La evolución a través de millones de años ha hecho que creamos en un Dios omnipresente,
omnisciente y omnipotente pero para desarrollar la fe en este Dios hemos tenido que pasar
por creer en otros dioses de muy diferentes naturalezas, incluyendo aquel que si no cumplíamos
sus leyes destruía lo que teníamos con tal de que le temiéramos. Las religiones actuales han
sido creadas para despertar la fe en Dios y para hacernos ver que es un Dios amoroso,
sin embargo, estas religiones se diferencian unas de otras para satisfacer las necesidades
de las personas según su fe, sus creencias y su individual desarrollo espiritual. Por
último, hace poco más de un siglo se ha hecho pública una enseñanza que nos habla
también de un Dios amoroso y benevolente pero que nada tiene que ver con los
pero en cierto modo "malvado", para terminar con la búsqueda de un Dios amoroso
que se encuentra en un lugar llamado Cielo. Son pocos los místicos y filósofos
de los últimos siglos los que han cambiado todas estas creencias para afirmar
que Dios no se encuentra en ningún lugar tal y como por lo general lo
entendemos, sino que se encuentra dentro de nosotros mismos.
Es lógico que cualquier persona aún ignorante de esta pequeña parte de la verdad
se pregunte que cómo puede estar Dios dentro de nosotros. La respuesta, aunque
demasiado simple, es que es el mismo caso que si decimos que dentro de una
pequeña semilla hay un gran y fuerte árbol. Desde los filósofos griegos hasta
nuestros días se ha escrito mucho sobre el hecho de que somos parte de Dios,
(puesto que nos ha creado) de que todos somos hermanos en Espíritu, o incluso
de que todos tenemos que encontrarle y volver a Él. En mi opinión, han tenido
que ser los verdaderos ocultistas e iniciados los que más claro han dejado la
idea de quién es Dios y dónde se encuentra, llegando a la conclusión, por tanto,
de que Dios se encuentra dentro, y no fuera de cada uno de nosotros. De ahí que
las escuelas de ocultismo como la Fraternidad Rosacruz Max Heindel hagan
hincapié en que si de verdad queremos encontrar a Dios debemos desarrollar
nuestro propio Espíritu que tiene todas las posibilidades de Dios mismo de
forma latente. Como muestra de ello solo hay que volver la mirada atrás y ver
como hemos cambiarlo en estos últimos dos mil años, claro que, admitiendo
que el Alma que habitaba los cuerpos de quienes disfrutaban viendo morir a
los cristianos en los circos romanos son las mimas que hoy ha
bitan nuestros cuerpos y que no podrían ver ese espectáculo.
Cada uno de nosotros (como persona) está unido a un Espíritu, aunque separado
temporalmente, parte de Dios para que a través de las experiencias de cada
renacimiento en un cuerpo diferente, desarrolle los poderes latentes de su Dios
creador en poderes dinámicos externos. Y si Dios es amor y es omnipresente,
omnisciente y omnipotente, está claro que el problema es de que no hemos
desarrollado apenas nada de lo que Él es y por eso no le encontramos. Es decir,
cuando nuestra nota clave vibracional sea la suya, nos identificaremos con Él y
emitiremos todo lo que Él emite, pero mientras nuestra lira (nuestros cuerpos)
suenen tan en desacorde respecto a la Suya, no seremos capaces de oír ni
siquiera una nota armónica de Él. Así es que, si queremos encontrar, sentir e
identificarnos con Dios tenemos que desarrollarle en nuestro propio Espíritu
y en nuestro propio ser y conciencia. Pero donde no le encontraremos igual que
en nosotros mismos es en el exterior ni en ningún lugar concreto. Dios está en todo
lo existente puesto que todo lo existente es parte de su propia creación, pero Dios
no es una piedra ni es el Sol como tampoco nosotros somos el cuerpo físico
que algún día abandonaremos para que vuelva a su origen. Dios es la Vida y
la conciencia que abarca el universo como la vida y la conciencia de nuestra
Alma abarca a nuestros cuerpos, pero Dios como esencia es uno y ese Uno
también está en nosotros como Espíritus parte de Él que somos.
Es fácil que los poco versados en estos conocimientos digan: ¿Entonces, dónde está Dios?
La respuesta es: En todos y en cada uno de nosotros, la diferencia (distancia) es el estado
o grado de desarrollo de la consciencia. Pongamos un ejemplo, si nuestro cuerpo físico
fuera inmortal y cada célula (con su propia vida y conciencia) experimentara en todos
nuestros órganos del cuerpo, cumpliendo todas las funciones, aprendiendo todo el
funcionamiento del organismo y adquiriendo cada vez un mayor grado de consciencia
gracias a las experiencias de todo tipo en un cuerpo infinito (para ella) como el
nuestro, llegaría el momento en que su consciencia estaría en el mismo nivel
que la de nuestro cuerpo y se identificaría con él tomando conciencia de él como conjunto.
Por consiguiente y según la ley de analogía, nosotros, como conciencias, estamos
comenzando a identificarnos solamente con nuestro propio Yo o Alma pero será
solo a través de infinidad de renacimientos y experiencias en los diferentes
mundos (órganos de Dios) como elevaremos y engrandeceremos nuestra consciencia
hasta que nos sintamos uno con Dios. Sin embargo, aun tan lejos como estamos,
con cada pensamiento, obra y palabra amorosa y benevolente que
practicamos, nos acercamos un poquito más a Él.
En la época actual se llega a Dios de dos principales maneras, primera por el desarrollo
de la devoción y el amor a Dios tal y como lo hacen las iglesias, y segundo, por el amor
tal y como enseñan las escuelas de ocultismo unido al desarrollo de la mente y la
comprensión de esta filosofía oculta. Tanto una como otra ponen el énfasis en que hay
que desarrollar el aspecto interno haciendo el bien y amando al prójimo, pero la filosofía
oculta da la información necesaria para comprender perfectamente los planes de Dios
y cuál es el camino más corto para desarrollar el Dios que todos llevamos dentro.
Pero claro, que nadie piense que una escuela iniciática como la Fraternidad Rosacruz
va a facilitar mucho las cosas, todo lo contrario, facilita la enseñanza, la teoría,
pero no hace el trabajo por nosotros como cada uno de
nosotros no puede hacer la digestión por otros.
Así es que si queremos encontrar a Dios le tenemos que buscar dentro y eso no lo
conseguiremos si no aplicamos el conocimiento a la vida cotidiana y nos esforzamos
y sacrificamos por elevar nuestra conciencia para identificarnos cada día más con
Dios. Por consiguiente, la perfección, la salvación, la identificación y el desarrollo
de nuestro Dios interno no se conseguirá a no ser que regeneremos nuestra
personalidad, espiritualicemos el carácter y, en definitiva, transformemos nuestra
vida para que seamos unos verdaderos hijos de Dios en pensamiento, palabra y
obra. Pero lo mismo que a Dios no le encontramos fuera sino dentro de nosotros,
tampoco la transformación la podemos hacer con actividades externas ni en ningún
lugar físico concreto, sino que debe partir de dentro y de una fuerte y persistente voluntad.
La comprensión de estas enseñanzas se produce cuando a través del renacimiento,
el individuo siente la necesidad de obtener un conocimiento que hasta ese momento
no ha encontrado en las religiones, es decir, cuando su mente comienza a preguntarse
que quiénes somos, de dónde vemos y hacia dónde vamos. Pero hasta entonces anda
buscando a Dios fuera de sí mismo, o venerando imágenes o a un Dios personal sentado
en un trono en el Cielo desde donde vigila a sus hijos para decidir si premiarles o
castigarles. Por esto, al estudiante de filosofía oculta le cuesta asimilar y vivir de
acuerdo a estas verdades pero, al cabo de no mucho tiempo, se da cuenta de que
nada puede separarle de Dios puesto que Éste mora en su interior. Así es que el
estudiante encuentra en la filosofía oculta un consuelo enorme al comprender que
él es inmortal porque siendo un Espíritu hijo de Dios nada puede aniquilarle y
que, cuanto más se esfuerce por acercarse a ese Dios interno
más sentirá su presencia protectora y amorosa.
Para conseguir este acercamiento a Dios no solo se debe ser bueno y servir
amorosamente al mundo sino que también debe descubrir la palara oculta de la
Biblia y comprender la verdadera filosofía oculta, como por ejemplo, la de la Rosacruz
de Max Heindel. Por ejemplo, Cristo, aquel que dijo a sus discípulos: “Las obras
que yo hago las haréis y mayores aun”, dijo que venía a salvar al que creyera en
Él pero tanto esta frase como otros muchos párrafos de la Biblia y de la filosofía
oculta, tienen un doble sentido y explicación. Por tal motivo, el estudiante se va
encontrando cada vez más solo ante su destino y respecto a descubrir todas
estas verdades, hasta que al final comprende que solo él es quien puede
desarrollar los poderes latentes del Espíritu y hacer de ellos sus
instrumentos dinámicos que le ayudarán a encontrar a Dios.
El estudiante debe comprometerse y hacer muchas cosas pero uno de los
aspectos más importantes para su desarrollo es la plena confianza en sí mismo.
Además, debe asumir la responsabilidad por sus acciones; debe analizar sus
pensamientos, palabras y obras para ver dónde comete errores (para poder
evitarlos) y dónde o cómo desarrolla las virtudes; (para aumentarlas) debe
abandonar sus malos hábitos para desarrollar otro buenos; debe espiritualiza
su carácter; sacrificarse por superar las tentaciones y pruebas; debe dejar de
pensar egoístamente y esforzarse por servir a los demás; debe ver al prójimo
como hermanos en Espíritus e identificarse con la divina esencia en él escondida
por muy malvado que le parezca; y debe desarrollar la compasión de Cristo
siempre que pueda en su vida cotidiana. Resumiendo, el estudiante pasa
de buscar a un Dios exigente impuesto por las religiones a comprender que
el Dios que buscaba lo tiene dentro y que solo tiene que
esforzarse para sentir su presencia y su poder.
Como es evidente, este descubrimiento y esta comprensión de Dios a través de
la filosofía oculta le trae unos conocimientos nuevos que deberá aplicar a sus
actividades diarias, y uno de ellos es saber que las personas que le rodean
también tienen esa misma chispa divina parte de Dios dentro de ellas. Esto
significa que ya no les debe considerar como antes, los “malos” no se deben
considerar como tal (como normalmente se hace) sino menos evolucionados
respecto al desarrollo espiritual o interno. A los ricos tampoco se le debería
tener envidia ni criticarles por ser así, sino comprender que son así, están
donde están y tienen lo que tienen por méritos propios y como efecto de sus
obras del pasado. Estos conocimientos, junto a otras muchos que obtenemos
de la filosofía oculta, deben llevar al estudiante a desarrollar la paciencia, la
comprensión, la tolerancia, la admiración, la compasión…, con lo cual
dará un paso más en su acercamiento a su Dios interno.
Cuando el aspirante espiritual alcanza este grado de desarrollo sabe que, además de
no ser egoísta en ningún sentido, debe desarrollar el servicio amoroso y desinteresado
a los demás. Dicho de otro modo, se da cuenta de que ya no le molestan tanto los
hechos de los demás ni le entorpecen tantas cosas, lo que le lleva a ser más sensible,
más tierno y considerado, y más impersonalmente fraternal con todos. El desarrollo
espiritual que acerca al Dios interno no se consigue por normas filosóficas, ni por
hechos altruistas forzados, ni por el remordimiento de la conciencia, se consigue
por los dictados del corazón, y para escucharle hay que llevar a cabo lo dicho
en párrafos anteriores pero, sobre todo, hay que ser amorosos y compasivos.
Pero hay personas que les cuesta o que no saben cómo manifestar el amor y la compasión
desde el corazón. En estos casos hay que trabajar con la mente para llegar al corazón, o
sea crear pensamientos y actitudes respecto al prójimo que obliguen a crear sentimientos
y deseos de ese tipo. Una persona puede ver a un mendigo y actuar de dos maneras,
interesarse o ser indiferente. Para despertar el corazón debería interesarse y pensar
que es muy posible que tenga hambre y sed y que pase frío y no tenga dónde dormir,
de esta forma se puede despertar el corazón y hacerse un servidor amoroso y compasivo
del prójimo. La mente es fría pero si la sabemos utilizar por medio de la voluntad hará
lo que queramos, por tanto, no hay que prestarla atención cuando es indiferente o piensa
lo contrario de lo que sabemos que es correcto y útil para nuestro desarrollo espiritual.
Pero, cuidado, el verdadero y profundo sentimiento que nace del corazón y que lleva a
Dios no debe ser forzado, egoísta e intelectualmente frío, sino que debería llevar un
sentimiento como el que debía tener Cristo en sus tres años de predicación. Solo se
puede considerar las obras verdaderamente buenas cuando los sentimientos, deseos
y emociones son espontaneas y sinceras y no cuando son mantenidas por la coacción
y la autodisciplina; entonces se desarrolla el Espíritu
que nos bendecirá con una respuesta amorosa.
Si Dios es luz y amor como así está escrito, nosotros tenemos dentro de nosotros esa
luz y ese amor, y por mucho que creamos que es difícil manifestarlos o por muy malos
que nos consideremos, si dedicamos nuestra vida a buscar a Dios irán floreciendo de
nosotros porque así está previsto en el Plan de Dios. Por consiguiente y si nadie lo
puede hacer por nosotros, trabajemos hasta el punto en que esa luz alumbre incluso
el camino de otros y que el amor nos haga ver a Dios en los demás y en todo lo que
nos rodea. No nos fijemos en lo duro que puede ser el trabajo ni en los impedimentos
que tenemos que superar, solo hay que tener presente que Dios así lo quiere y
que nos pone a nuestra disposición toda una serie de Ángeles y seres celestiales
que están deseosos de ayudarnos. Pero para que esto ocurra y aunque fracasemos
una y otra vez, no hay que dejar de intentarlo y de levantarnos después de cada
caída. Dios está en nosotros y alumbra nuestro camino ¡vayamos a su encuentro
y el mal se alejará de nuestro destino para dar paso a la felicidad interna!