Dictados del corazón o del hipotálamo? La ciencia nos dice que algunas de nuestras más potentes emociones están directamente ligadas a una sustancia química que inunda nuestro cerebro: la oxitocina, popularmente llamada la hormona del amor. Siendo así, casi me veo en la obligación de enmendar mi creencia de que Romeo y Julieta obedecían a los dictados de su corazón y pensar que en realidad lo que hacían era sobreviviendo una inundación química; así también ocurriría a muchos otros héroes.
Relacionada con la amabilidad, las relaciones, el altruismo, la calma y la capacidad de confiar en los demás; como combatiente del estrés y potente mediador de la conducta social humana, entre otras cosas, también tiene sus limitaciones. Señalada como generadora de actitudes de fidelidad y empatía, se ha comprobado que su efecto tiende a beneficiar a las personas que pertenecen a nuestro grupo; en otras palabras, es la hormona del clan, no de la hermandad universal. Etnocentrismo? Utilizar nuestra propia cultura como criterio para interpretar el comportamiento de otros grupos, razas o sociedades, en nada nos ayuda para la hablada hermandad.
La oxitocina ya ha sido comercializada y viene en “spray”, esto me hace recordar eso que ocurre en algunos comercios donde cada vez que la puerta de entrada abre sale un potente golpe de aire que te obliga a afirmar tu paso porque sino, caes. Digo, aqui es conveniente hacer la aclaracion de que personalmente creo que caemos en un deseo casi incontrolado por comprar y luego cuando sales recibes otro golpe de aire, para mí que el liberador. Un día de esos en que el picor de la curiosidad era insoportable, pregunté a un gerente el motivo de aquel sistema que parecía que nos quería tirar al piso cada vez que entrabamos o salíamos de su tienda. “Higiene”, fue la respuesta. Imagino entonces un escenario ideal donde un poderoso atomizador con oxitocina nos impregnara y nos empujara por el camino de la amabilidad y el amor, pero como me asusta pensar en las efectos colaterales de lo artificial, imagino entonces que de alguna forma se modifique la región del hipotálamo para que el impacto de la oxitocina en nosotros fuera más amplio. Grato me ha resultado el leer que sus niveles en sangre se pueden elevar recurriendo a actos como el agradecimiento, el ayudar a otros, el acariciar y el meditar. Pero la dicha no es completa, tampoco nos podemos exceder ---de acuerdo a las limitaciones anteriormente señaladas por la ciencia--- porque niveles altos de oxitocina, cuando van en sentido contrario; o sea: negativo, aumentan las emociones que nos llevan a beneficiar y a ser amables con las personas que pertenecen a nuestro grupo y a mostrarnos hostiles ante enemigos y extraños.
Si la ciencia nos dice que esta hormona tiene la capacidad de crear vínculos entre las personas y también de tornar nuestro comportamiento en uno hostil, entonces es clave para nuestra evolución y pienso que así como podemos elevar su producción, podemos transmutarla hasta la liberación del espíritu racial que a través de ella trabaja. Para lograr esto, un método posible es mirar la defensa en grupos de la época prehistórica, donde el medio era hostil y la lucha por la supervivencia física era la orden del día, como algo no apto para nuestra época. En el Siglo 21 nos ayudamos unos a otros a encontrarnos con nuestro sabio interno, ese cuyo asiento de descanso es el corazón y rueda de actividad la mente. Pero claro, primero es menester elevar, liberar y transmutar... la oxitocina que produce el hipotalamo.