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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: thomassalas  (Mensaje original) Enviado: 24/07/2010 16:28



 
No somos el mensaje, somos los mensajeros, el mensaje es el Amor

Preste atención. Infinitos mensajes llegan a su vida para ayudar a que cambie,
pero así como vienen se van. La rutina, la seguridad, la indiferencia y la
costumbre los echan a patadas. La mente social alerta sobre el peligro de
escuchar a los desconocidos, teme perder el control. Perpetuar una realidad
apática y desequilibrada es el propósito de los que pretenden que el hombre
permanezca de rodillas y en las sombras. Deje de matar al mensajero. Escuche. La
vida quiere verlo disfrutar. Rompa sus cadenas. Vibre.

Cristo, Buda, Krishna, Mahavira, Lao Tse, Chuang Tzu, un perro, una abeja, un
pájaro, una flor, un vagabundo... Qué importa quién transmite el mensaje. Lo que
vale es lo que se nos quiere decir. Sólo cuenta lo que la existencia, a través
de sus infinitas formas, nos hace llegar para que evolucionemos. Pero si en este
momento su mente está horrorizada preguntándose “¿cómo se le ocurre igualar a
Cristo con un perro?”, me temo que usted no está comprendiendo lo que intento
decir, y quizás sea de los que piensan que sólo los que van a misa están
cercanos a Dios.

Las diferencias están en nuestra cabeza. En nuestras particulares formas de
percibir y entender el mundo. La existencia no discrimina. Utiliza todo lo que
nos rodea para acercarnos aquello que nos quiere decir. Somos nosotros quienes
hacemos las distinciones, quien distorsionamos según nuestros miedos,
condicionamientos o conveniencias.

Las fronteras y las separaciones son inventos del hombre que muy pronto
sucumbirán. Esas divisiones son las que conducen a las guerras, al aislamiento y
a la destrucción. Son las que nos hacen creer diferentes. Las que impiden que
nos reconozcamos como hermanos y que nos sintamos uno con el Todo.

La realidad es inmensamente rica. Nuestras miradas mezquinas son las que la
muestran descolorida y pobre. El pájaro, con su vuelo, nos enseña la libertad.
La nube, con sus transformaciones, nos enseña a fluir. La flor, expandiendo su
aroma, nos enseña a ser generosos. Todo enseña. A su modo, todo comunica. Varía
el lenguaje, cambia la forma de expresión que adopta lo que se nos pretende
transmitir, eso implica que debemos estar más atentos, más despiertos, cada día
más conscientes.

Si cambiamos nuestra percepción, si ampliamos la mirada y conectamos con la
existencia, por medio del corazón, podemos trascender nuestras limitaciones. Y
cuando lo hagamos, no importará quien nos acercó el mensaje, porque habremos
comprendido que las categorizaciones corresponden a una función de la mente, y
que todo, absolutamente todo, forma parte del Creador.

Lo que marca la diferencia no es quién lo dice, sino qué se nos dice. El valor
del mensaje está en su poder de transmutación, en su fuerza para impulsar los
cambios. Si lo que recibimos nos ayuda a convertirnos en personas más positivas,
sensibles y equilibradas, éso es lo que verdaderamente cuenta. El mensajero es
como la baranda de una escalera, cumple una función, constituye un medio para
ayudar a elevarnos.

No se olvide que la mejor manera de que alguien continúe preso es haciéndole
creer que está en libertad. Tenemos que abrir los ojos. Pensamos que somos
libres, sin embargo estamos cautivos por nuestras estructuras mentales.
Permanecemos inmovilizados por las cadenas de las creencias. Así no hay
posibilidades de remontar vuelo.

Si continuamos con el corazón cerrado, sin darnos el permiso de humanizar
nuestros días, el sufrimiento, la violencia y la desesperanza serán el aire que
respiremos. Aduéñese de su vida. ¿Por qué restar pudiendo sumar? ¿Por qué elegir
quedarnos estancados, rumiando penas, pudiendo ser felices? El exterior sólo nos
muestra un reflejo de nuestro interior. Si lo que vemos fuera no nos gusta,
cambiemos entonces lo que está dentro y mágicamente nuestra vida será otra. Se
volverá luminosa.

Aprendamos a conocernos. Descubramos quiénes somos. Recuperemos el vínculo con
nuestro niño interior. Sólo cuando demos este primer paso podremos confiar.
Recién ahí conectaremos con la esencia de los mensajes. Ese día no importará si
fue Cristo, Buda, la naturaleza, una mariposa o una flor quien nos acercó la
enseñanza. Habremos comprendido que la existencia, fiel a su naturaleza
creativa, se disfraza de millones de maneras para acercarnos aquello que
necesitamos saber....

Que caigan nuestras barreras.
Demos paso al mensajero.
Lo que importa es el mensaje.


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