Olvidarme de mi singularidad, de mi naturaleza única, crea falta de propósito y significado. Estar apegada a mi singularidad crea arrogancia que cancela la benevolencia. El universo reconoce mi contribución única a la vida. Yo también debería hacerlo.
Si les pido a los demás que me muestren amor y respeto, lo que he de hacer es hacerme digna de recibir amor y respeto. Si espero que los demás sean virtuosos y comprensivos, lo que he de hacer es convertirme en lo que quiero que sean los demás. Si tengo la expectativa de que los demás me den lo mejor de sí, lo que he de hacer es aceptar lo que sea que me den y empezar a partir de ahí. Si me agarro a los demás convencido de que ellos son la fuente de mi felicidad, lo que he de hacer es soltar estos apoyos adictivos. Ser libre.
He de aprender a:
Convertirme
Cambiar
Aceptar
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