplica puramente al cuerpo físico, que
está bajo las leyes de la naturaleza absolutamente igual que cualquier otro
compuesto químico del universo. Cuando los abusos lo han debilitado, es
incapaz de cumplir su misión y satisfacer nuestras demandas en ningún
respecto, como ocurre con cualquier otra maquinaria que hemos construído
con los materiales que nos rodean. No existen los milagros que serían
necesarios para generar un perfecto y saludable cuerpo, de padres que han
transgredido las leyes de la naturaleza por sus abusos; por lo tanto, este pecado
no puede ser perdonado, sino que ha de ser expiado, pero cuando el tiempo y
los cuidados hayan restaurado la necesaria fuerza y el debido vigor, el cuerpo
llenará de nuevo sus funciones de una manera normal y saludable.
De este modo podemos comprender que bajo la ley no existe la gracia, puesto
que ésta es dictada por el amor. Por lo tanto estuvo en perfecta consonancia
con las órdenes cósmicas al decir Cristo, el señor del amor, que serían
perdonadas todas las cosas que los hombres hicieran contra Él, pues el amor
era la estrella dominante de su reinado; pero cualquier cosa que se hiciera
contraria a la ley de Jehová debería encontrar toda su retribución. Nunca
agradeceremos bastante la admirable religión que Él nos dio, particularmente
si la comparamos con otras contra las cuales, pueblos menos evolucionados,
están en la actualidad peleando. Tomemos el budismo, por ejemplo, a pesar de
lo grande y hermoso que su fundador fue; él no veía más que dolor, una lucha
constante contra las leyes de la naturaleza. El aspiraba a enseñar a sus
discípulos la superación de aquella condición por medio de la perfecta y
absoluta obediencia, tal como nosotros hemos conquistado las leyes de la
electricidad y otras fuerzas en la naturaleza. Los budistas no ven otra cosa más
que la fría ley despiadada; por otra parte, nosotros, los occidentales, tenemos
siempre ante nuestros ojos, desde la cuna a la tumba, una descripción de uno
que ha dicho: "Venid a mí todos los que trabajáis y vais muy cargados y yo os
daré el descanso".
Pero ahora ha llegado la hora de preguntar: "¿Qué hay de las almas perdidas?
¿Son una ficción de nuestra imaginación también...? A esta pregunta podemos
contestar "si", aunque es necesario dar una explicación. Mejor lo
comprenderemos si retrocedemos en la historia de la raza humana y
confrontamos las experiencias de algunos que han pecado, pues ellos nos
darán un ejemplo de lo que puede ocurrir.
A fin de partir de un punto apropiado reiteraremos unas pocas de las
enseñanzas Rosacruces respecto a la génesis de la Tierra y del hombre que la
puebla. Tres grandes pasos de desenvolvimiento han precedido al presente
Período Terrestre. El padre es el más alto iniciado del período de Saturno,
encarnando particularmente el Sol Espiritual. El hijo, el Cristo cósmico, es el
más alto Iniciado del Período Solar, encarnado en el Sol Central y guiando los
planetas, en sus órbitas, por un rayo salido de Sí mismo, que acaba por ser el
espíritu interno de cada planeta, cuando ha madurado lo suficiente como para
contener y albergar una tan grande Inteligencia. Jehová, el Espíritu Santo, es el
más alto Iniciado del Período Lunar y mora en el Sol físico, en el Sol visible.
Él rige las varias lunas arrojadas por los diferentes planetas con el propósito
de ofrecer a los seres que han caído muy bajo en la marcha de la evolución y
que con la disciplina más rígida de una más firme ley, puedan ser despertados
y espoleados para mantenerse en la mejor condición posible.
Cuando miramos al espacio vemos que algunos planetas tienen un cierto
número de lunas y otros no tienen ninguna; pero así como existen perezosos
en toda agrupación considerable y como las lunas son necesarias para ayudar a
estos rezagados a alcanzar de nuevo su perdido estado, podemos estar seguros
de que los planetas que carecen de luna en el presente, la han tenido en el
pasado. Aquellos grandes seres de quienes el Concepto Rosacruz del Cosmos
habla como los "Señores de Venus" y los "Señores de Mercurio" eran, en
efecto, rezagados de estos dos planetas.
En antiquísimos tiempos habitaron lunas que circundaban sus respectivos
planetas y fueron suficientemente afortunados al hallar de nuevo el camino
perdido, en gran parte bajo la disciplina a que allí se les sometió. Después
recibieron la oportunidad de servir a la humanidad de nuestra Tierra y por este
servicio se aseguraron el retorno al planeta de donde habían sido desterrados.
Se perdieron por la ley, pero los redimió el amor. Así podemos inferir que las
ocasiones de prestar servicios darán también a los otros seres, que se hayan
"perdido", la ocasión de rehabilitar su pasado.
Como es posible que el lector se encuentre embrollado al examinar lo que
ocurre con las lunas en las cuales se han sucedido estos hechos, debemos decir
que el sistema solar debe ser mirado como el cuerpo del Gran Espíritu, a quien
llamamos Dios y como quiera que cualquier desarrollo causado por un proceso
anormal nos lastima cuando ocurre en nuestro cuerpo, así también tales
cristalizaciones como las de las lunas son motivo de sufrimiento para el Gran
Ser. Además, así como nuestro propio sistema orgánico se esfuerza en
eliminar tales anormalidades de desarrollo, el universo se esfuerza también en
expeler las lunas que han servido a sus propósitos. Mientras los seres que han
sido desterrados a una luna están en su sitio en ella, el Espíritu Planetario del
planeta primitivo, impulsado por su preocupación por estos seres, conserva la
luna en su órbita y a su amor por ellos le damos el nombre de Ley de
Atracción; pero así que han vuelto a su planeta padre, el Espíritu Planetario
pierde todo interés en lo que era su desventajosa habitación.
Cuando esto ocurre, la órbita de la tal luna vacía se ensancha lentamente,
comienza a desintegrarse y es finalmente expelida en los espacios interestelares.
Los asteroides son restos de lunas que en un tiempo circundaron a
Venus y Mercurio. También hay otras lunas en apariencia fragmentos lunares
en nuestro sistema solar, pero el Concepto Rosacruz del Cosmos no se ocupa
de ellos por estar fuera del límite de la evolución.