Permito que la voluntad de Dios sea mi voluntad.
Cuando estoy enojado o tengo miedo, puede que una parte de mí quiera responder bruscamente o esconderse. Sin embargo, parte de mí sabe que estas reacciones no tendrán un resultado positivo.
Para romper este ciclo, me detengo y respiro profundamente, alineándome con Dios.
La oración de fe me recuerda: “Dios es mi ayuda en toda necesidad”.
Pongo mis pensamientos a tono con el amor y la paz de la presencia moradora de Dios.
Sigo el ejemplo de Jesús y permito que la voluntad de Dios sea la mía.
Sé que cualquier cosa que la voluntad de Dios disponga para mí, será siempre buena.
Dispongo responder a cualquier circunstancia o reto con sabiduría y paz.
Porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre.— Marcos 3:35