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El Dios en mí ve y honra al Dios en ti.
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Veo el bien en ti, porque sé del bien en mí.
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Yo saludo ese lugar donde tú y yo somos uno.
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Yo honro al espíritu en ti que también está en mí.
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Mi energía más alta saluda a tu energía más alta.
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Te saludo con reverencia no a ti, sino a tu interior.
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Honro a tu verdad interna (no refiriéndome a ti como un ego).
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Mi saludo reconoce la igualdad de todos, y rinde honor a la santidad e interconexión entre todos, así como a la fuente de esa unión.
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Yo reconozco que dentro de cada uno de nosotros hay un lugar donde mora la Divinidad, y cuando nosotros estamos en ese lugar, nosotros somos uno.