Cada hombre que viene al mundo
pasa la vida en busca de intimidad.
Quiere encontrar un "lugar suyo",
un rincón de seguridad y de calor humano.
Quien no encuentra la intimidad
es un hombre partido, fallido, un infeliz,
alguien que no se siente a gusto en su propia piel.
Un niño debe encontrar una intimidad
dulce y tierna junto al padre y a la madre.
¿Comprendes la terrible responsabilidad
de dos seres que transmiten la vida a un niño?
Un joven busca intimidad cerca de una muchacha
y viceversa y los hombres buscan la intimidad
en el matrimonio o en la amistad.
El fundamento de toda intimidad se llama. ¡amor!
La falta de amor y el egoísmo estorban
toda intimidad y, poco a poco,
hacen del hombre un "sin techo",
un solitario, un ser gastado,
siempre atareado y nunca satisfecho.
El drama de nuestro tiempo es que
nosotros no sabemos ya ofrecemos
los unos a los otros en la intimidad.
No podemos ya hospedarnos,
darnos un "lugar nuestro"
porque hemos abandonado al "amor";
porque hemos abandonado
la fuente de todo amor: ¡Dios!
Nosotros mismos no estamos
ya en la intimidad.