¿CUÁLES SON LAS ENSEÑANZAS ROSACRUCES?
Carta a la Sede Central de agosto de 1989
por Francisco-Manuel Nácher
El Manual de Instrucciones y Normas y Reglamentos para la
Administración de Centros con Carta Patente y Grupos de Estudio de
nuestra Fraternidad establece, hablando sobre el Estrado que,
quienes desde él hagan uso de la palabra, “deberán limitarse a exponer
solamente aquellos temas que sirvan para difundir las Enseñanzas de
la Fraternidad Rosacruz”.
Pero, ¿qué alcance tiene ese mandato? ¿cuáles son las
Enseñanzas de nuestra Fraternidad? ¿dónde empiezan y dónde
terminan?
Con una interpretación restringida, prácticamente literal, parece
querer decir que sólo se podrá repetir lo que se contiene en los libros
de Max Heindel y de su esposa y tal como en ellos se contiene. O sea
que, prácticamente, la actuación desde el Estrado debería limitarse a
leer dichos libros.
Pero, enseguida surge la pregunta: ¿Y qué pasa con los libros de
Corinne Heline, sobre los que nada se ha dicho oficialmente por la
Sede Central? ¿ Y con los de Elman Bacher? ¿Y con lo que se dice en
los artículos que aparecen el Rays from the Rose Cross, escritos por
probacionistas y aún por estudiantes?
Por un lado, pues, no sabemos dónde terminan las Enseñanzas,
puesto que los trabajos últimamente citados, no cabe duda de que se
publican por la propia Fraternidad, con el exclusivo fin de difundir sus
propias Enseñanzas. Y tampoco cabe duda de que adoptan las más
variadas formas literarias: Artículos, poemas, cuentos, parábolas,
leyendas, mitos, etc.
Pero, por otro, si admitimos esto, ¿por qué no admitir también
los escritos de otros probacionistas que no se publican en dicha revista
porque no escriben en inglés? Porque, ¿qué tienen los estudiantes y
probacionistas de habla inglesa que no tengan los de habla hispana o
francesa o portuguesa, por ejemplo?
Vistas así las cosas, no resultaría posible fijar unos límites,
porque lo que para unos podría resultar aceptable, para otros podría no
serlo. Es el peligro de las interpretaciones literales.
Hay que tener siempre en cuenta que, en toda ley, se dan,
simultáneamente, la mens legis y la mens legislatoris, literalmente “la
mente de la ley” y “la mente del legislador”, es decir, por un lado lo
que dice la ley textualmente, literalmente, gramaticalmente, y, por
otro, lo que el legislador quería decir con esas palabras. De ahí la
necesidad de la interpretación, que compagina ambas.
La cosa, pues, no parecería tener fácil solución si no nos
fijásemos en dos cosas:
1ª.- Que Max Heindel resume toda su filosofía en la afirmación
de que “El servicio amoroso y desinteresado que
prestamos a los demás es el camino más corto, más
seguro y más gozoso hacia Dios”
2ª.- Que Cristo resume los diez mandamientos de Moisés en sólo
dos: “Ama a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo
como a ti mismo”. Y no vamos a dudar de que nuestra filosofía lo
único que pretende es difundir la doctrina de Cristo.
Con estas dos ideas claras, la única interpretación
plausible de lo establecido por el Manual de Instrucciones es la de
que está prohibido exponer desde el Estrado todo lo que
se oponga a lo enseñado por la Filosofía Rosacruz.
Estaría prohibido, pues, predicar el odio o la apropiación indebida o el
egoísmo, o asegurar que no tenemos cuerpo vital o que éste no es
importante para nuestra evolución, o afirmar que el infierno existe y es
eterno, o pretender que Eva fue realmente formada de una costilla de
Adán.
Pero de ningún modo podría estarlo el exponer lo que esté de
acuerdo con nuestra Filosofía, sea cualquiera el modo en que se haga.
Y, por tanto, será correcto describir el funcionamiento del cuerpo de
deseos, y relatar lo ocurrido en el Gólgota con la sangre de Cristo, y
explicar en qué consiste la Inmaculada Concepción, pero será igual de
correcto hablar del amor desinteresado, del servicio al prójimo o de la
caridad o de la fe o de la devoción con el fin de fomentarlas. Y todo
ello se podrá hacer, bien directamente, bien mediante símiles,
historias, parábolas, poemas, cuentos, mitos, leyendas, etc. Porque lo
interesante no es la forma, sino el contenido. Ya que cada cual tiene
unas posibilidades de expresión y unas capacidades de comprensión
exclusivas, y cada cual, por tanto, responde a ambas y evoluciona con
ambas. Por eso, cada uno de esos trabajos gustarán siempre más a
unos que a otros. Pero eso es normal. Y todos estarán dentro de lo que
decía Cristo, de lo que dijo Max Heindel y de lo que debemos decir
quienes seguimos a ambos.
De otro modo el Estrado se convertiría exclusivamente en una
especie de cinta magnetofónica en la que estuvieran grabados los
textos de los libros de la Fraternidad. E, incluso entonces, nadie podría
evitar que esas palabras, las mismas siempre, cada cual las entendiese
de modo distinto, según su personal y exclusiva capacidad.
Está claro, pues, que lo que el texto del Manual de
Instrucciones citado hace es prohibir lo que vaya en
contra de las Enseñanzas, tanto de Max Heindel como de
Cristo, que son las mismas.
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