La vida, como tal, no consiste del breve lapso que ocurre entre el primer y el último respiro, es algo mucho más prolongada, inmensamente acumulativa.

Decimos que tenemos vida y realmente lo que hacemos en cada experiencia de vida es preparando nuestro Adviento Existencial.  En esa preparación será fundamental que en algún momento ingresemos a nuestro interior y tomemos nota de lo positivo que en nosotros esta y amerita fortalecimiento, así como de todos aquellos elementos nocivos que debemos revisar y erradicar.  Luego, hemos de tomar un camino, continuaremos en el andado, o bien retomaremos el abandonado.  En ese ingreso a nuestro interior es fundamental la sinceridad; pues, cuando nos miramos a nosotros mismos con sinceridad adquirimos la capacidad de reconocer y admitir nuestros errores; de igual forma, cuando vemos la claridad interna de nuestro ser podemos decir que vivimos, mas no dormimos.  Esta mirada hacia nuestro interior es de gran importancia porque tenemos que reconocernos, tenemos que llegar a ver el núcleo de nuestra existencia para entonces ser capaces de aceptar la presente experiencia de vida; y con ella, todos sus inconvenientes.  Cuando somos capaces de aceptarnos a nosotros mismos, comenzamos a ver con claridad, a dominar miedos, a arrepentirnos de nuestros actos erróneos y así comenzar a purificarnos de todos los lastres acumulados, quién sabe desde cuando!  Para vivir feliz el presente hay que limpiar el pasado, reconocernos y aceptarnos, que no nos quede la menor duda! 

El Adviento nos invita a permitir que la Luz nos guie, a ingresar a nuestro pesebre interno.   Nos invita dejar la pasividad de la vida, esto es: dejar de ser simples reactores a las acciones externas y prepararnos para ser hombres y mujeres comprometidos con nuestra propia vida, hacedores de nuestra historia, a ser el actor principal del trozo de trama que es nuestra vida y que es parte del Excelso Drama Divino.  No permitamos que se nos escape ni una sola línea; pero para eso… hay que estar bien despierto y vigilar…