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LA INMACULADA CONCEPCIÓN
El flujo y reflujo periódico que experimentan las fuerzas materiales y
espirituales que circundan la tierra, son las causas invisibles de la actividad
física, moral y mental de nuestro globo.
De acuerdo con el hermético axioma: "Como es abajo así es arriba", una
actividad semejante debe concurrrir en el hombre, que no es más que una
edición reducida de la Madre Naturaleza.
Los animales tienen veintiocho pares de nervios espinales y están ahora en su
período lunar, perfectamente a tono con los veinticinco días en que la luna
rodea al zodíaco. En su estado salvaje el espíritu-grupo regula su
apareamiento. Como consecuencia no existe el exceso de flujo en ellos. El
hombre, por otra parte, está en un período de transición; ha progresado
demasiado para que le influencien las vibraciones lunares, pues tiene treinta y
un pares de nervios espinales. Pero no está todavía sincronizado con el mes
solar de treinta y un días y se aparea en todas las épocas del año; de aquí el
flujo periódico en las mujeres, el cual bajo las debidas condiciones es utilizado
para formar parte del cuerpo de un niño más perfecto que el de su progenitor.
De un modo similar, el flujo periódico en la raza humana viene a ser el nervio
y esqueleto del avance racial, y el flujo periódico de las fuerzas espirituales de
la Tierra que ocurre por Navidad, da como resultado el nacimiento de
Salvadores, quienes de vez en cuando dan ímpetu renovado al progreso
espiritual de la raza humana.
Nuestra Biblia tiene dos partes: el Antiguo y el Nuevo Testamento. Después
de explicar brevemente como vio la luz el mundo, aquél nos cuenta la historia
de la "Caída". En vista de todo lo que ha sido escrito en nuestra literatura
rosacruz, se entiende que la Caída ha sido ocasionada por el uso impulsivo e
ignorante que el hombre dio a las fuerzas sexuales en los tiempos en que los
rayos interplanetarios eran hostiles a la concepción de vehículos más puros y
mejores. Así el hombre fue aprisionado gradualmente en un cuerpo denso,
cristalizado por la pasión pecadora y consecuentemente un vehículo
imperfecto, sujeto al dolor y a la muerte.
Entonces comenzó el peregrinaje a través de la materia y por milenios hemos
vivido en este duro y cruel envoltorio del cuerpo, que oscurece la luz del
paraíso al espíritu que encierra.
El espíritu es como un diamante en su primitivo estado y los lapidarios
celestiales, los Ángeles del Destino, se esfuerzan constantemente en limpiarlo
a fin de que el espíritu brille a través del vehículo que lo aprisiona.
Cuando el lapidario mantiene el diamante contra la muela, éste emite un
chillido parecido a un grito de dolor a medida que la cubierta opaca que lo
envuelve va desapareciendo; pero gradualmente y por sucesivas aplicaciones
contra la muela, el diamante tosco puede llegar a ser una piedra preciosa de
trascendental hermosura y pureza. De igual modo, los seres celestiales a cuyo
cargo está nuestra evolución, nos mantienen fuertemente contra la muela de la
experiencia. De ello resultan el dolor y el sufrimiento que despiertan el
espíritu que dormita dentro de nosotros. El hombre que se contentaba hasta
entonces con propósitos materiales, indulgente con sus sentidos y el sexo,
queda imbuído de un divino descontento que le impulsa a buscar una vida
más elevada.
La consecución de esta aspiración, sin embargo, no llega usualmente sin una
dura batalla contra la parte baja de la naturaleza. Fue mientras así luchaba que
Pablo exclamó con toda la angustia de un devoto y aspirante corazón: "¡Oh,
qué infeliz soy...! El bien que quisiera hacer, no lo hago y el mal que no
quisiera hacer, es lo que hago... Me deleito en la ley de Dios si sigo mi
interior; pero veo otra ley en mis miembros luchando contra la ley de mi
imaginación y veo también que consigue reducirla a cautividad bajo la ley del
pecado que está en mis miembros..." (Rom. 7:19-24.)
Si se prensa una flor, su fragancia queda en libertad y llena todo su alrededor
con su grato perfume, deleitando a los que son lo bastante afortunados para
encontrarse cerca. Los golpes aplastantes del destino pueden vencer a un
hombre o a una mujer que haya alcanzado el punto de la eflorescencia, pero
sirven únicamente para hacer sentir la dulzura de la naturaleza y elevar la
hermosura del alma hasta brillar con un efluvio que señala a su poseedor como
con un halo. Entonces es cuando está en el sendero de la Iniciación.
Se le enseña cómo el uso desenfrenado del sexo, sin respeto por los rayos
estelares, le ha aprisionado en el cuerpo, y como éste le encadena y como, por
medio de un uso apropiado de aquella misma fuerza en armonía con las
estrellas, puede gradualmente mejorar y espiritualizar su cuerpo y obtener
finalmente la liberación de la existencia concreta.
Un constructor de buques no puede construir uno de sólido roble empleando
tablones de abeto, por ejemplo. El "hombre no recoge uvas de espinos". Lo
igual produce siempre algo semejante y un expectante "ego" de naturaleza
apasionada es atraído hacia padres de naturaleza semejante, donde su cuerpo
es concebido bajo el impulso del momento en una ráfaga de pasión.
El alma que ha gustado la copa del dolor producido por el abuso de la fuerza
creadora y ha bebido hasta las heces de la amargura allí acumulada, buscará
gradualmente padres de menos y menos apasionada naturaleza hasta que
obtenga al fin la Iniciación.
Habiendo sido mostrado en el proceso de la Iniciación la influencia de los
rayos estelares sobre el parto, el cuerpo próximo que se le facilite será
generado por padres Iniciados, sin pasión, bajo la constelación más favorable
al trabajo que el "ego" contempla. Consecuentemente los Evangelios (que son
fórmulas de Iniciación) comienzan por el relato de la Inmaculada Concepción
y terminan con la Crucifixión, ideas ambas maravillosas y a las que
llegaremos algún día, pues cada uno de nosotros es un Cristo en formación y
pasará algún día por el nacimiento místico y la mística muerte insinuados en
los Evangelios. Por medio del conocimiento podemos adelantar el día,
cooperando inteligentemente, en vez de frustrar estúpidamente, como ahora
por ignorancia, los fines del desarrollo espiritual.
En relación con la Inmaculada Concepción, erróneas interpretaciones
prevalecen todavía en cada punto; la virginidad perpetua de la madre aún
después de dar a luz a otros hijos; la baja posición de José, el supuesto padre
adoptivo, etcétera. Mirémoslos brevemente a la luz de los hechos que se hallan
registrados en la Memoria de la Naturaleza.
En algunos sitios de Europa las altas clases son llamadas, "bien nacidas" e
incluso "altamente bien nacidas", significando que son los retoños de padres
de elevada posición social. Tales personas, usualmente, miran
despectivamente a aquellos situados en más modestas posiciones. Nada
podemos decir en contra de la expresión "bien nacidos"; nosotros quisiéramos
que todos los hijos fuesen bien nacidos, de padres de alta condición moral, sin
importarnos su posición social. Hay una virginidad del alma que es
independiente del estado del cuerpo; una pureza de imaginación que hará
pasar a su poseedor a través del acto de la generación, sin mancharse con la
pasión y permitirá a la madre llevar a su hijo, en gestación, bajo su corazón
con amor independiente del sexo.
Antes de los tiempos de Cristo esto hubiese sido imposible. En los primitivos
tiempos de la carrera del hombre sobre la tierra, la cantidad era preferida sobre
la calidad y de aquí el mandamiento que le fue dado: "Caminad, sed
fructíferos y multiplicaos". Además, era necesario que el hombre olvidara
temporalmente su naturaleza espiritual y concentrase sus energías sobre
asuntos materiales. La indulgencia por la pasión del sexo estimula aquel
objeto y a la naturaleza del deseo se le dieron muchas alas. Floreció la
poligamia, y cuando mayor fue el número de los hijos, más se honró al
hombre y a la mujer, mientras que la esterilidad fue considerada como la
mayor aflicción posible.
En otras direcciones, la naturaleza del deseo iba siendo reprimida por leyes
dadas por Dios y la obediencia a las disposiciones divinas fue impuesta con
castigos fulminantes caídos sobre el transgresor, tales como guerras, pestes y
hambres. Una recompensa para los observadores cuidadosos de los mandatos
de la ley no era necesaria; los hijos de los justos y sus ganados y cosechas eran
numerosos; vencían también a sus enemigos y la copa de su felicidad
rebosaba.
Más tarde, cuando la tierra, después del Diluvio atlante, quedó suficientemente
poblada, la poligamia fue considerándose cada día más anticuada, resultando
de ello que la calidad de los cuerpos mejoró y en la época de Cristo la
naturaleza del deseo había llegado a ser tan dispuesta al control y al dominio,
por los individuos más adelantados de la humanidad, que el acto de la
generación podía ser llevado a cabo sin pasión, impreso con amor puro, de
manera que el hijo podía ser concebido inmaculadamente.
Tal fue el caso con los padres de Jesús. Se ha dicho de José que era carpintero;
pero no era un trabajador en madera. Era un "constructor" en el más alto
sentido. Dios es el Gran Arquitecto del Universo. Por debajo de Él hay
muchos constructores de variados grados de esplendor espiritual, más bajos
incluso que aquellos que conocemos con el nombre de francmasones. Todos
se esfuerzan en construir un templo sin "ruidos de martillo" y José no era
ninguna excepción.
Se pregunta algunas veces por qué los Iniciados son siempre hombres. No es
así; en los grados más bajos hay muchas mujeres, pero cuando un iniciado es
capaz de escoger el sexo, toma usualmente el cuerpo positivo masculino,
puesto que la vida que le llevó a la Iniciación ha espiritualizado su cuerpo vital
y le ha lecho positivo en todas las condiciones y tiene así entonces un
instrumento de la más alta eficacia.
Existen casos, sin embargo, en que las exigencias de un caso particular
requiere un cuerpo femenino tales, por ejemplo, para generar un cuerpo de
excelente tipo para recibir un "ego" de alto grado superlativo. Entonces un alto
Iniciado puede tomar un cuerpo femenino y atravesar de nuevo las sensaciones
de la maternidad, después acaso de haberla desconocido durante varias vidas,
tal como fue el caso con el hermoso carácter que conocemos por María de
Belén.
En conclusión, recapitulemos los puntos estudiados, o sea que todos somos
Cristos en formación; que alguna vez debemos cultivar caracteres tan sin
mancha alguna que nos hagan dignos de residir en cuerpos que sean
inmaculadamente concebidos y que cuanto más pronto comencemos a
purificar nuestras mentes de los pensamientos apasionados, más pronto
llegaremos a ello. En un análisis final solamente depende de la sinceridad de
nuestro propósito y de la fuerza de nuestra voluntad. Son tales las condiciones
actuales que podemos vivir puras existencias tanto si estamos casados como si
somos solteros, pero no son necesarias de ningún modo las frías relaciones de
hermanos, en cuanto al punto de vista de la castidad y pureza.
¿Está la vida de pureza absoluta, fuera del alcance de alguno de nosotros...?
No nos descorazonemos por ello. No se construyó Roma en un día, ni se ganó
Zamora en una hora. Conservémonos en esta aspiración aunque fracasemos
una y otra vez, pues el único y definitivo fracaso consiste en cesar de aspirar o
de dejar de intentarlo.
Que pueda Dios robustecer nuestras aspiraciones a la pureza
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