LA PERSONALIDAD Y LA REALIDAD
El Padre Universal otorga la personalidad a sus criaturas como un don potencialmente eterno. Tal don divino está destinado a funcionar en numerosos niveles y en situaciones universales sucesivas que van desde lo finito más bajo a lo absonito más elevado, aun hasta los límites de lo absoluto. La personalidad funciona pues en tres planes cósmicos o en tres fases universales:
1. Estado de ubicación. La personalidad funciona con igual eficiencia en el universo local, en el superuniverso y en el universo central.
2. Estado de significado. La personalidad funciona eficazmente en los niveles de lo finito, lo absonito y aun junto a los límites de lo absoluto.
3. Estado de valor. La personalidad se puede realizar experiencialmente en los reinos progresivos de lo material, lo morontial y lo espiritual.
La personalidad tiene una gama perfeccionada de actuación dimensional cósmica. Las dimensiones de la personalidad finita son tres, y son funcionales a grandes rasgos como sigue:
1. La longitud representa la dirección y naturaleza de la progresión — movimiento a través del espacio y según el tiempo— evolución.
2. La profundidad vertical comprende los impulsos y actitudes del organismo, los variados niveles de autorrealización y el fenómeno general de reacción al medio ambiente.
3. La amplitud comprende el campo del dominio de la coordinación, la asociación y la organización del yo.
El tipo de personalidad que es donado a los mortales urantianos tiene una potencialidad de siete dimensiones de autoexpresión o realización de la persona. Estos fenómenos dimensionales son realizables como tres en el nivel finito, tres en el nivel absonito, y uno en el nivel absoluto. En los niveles subabsolutos esta dimensión séptima o de la totalidad es experienciable como el hecho de la personalidad. Esta suprema dimensión es un absoluto asociable y, aunque no infinito, es dimensionalmente potencial para la penetración subinfinita de lo absoluto.
Las dimensiones finitas de la personalidad tienen que ver con la longitud, profundidad y amplitud cósmicas. La longitud indica significado; la profundidad significa valor; la amplitud comprende el discernimiento —la capacidad de experimentar una conciencia indiscutible de la realidad cósmica.
En el nivel morontial todas estas dimensiones finitas del nivel material están grandemente enaltecidas, y ciertos nuevos valores dimensionales son realizables. Todas estas experiencias dimensionales ampliadas del nivel morontial se unen maravillosamente con la dimensión suprema, o sea, de la personalidad a través de la influencia de mota y también por la contribución de las matemáticas morontiales.
Se podrían evitar muchos de los problemas experimentados por los mortales en su estudio de la personalidad humana si la criatura finita recordara que los niveles dimensionales y los niveles espirituales no están coordinados en la realización experiencial de la personalidad.
La vida es realmente un proceso que tiene lugar entre el organismo (yo) y su medio ambiente. La personalidad imparte el valor de identidad y significados de continuidad a esta asociación organismal-ambiental. Así pues se reconocerá que el fenómeno de la respuesta al estímulo no es un mero proceso mecánico, puesto que la personalidad funciona como un factor en la situación total. Es por siempre verdad que los mecanismos son pasivos en forma innata; los organismos son inherentemente activos.
La vida física es un proceso que tiene lugar no tanto dentro del organismo como entre el organismo y el medio ambiente. Y cada uno de estos procesos tiende a crear y establecer modelos de reacción organismal a este medio ambiente. Todos estos modelos directivos son altamente influyentes en la selección de las metas.
A través de la mediación de la mente, el yo y el medio ambiente establecen un contacto significativo. La habilidad y el consentimiento del organismo de hacer tales contactos significativos con el medio ambiente (respuesta a un impulso) representa la actitud de la personalidad entera.La personalidad no puede funcionar muy bien en aislamiento.
El hombre es naturalmente una criatura social; lo domina el anhelo de pertenecer. Es literalmente verdad que «ningún hombre vive para sí».
Pero el concepto de la personalidad como sentido de la totalidad de la criatura viviente y funcionante significa mucho más que la integración de las relaciones; significa la unificación de todos los factores de la realidad así como también la coordinación de las relaciones. Las relaciones existen entre dos objetos, pero tres o más objetos resultan en un sistema, y dicho sistema es mucho más que tan sólo una relación ampliada o compleja. Esta distinción es vital, porque en un sistema cósmico los miembros individuales no están conectados entre sí excepto en relación con el todo y a través de la individualidad del todo.
En el organismo humano la suma de sus partes constituye el yo —la individualidad— pero dicho proceso no tiene absolutamente nada que ver con la personalidad, que es el unificador de todos estos factores en cuanto se relacionan a las realidades cósmicas.
En los agregados las partes se suman; en los sistemas las partes se arreglan. Los sistemas son significativos debido a la organización —a los valores de posición. En un buen sistema todos los factores están en posición cósmica. En un sistema malo hay algo que falta o que está desplazado —desarreglado. En el sistema humano es la personalidad la que unifica todas las actividades y a su vez imparte las cualidades de identidad y creatividad.