En el cristianismo exotérico y esotérico existe un bello ejemplo como modelo de la oración otorgada por Jesús, el Cristo, y en verdad es el más hermoso ejemplo. Sin embargo mucho antes de la Era Cristiana, los Místicos, los Avalares y aquellos a través de quienes la Luz de Dios brilló entre los hombres, supieron por inspiración divina cómo rezar.
Los Místicos y aquellos que fueron tocados con la Luz de la Conciencia Cósmica tenían una comprensión muy definida de los procedimientos de la oración. En el Mundo Occidental de hoy en día, millones de personas han divagado ampliamente en estos procedimientos, y al hacer sus oraciones largas y llenas de peticiones personales, se desilusionan con frecuencia por la aparente falta de eficiencia en sus oraciones o la ineficacia de rezar.
De acuerdo con el punto de vista místico, el rezar a Dios se basa en la convicción de que Dios es omnipotente, está presente en todas partes y dispuesto a escuchar nuestras peticiones sinceras. Esto es todo lo que deberíamos tener en mente al rezar. Sin embargo, la persona promedio al orar tiene en mente algunas suposiciones que lo descarnan al redactar sus oraciones y al aproximarse
El proceso de rezar es un método trascendente de comunión con Dios. Es el contacto personal más íntimo que los seres humanos puedan hacer con su Padre, el Creador de todos los seres. Debemos aproximarnos a este período sublime de comunión con pensamientos puros, pero sobre todo, con una comprensión clara de nuestros privilegios y una ausencia total de cualquier sentimiento de que tenemos algún derecho de pedirle a Dios que nos conceda nuestros deseos.
Los Místicos saben, además, que la oración verdadera se basa en una ley Cósmica y Espiritual. Esta ley es la siguiente: "Busca y encontrarás, toca y se te abrirá". Este antiguo precepto místico significaba que uno debe pedir a fin de recibir, que uno debe extender la mano a fin de obtener el objeto que se le otorga, que debemos expresar nuestro deseo antes de que sea concedido. Para el místico por lo tanto es una unión de mentes. No es una ocasión de suplicas personales, sino para la comunión espiritual. Hay un momento en que el alma dentro de nosotros y las partes mas recónditas y profundas de nuestro ser, conversan con Dios, sagrada, sincera y tranquilamente y expresan los anhelos más profundo de nuestro corazón y mente.
Las oraciones no deberían consistir en una representació n categórica de detalles o una lista larga de las cosas que creemos necesitar, sino simplemente la expresión del deseo por las bendiciones divinas.
Desde el punto de vista místico, nuestras oraciones deberían ser expresiones de deseos por la continuación de las bendiciones que Dios nos ha concedido y que El, en su sabiduría suprema, ha considerado apropiadas para nosotros. Siempre deberíamos tener en mente el pensamiento, "Hágase tu voluntad y no la mía". La simple expresión, "Que sea la voluntad del Padre de todos nosotros, que la salud pueda retornar a mi cuerpo", es una plegaria más concisa, honesta y digna que la que demanda o sugiere que Dios cambie la ley que está en funcionamiento ahora en nuestro cuerpo, dejando de lado ciertas condiciones específicas y estableciente oirás, simplemente debido a que esta es la conclusión a la que hemos arribado, siendo por el momento nuestro deseo más grande. Aquél que se vanagloria no debería pedir por la victoria en una oración. Al hacerlo, presume que él, por encima de los demás, debería ser el victorioso en una contienda, que Dios no ha hecho ninguna decisión y está esperando que el hombre presente su dictamen.
Los místicos se acercaban a Dios dispuestos a que cualquiera fuera su suerte en la vida, sería aceptada gustosa y silenciosamente, y todos los dolores y sufrimientos serían tolerados, si ésta era la voluntad de Dios. En muchas de estas plegarias encontramos expresado el pensamiento de que aun los sufrimientos, las tribulaciones y las pruebas de la vida eran agradecidos, ya que sin duda ellos eran el resultado del Plan Divino manifestándose en el individuo para algún propósito final, indudablemente bueno y fructífero.
Aprendan a orar, y hagan de la plegaria un verdadero placer en sus vidas y en la humanidad, ya que los llevará a un contacto más cercano de lo que nunca han estado con el gran Soberano del universo, mientras viven en este plano de existencia terrenal. Lleven a cabo con frecuencia sus Comuniones Sagradas.
Agradezcan a Dios por el aliento de vida y el retorno de la conciencia cuando se levanten en la mañana. Denle las gracias silenciosamente por cada bocado a la hora de comer. Expresen su aprecio para cada placer, cada regalo mundano, cada momento de felicidad y cada recompensa substancial de sus esfuerzos o los esfuerzos de otros. Al cierre del día. entren en la Comunión Sagrada de la oración y expresen su fe y confianza en la guía divina de su alma y conciencia durante la noche, y nuevamente agradezcan por el día y todas las oportunidades que éste trajo para llevar a cabo sus deseos y ambiciones, y de disfrutar de las bendiciones divinas. Hagan de la oración el placer trascendental y sublime de su ser interno más importante, más regocijante, más edificante y beneficioso para todo su ser, que cualquiera de sus experiencias terrenales.
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