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RECOLECIONES DE UN MISTICO: CAPÍTULO XVIII...OBSTÁCULOS EN LA MARCHA
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De: moriajoan  (Mensaje original) Enviado: 25/05/2010 14:34

 

 

OBSTÁCULOS EN LA MARCHA

 

Con bastante frecuencia se hace la observación por gentes que no

aman o simpatizan con nuestras aspiraciones de vivir la vida

superior, de que ésta convierte a los hombres en inútiles para el

trabajo del mundo. Desgraciadamente no se puede negar que haya

aparentemente una justificación para que se expresen de este modo,

aunque en realidad el primer requisito para vivir esta vida envuelve

una obligación ineludible de comportarse irreprochablemente en los

asuntos materiales, porque a menos de que seamos fieles en las

cosas pequeñas, ¿cómo podemos esperar a que se nos confíen

grandes responsabilidades? Por esta razón hemos juzgado

conveniente el dedicar una lección a la discusión de algunas de las

cosas que actúan como obstáculos de la marcha en la vida de los

aspirantes.

En el relato de la Biblia en el que el Rey envía a sus sirvientes con

invitaciones a la fiesta que ha preparado, se nos dice que su

invitación fue rehusada de varios modos. Cada uno de ellos tenía

cuidados materiales de comprar, vender, casarse y por lo tanto no

podía atender a las cosas espirituales y tal gente puede decirse que

representan a la gran mayoría de la humanidad del día, aquellos que

están tan embargados en los cuidados del mundo que no pueden

dedicar ni aún un pensamiento de aspiración hacia el camino

elevado.

Pero hay otros que se vuelven tan entusiasmados al primer sabor de

las enseñanzas superiores que están dispuestos a abandonar todo el

trabajo del mundo, repudiar cualquiera obligación y dedicar todas

las horas de su vida a lo que ellos llaman placenteramente "auxilio a

la humanidad". Todos ellos aceptarán sin esfuerzo que es necesario

pasar algún tiempo para hacerse un relojero, zapatero, ingeniero o

músico, y no se les ocurrirá siquiera soñar en abandonar sus

ocupaciones profesionales para establecerse como relojero, zapatero,

etc, justamente porque se sientan entusiásticamente inclinados hacia

esas ocupaciones. Todos sabrían que su falta de preparación

adecuada y propio entrenamiento les conduciría al fracaso, y sin

embargo, piensan exactamente así sobre la vida superior;

sencillamente creen que su entusiasmo de tales doctrinas les

adaptará inmediatamente para abandonar su puesto del trabajo del

mundo y dedicar su vida al servicio de su semejante, aunque sea en

el grado más ínfimo del que realizó Cristo en Su Ministerio.

Uno nos escribe al Centro General: "Yo he dejado de comer carne y

anhelo vivir la vida de asceta, lejos del ruido del mundo que pesa

sobre mí. Yo deseo dar mi vida por la humanidad". Otro dice: "Yo

deseo vivir la vida superior, pero tengo mi esposa que necesita de

mis cuidados y sostén. ¿Cree usted que estaría justificado el dejarla

para servir al prójimo?" Aún otro más que escribe: "Yo me ocupo en

mi negocio que no es espiritual, todos los días debo hacer cosas pero

están en pugna con mi elevada naturaleza, pero tengo una hija que

depende de mí para su educación. ¿Qué debo hacer: continuar o

abandonarla?"

Como es consiguiente hay otros muchos problemas que se nos

presentan, pero éstos sirven como ejemplos preciosos porque

representan un grupo que está dispuesto a abandonar su trabajo del

mundo a la menor palabra de ánimo y correr a las montañas en la

esperanza de que han de nacerles alas inmediatamente, rompiendo

las ataduras que les ligan y las obligaciones terrenales que se han

creado, sin ningún escrúpulo ni un momento de meditación.

Otro grupo aún nota alguna obligación, pero serían persuadidos

fácilmente para repudiarlas con objeto de que pudieran vivir lo que

ellos llaman "la vida espiritual". No se puede negar que cuando las

gentes pasan a este estado mental, cuando pierden su ambición de

trabajar en el mundo, cuando se hacen perezosos y negligentes en el

cumplimiento de sus deberes, merecen decididamente las censuras

de la sociedad.

Pero como ya hemos dicho antes, semejante conducta está basada

sobre una equívoca interpretación de las enseñanzas superiores y no

está sancionada ni por la Biblia, ni por los Hermanos Mayores.

Es un paso en la recta dirección cuando una persona cesa de

alimentarse de carne, porque siente compasión por el dolor de los

animales. Hay muchas gentes que se abstienen de la alimentación

carnívora en gracia a la salud, pero constituyendo esto un motivo

egoísta, el sacrificio este no constituye mérito. Cuando el aspirante a

la vida superior está dispuesto a abstenerse de la alimentación

cárnea porque comprende que la influencia refinadora de una dieta

exenta de carnes sobre su cuerpo, le ayudará en su deseo de hacer a

éste más sensitivo a las influencias espirituales, tampoco hay en ello

un mérito real.

Ciertamente, la persona que se abstiene de alimentos cárneos por la

salud obtendrá un gran beneficio, y la persona que no la toma por la

razón de hacer más sensitivo su cuerpo, también alcanzará su

recompensa en este sentido, pero desde el punto de vista espiritual

ninguno de los dos producirán grandes resultados.

Por otra parte, aquel que se abstiene de comer carne porque

comprende que la vida de Dios es inmanente en todo animal

igualmente como en él, que al final de cuentas Dios siente los

sufrimientos sufridos por el animal, que es una ley divina la de "no

matarás", y por último, que debe abstenerse por la compasión que

deben inspirarle los animales, sus hermanos menores en la

evolución, tal persona no se beneficia solamente en salud y en hacer

su cuerpo más sensitivo a los impactos espirituales, sino que debido

a la razón que le anima, se prepara una recompensa en crecimiento

de alma mucho más preciosa e inconmensurable que cualquier otra

recompensa. Así, pues, nosotros debemos abstenernos de comer

carne por todas las razones, pero esforcémonos que sea por un recto

motivo espiritual, o de lo contrario no afectará nuestros intereses

una sílaba.

Cuando uno de esos entusiastas dice que desea retirarse del mundo y

del ruido que le perjudica y sacude, para llevar una vida ascética, es

ciertamente una extraña idea de servicio. La razón por la que

estamos en este mundo es para que podamos obtener experiencias,

que se transforman en crecimientos del alma.

Si un diamante en bruto fuese colocado en un pozo por años y años

no sería distinto que antes de echarlo, pero cuando se pusiera en

contacto con la piedra de esmeril, el áspero proceso de

pulimentación separaría hasta el último átomo de la capa de cieno y

moho y daría lugar a la manifestación brillante de una bellísima y

luminosa gema. Todos nosotros somos diamantes en bruto, y Dios

es el Gran Lapidario, que utiliza el mundo a modo de piedra de

esmeril que lava y quita nuestra costra dura y fea, permitiendo que el

ego espiritual brille y se haga luminoso. Cristo fue un ejemplo

viviente de esto. Él no se retiró de los centros de civilización, sino

que se agitó constantemente entre el pobre y el abatido, enseñando,

curando y ayudando hasta que por el glorioso servicio realizado, Su

cuerpo se hizo luminoso en el Monte de la Transfiguración, y Él,

que había trazado el Camino, dijo a sus oyentes que "estuvieran en

el mundo pero que no fueran de él". esta es la mejor lección que

todo aspirante debe procurar aprender.

Una cosa es el irse a las montañas donde no hay nadie que nos

contradiga o hiera nuestras susceptibilidades y mantener allí nuestro

equilibrio, y otra cosa es el mantener nuestro equilibrio y

ecuanimidad entre los hombres, donde todo nos excita, constriñe e

irrita, así como mantener incólumes nuestras aspiraciones

espirituales, pero cuando estamos en este terreno ganamos con ello

un dominio propio que no es posible alcanzar de ninguna otra

manera.

Sin embargo, aunque preparemos con exquisito cuidado nuestra

alimentación y nos abstengamos de comer carne o cualquier otra

sustancia contaminada externamente, aunque querramos ir a las

montañas para escapar a las sórdidas condiciones de la vida y

aunque deseemos separarnos de todas las cosas externas que puedan

servir de obstáculos en el camino de nuestro progreso, todavía queda

el punto más importante, es decir, las cosas que vienen de nosotros

mismos, desde "adentro", ¿qué diremos de los pensamientos que

tenemos en nuestras mentes y de nuestro alimento mental?

No nos servirá de nada el que alimentemos a nuestros cuerpos con

néctar y ambrosía, el alimento etéreo de los dioses, cuando la mente

es un osario, poblada de bajos pensamientos, pues entonces sólo

seremos sepulcros blancos, bellísimos para ser contemplados desde

afuera, pero llenos en su interior de hedores nauseabundos, y esta

condición mental puede mantenerse tan fácilmente y aún mejor en la

soledad de las montañas, o en los llamados retiros solitarios, que en

una ciudad donde estamos ocupados y distraídos con nuestro trabajo

y vocación. Es indudablemente una verdad el dicho de que "un

cerebro desocupado es el taller del demonio", y el camino más

seguro de alcanzar una pureza interna y limpieza de corazón es el

mantener nuestra mente ocupada todo el día, guiando nuestros

deseos, sentimientos y emociones hacia los problemas prácticos de

la vida y trabajando cada uno en su inmediato alrededor ambiente

para encontrar al pobre y al necesitado sobre los que podemos hacer

llegar nuestro auxilio cuando el caso lo requiera. Aquella clase o

grupo que no tiene ataduras u obligaciones propias, puede crearlas

mediante el amor o la amistad con aquellos que sean amorosos y

amigos.

Pero en cuanto al cuidado de un familiar, esposa, hija, esposo o

cualquier otro que requiere nuestro sustento, recordemos las

palabras de Cristo cuando dijo: "¿Quién es mi padre o mi

hermano?", y contestó a su pregunta diciendo: "Aquellos que hacen

la voluntad de mi padre." Estas palabras han sido mal interpretadas

por algunos que han supuesto que Cristo desdeñaba sus relaciones

físicas por las espirituales, pero solamente es necesario recordar que

en los últimos momentos de Su vida sobre la tierra llamó hacia Él a

su discípulo bien amado y llevándole hacia Su Madre se lo dio como

a su hijo y a San Juan le encargó el cuidado de ella como Su Madre.

El amor es la fuerza unificadora de la vida y de acuerdo a las

enseñanzas superiores estamos obligados a amar a nuestra especie,

pero también a extender a todo lo demás de la naturaleza nuestro

sentimiento amoroso. Es muy bueno que amemos a nuestros padres,

pero debemos aprender también a amar a los padres de los demás

como si fueran hermanas y hermanos, pues la fraternidad universal

nunca será un hecho mientras nuestro amor individual quede

confinado a nuestra familia. Nuestro amor debe incluir a todo.

Hubo uno entre los discípulos de Cristo a quien Él amaba

especialmente y siguiendo su ejemplo, también nosotros podemos

hacer objeto de nuestras afecciones más tiernas a algunos, aunque

bueno será que amemos a todos y les hagamos el bien aun a aquellos

que nos traten despiadadamente. Estos son ideales elevados y

difíciles de ejecutar en nuestro presente estado de desarrollo, pero al

igual que el marinero conduce su buque con auxilio de la estrella

Polar y alcanza su puerto de salvación pero no la estrella en sí, así

también nosotros, colocando muy altos nuestros ideales, viviremos

vidas más nobles y mejores que si no tenemos aspiración alguna y

con el tiempo y después de muchos nacimientos llegaremos

indudablemente, porque la inherente divinidad que reside en

nosotros lo requiere imperativamente.

Finalmente, entonces, para resumir, no importa realmente donde

estamos colocados en la vida, si en una situación elevada o de otro

modo. El ambiente actual con sus oportunidades y limitaciones es

precisamente el que requieren nuestras necesidades individuales y

elegido por nuestro propio destino con anteriores existencias. Por lo

tanto, contienen precisamente la lección que debemos aprender para

progresar ordenadamente. Si tenemos esposa, hijas, u otras

relaciones familiares que nos atan a tales ambientes, deben ser

consideradas como una parte de lo que nos ha tocado en suerte, o

mejor dicho, algo que es necesario tener en cuenta y, si cumplimos

con ellas nuestro deber, aprendemos la lección necesaria.

Si, aun más, son antagónicas a nuestras creencias y opiniones, si no

tienen simpatía hacia nuestras aspiraciones, si nos vemos precisados

a trabajar en una profesión, por razón de ellas, o hacer cosas que no

nos gustan, esto es porque debemos aprender algo de tales antipatías

y el camino adecuado para el aspirante sincero es el mirar a tales

condiciones valientemente, cara a cara, con la idea de averiguar qué

es lo que hace que sean como son. Esto seguramente no será una

cosa fácil. Puede que ello requiera semanas, meses o años para

resolver este problema, pero si el aspirante toma pacientemente este

trabajo, puede estar seguro que la luz se hará algún día, y entonces

verá lo que es necesario hacer y el porque se le impusieron

condiciones semejantes. Cuando haya aprendido esta lección o visto

el propósito de ella, él podrá si tiene el espíritu preparado para ello,

por medio de la oración sobrellevar su cruz, pues entonces verá que

se halla en el sendero seguro y que es una seguridad absoluta de que

tan pronto como la lección haya sido aprendida, se le abrirá un

nuevo camino que le indicará el próximo paso en el sendero del

progreso. De este modo los "obstáculos de la marcha" se convertirán

en "escalones" lo que nunca hubiera ocurrido si los hubiéramos

evitado. Relacionado con este asunto copiamos el bellísimo poema

siguiente:

"No perdamos el tiempo en sueños

de brillantes, pero cosas imposibles.

No nos sentemos aguardando

a que nos nazcan las alas de ángel.

No nos burlemos de las lamparitas,

pues no todos podemos ser estrellas,

sino que cumplamos con nuestra obligación

brillando precisamente donde estemos.

Es tan necesaria la lámpara más pequeña

como el luminoso y brillante Sol;

y la más humilde hazaña se ennoblece

cuando se ha hecho con amor.

Quizás nunca se nos llame para iluminar

las tinieblas de aquellas lejanas regiones.

Así, pues, llenemos nuestro cometido

brillando precisamente donde estemos".

 

 
 


 
 
 


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