LA GRAN NIVELADORA
Todo lo iguala la muerte
sin mirar lo que uno fuera.
En llegando,
a todos su justa suerte,
imparcial y justiciera,
va asignando.
Y al mal rey, tan venerado
por ministros y bufones
y vasallos,
lo pone en el mismo estado
que a sus pajes y peones
y serrallos.
Y al mendigo, despreciado,
pero noble en su pobreza
y devoción,
lo eleva, cual coronado
o miembro de la nobleza,
en su jergón.
Y al rico, ya sin riquezas,
y al noble, ya sin honores,
simples hombres,
los igualan sus larguezas,
sus vicios o sus horrores,
no sus nombres.
Y al honrado y al amable
y al honesto y al paciente,
con fervor,
los hermana, inimitable,
con la luz resplandeciente
del amor.
Porque, lo que a ella le importa,
terminada la función,
no es el traje
sino, en esta vida corta,
cuál fue la interpretación
del personaje.
Francisco-Manuel Nácher López
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