5. LA SUPERVIVENCIA DEL YO HUMANO
El yo es una realidad cósmica ya sea en forma material, morontial o espiritual. La actualidad de lo personal es el don del Padre Universal que actúa por sí mismo o a través de sus múltiples agencias universales. Decir que un ser es personal es reconocer la individualización relativa de tal ser dentro del organismo cósmico. El cosmos viviente es un agregado integrado casi infinito de unidades reales, todas las cuales están relativamente sujetas al destino del todo. Pero se han dotado a los que son personales de una real elección de aceptación de destino o de rechazo de destino.
Lo que proviene del Padre es como el Padre, eterno, y esto es igualmente cierto de la personalidad, que Dios otorga por su propia elección libre, como ocurre con el Ajustador del Pensamiento, un fragmento real de Dios. La personalidad del hombre es eterna, pero en cuanto a la identidad es una realidad eterna condicionada. Habiendo aparecido en respuesta a la voluntad del Padre, la personalidad alcanzará el destino de Deidad, pero el hombre debe elegir si estará o no presente en el momento del logro de tal destino. Si no se realiza dicha elección, la personalidad alcanza la Deidad experiencial directamente, volviéndose parte del Ser Supremo. El ciclo está predestinado, pero la participación del hombre en él es facultativo, personal y experiencial.
La identidad mortal es una condición transitoria de tiempo y vida en el universo; es real sólo en cuanto la personalidad elige volverse un fenómeno universal permanente. Ésta es la diferencia esencial entre el hombre y un sistema de energía: el sistema de energía debe continuar, no tiene elección; pero el hombre es responsable de la determinación de su propio destino. El Ajustador es verdaderamente el camino al Paraíso, pero el hombre mismo debe tomar ese camino por su propia decisión, por su elección del libre albedrío.
Los seres humanos poseen identidad sólo en el sentido material. Estas cualidades del yo son expresadas por la mente material al funcionar en el sistema de energía del intelecto. Cuando se dice que el hombre tiene identidad, se reconoce que él posee un circuito mental que ha sido colocado en subordinación a las acciones y elecciones de la voluntad de la personalidad humana. Pero ésta es una manifestación material y puramente temporal, del mismo modo que el embrión humano es una etapa transitoria parasitaria de la vida humana. Los seres humanos, desde una perspectiva cósmica, nacen, viven y mueren en un instante relativo del tiempo; no son perdurables. Pero la personalidad mortal, por su propia selección posee el poder de transferir su asiento de identidad del sistema material intelectual pasajero al sistema más elevado del alma morontial que, en asociación con el Ajustador del Pensamiento, es creada como nuevo vehículo para la manifestación de la personalidad.
Es este mismo poder de elección, la insignia universal de lo que el hombre es criatura con libre albedrío, lo que constituye su mayor oportunidad y su suprema responsabilidad cósmica. De la integridad de la volición humana depende el destino eterno del finalista futuro; de la sinceridad del libre albedrío mortal el Ajustador divino depende para su personalidad eterna; de la fidelidad de la elección mortal depende el Padre Universal para la realización de un nuevo hijo ascendente; de la constancia y sabiduría de las acciones y decisiones depende el Ser Supremo para la actualidad de la evolución experiencial
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