Generalmente hay dos tipos de amistad:
una que nutre y ofrece apoyo y otra
que se basa en el egoísmo y los chismes.
Todos necesitamos amigos que
nos apoyen espiritualmente.
Los amigos espirituales nunca son engañados
ni se afectan adversamente por la negatividad.
Aceptan a los demás como son y a la vez
mantienen la consciencia del potencial que
hay en cada uno. Creen en los demás y les ven
con una actitud constante de respeto,
fe y paciencia, no importa lo que suceda.
La amistad espiritual sólo es posible
cuando no dependemos de recibir el amor
o aprobación de los demás.
Esto sucede a medida que desarrollamos
nuestra relación con el Alma Suprema,
nuestro verdadero amigo
y fuente de fortaleza y bienestar.
Desarrollando esta relación con Dios,
nuestra benevolencia fluye
de manera incondicional.
Empezamos a compartir paz y amor,
no de acuerdo a los méritos,
sino debido a que es nuestra
naturaleza intrínseca el hacerlo.
Lo opuesto a la amistad espiritual
es la dependencia, en la que se da
un mercadeo sutil: "Te daré amor
si tú me lo das a mí".
La amistad espiritual está libre de tales
juegos engañosos de dar y tomar.
Los amigos espirituales son
"in-dependientes":
enfocados hacia el interior,
son capaces de "depender" de sí mismos
como fuente de bienestar.
Esto hace posible que sigan dando,
en vez de tomando.
Por tanto, convirtámonos
en un verdadero amigo
de nosotros mismos y de los demás.