RIQUEZA NATURAL Y ESPIRITUALIDAD
La Biblia dice: “Benditos sean los pobres, porque de ellos es el Reino de los Cielos”. También
dice que es más difícil que un rico entre al cielo que un camello pase a través del ojo de una
aguja. Muchos otros pasajes parece que señalan que la pobreza es una bendición, y la riqueza
una maldición. ¿Por qué entonces las Iglesias solicitan dinero, y por qué la Fraternidad
Rosacruz está comenzando a hacer lo mismo.
Respuesta: Somos bien conscientes de que una lectura superficial de la Biblia puede y de
hecho da una apariencia de justificación a ideas como los de la pregunta anterior, pero
igualmente, aplicando sentido común, aparte de las Escrituras, es evidente que la pobreza no
puede considerarse como una virtud en sí misma. Tampoco las riquezas, como tales, debe
considerárselas como un defecto. El pasaje tomado de San Lucas "Bienaventurados los pobres
porque de ellos es el Reino de Dios", requiere una calificación. Esto es lo que San Mateo
manifiesta cuando escribe: "Bienaventurados los pobres de Espíritu, porque de ellos es el
Reino de los Cielos".
En el principio fue puesta la humanidad en la tierra para cultivarla, hacerla fértil, y tener
dominio sobre todas las cosas de ella. En otras palabras, tenían que laborar y, naturalmente,
los frutos de su labor tenían que aumentar. Conforme pasaba el tiempo las posesiones fueron
acumulándose, e igualmente los deseos del hombre para obtenerlas. Por consiguiente, en vez
de que el hombre domine al mundo y a las cosas de él, como dijo Emerson: "Las cosas
cabalgan sobre la humanidad y la guían". Muchísimas veces un hombre piensa que es dueño
de un almacén, un negocio, una fábrica, pero si tuviera que sentarse y tomar nota real e
imparcial de sus cosas, encontraría que la factoría y el almacén son sus dueños, de que es un
esclavo de sus posesiones; que éstas demandan su tiempo y la alegría de la vida, que de otro
modo sería suya. Vive en continuo temor de que pueda ser robado, o que un fracaso en los
negocios pueda arrebatarle sus posesiones. Nunca está en paz, siempre temeroso debido a sus
riquezas. Tal condición es demasiado común, y en ese sentido, la riqueza es ciertamente una
maldición.
Sin embargo, ese hombre no es pobre de Espíritu. Otro puede ser dueño legalmente de una
fábrica, dando empleo a un gran número de gente y puede todavía sentirse el Administrador
de Dios, cuidando de una cierta parte del trabajo del mundo. Como no se considera el dueño
personal de las cosas en su derredor, esa persona es en verdad, pobre de Espíritu, aunque en
un sentido legal puede ser rico. Más aún, si persevera en esta actitud mental hasta su muerte,
entonces es absolutamente cierto que ha acumulado una gran cantidad de tesoros en el cielo.
Por lo tanto es rico en ese lugar y entrará con banderas desplegadas sin importar que las
puertas sean microscópicas.
Similarmente, las iglesias pueden adquirir grandes riquezas en la tierra, y lograr tesoros en el
cielo si dichas riquezas las administran bien para el alivio de los que sufren. Esto no quiere
decir que se dé sin discernimiento a todos. El discernimiento, es con toda seguridad un gran
factor en el crecimiento del alma, y tenemos toda prioridad e incentivo para usar esa facultad
en el dar, así como en cualquier otro departamento de la vida. El dar sin discernimiento, con
frecuencia hace indigentes a las personas que de otra manera serían útiles. Ciertamente la
Biblia no es tan ilógica como para sostener que la pobreza en sí es una virtud, porque
entonces, todos, llevaríamos una vida de ocio, actitud ésta que, desgraciadamente es muy
común entre la gente dedicada a la vida superior. De hecho, mucha gente tendrá que dar
cuenta del por qué son pobres. Las oportunidades les llegan a todos y cada uno de nosotros, y
si hemos fracasado en tomarlas, si hemos derrochado el tiempo y los pequeños medios materiales
que hemos tenido, y por consiguiente, impedido de obtener más con que hacer el bien,
seguramente tendremos que rendir cuenta de nuestras acciones. Por el contrario, el hombre
rico que ha usado sus bienes bien, puede ser alabado por el modo en el que ha conducido los
negocios de su Padre.
En cuanto a la referencia a la Fraternidad Rosacruz, casi no vale la pena contestarla, porque,
por supuesto, cualquiera con discernimiento sabe que la Fraternidad Rosacruz, como tal, no ha
estado solicitando fondos para la Ecclesia o cualquier otra cosa. Algunos miembros, dentro de
la Fraternidad, han dado comienzo a un clamor para colectar fondos, y no existe razón del por
qué no pueda eso continuar entre ellos. Los medios con los cuales hacer el trabajo tienen que
obtenerse, y si los miembros sienten esa necesidad y desean suplirla, es ciertamente su
privilegio. El autor no tiene absolutamente derecho alguno para intervenir. Por consiguiente,
las cartas son publicadas, y las opiniones que son expresadas son correctas. Únicamente si
fueren instigadas por el autor, estarían fuera de lugar y en detrimento de la obra de la
Fraternidad, pues, como frecuentemente se ha dicho, no le es permitido a él solicitar contribuciones
para cualquier cosa, sea lo que fuere.
|