Cuando se trata de Dios y el hombre, sólo existe un lenguaje, y ese lenguaje es la espiritualidad que a su ve es el lenguaje del amor. La espiritualidad es la universalidad de la Verdad, la Luz y el Deleite. La espiritualidad es la necesidad consciente de Dios. La espiritualidad es la oportunidad constante de realizar y probar que todos nosotros podemos ser tan grandes como Dios.
Dios es Deleite. El Deleite es el hálito del alma. Dios no quiere ver el rostro de la tristeza. Dios nos dará la infinitud en el momento en que estemos dispuestos a ofrecerle tan sólo un destello del deleite de nuestra alma.
El mundo está afligido. Nosotros somos responsables de ello. Nuestros sentimientos de auto-interés y auto-importancia son totalmente responsables de ello. La conciencia individual debe expandirse. El hombre necesita inspiración. El hombre necesita acción. La espiritualidad necesita al hombre. La espiritualidad necesita cumplimiento absoluto. La espiritualidad posee el ojo interno que enlaza todas las condiciones de la vida con certeza interna.
El hombre puede hacer y deshacer sus condiciones externas mediante sus pensamientos espirituales. Para el que lleva a Dios en sus pensamientos y acciones, sólo para él, Dios es una Realidad viviente.
La espiritualidad posee una llave secreta que abre la Puerta de lo Divino. Esta llave es la meditación. La meditación simplifica nuestra vida externa y energiza nuestra vida interna. La meditación nos da una vida natural y espontánea. Esta vida llega a ser tan natural y espontánea que no podemos respirar sin tener conciencia de nuestra divinidad.
La meditación es un regalo divino. Es la aproximación directa, pues conduce al aspirante hacia Aquel de quien ha descendido. La meditación nos dice que nuestra vida humana es algo secreto y sagrado y confirma nuestra herencia divina. La meditación nos da un nuevo ojo para ver a Dios, un nuevo oído para oír la Voz de Dios y un nuevo corazón para sentir la presencia de Dios.
La espiritualidad no es mera tolerancia. Ni siquiera es aceptación. Es el sentimiento de unicidad universal. En nuestra vida espiritual consideramos lo Divino, no sólo en términos de nuestro propio Dios sino en términos del Dios de todos. Nuestra vida espiritual establece firme y seguramente las bases de la unidad en la diversidad.
La espiritualidad no es mera hospitalidad con la fe en Dios de los demás. Es el reconocimiento y la aceptación absoluta de su fe en Dios como la propia de uno. Difícil, pero no imposible, puesto que esta ha sido la experiencia y la práctica de todos los Maestros espirituales de todos los tiempos.
La «Verdad» ha sido el problema de los problemas en todas las épocas. La verdad vive en la experiencia. La verdad en su aspecto externo es sinceridad, veracidad e integridad. La verdad en su aspecto interno y espiritual es la visión de Dios, la realización de Dios y la manifestación de Dios. Eso que respira eternamente es la Verdad. Incitador del alma es el grito de nuestros videntes