El desenvolvimiento positivo es cuando actuamos por nosotros mismos, imprimiendo
toda nuestra voluntad y no permitimos que una voluntad ajena, invisible, nos domine.
Nunca debemos negar nuestro principio de libre albedrío, de voluntad independiente,
de propio desenvolvimiento, porque con las prácticas negativas se van invirtiendo
las corrientes de los vórtices del cuerpo de deseos, como dijimos, hasta hacer que
el ser se rezague en el sentido evolutivo. La Tierra es una escuela y un gran laboratorio; si trabajamos en el sentido
verdadero, adelantamos, pero si hacemos un mal uso del libre albedrío y actuamos
o trabajamos en contra, se pagan terriblemente las consecuencias como lección.
Ante el error hagamos un cambio, en este caso de 180 °, hasta recuperar lo perdido. Nuestras reuniones y temas no son para entretenimiento, son para versar sobre los
asuntos que más nos interesan, que son nuestro adelanto y nuestro progreso
espiritual y nos expresamos en forma simple, pero de forma más categórica que
nos es posible. ¿Por qué lo hacemos? Porque la humanidad, en general, está
adormecida en la Tierra, está entretenida con las necesidades materiales, que
absorben completamente. Sin embargo, no queremos ser injustos; reconocemos
las exigencias de las necesidades materiales, que realmente preocupan, pero lo que
perseguimos con la enseñanza espiritual es evitar que
el aspecto material domine completamente. Tenemos que hacer dos sectores: el mantenimiento de las condiciones físicas, que
son nuestros deberes ante el mundo, cumpliendo la parte material; paralelamente,
tenemos el desenvolvimiento y crecimiento de los valores internos, que es la verdadera
finalidad de la existencia. Lo material son lo medios, son circunstancias, pero venimos
aquí para regresar con cualidades espirituales mayores de las que teníamos cuando
llegamos. Si nos entretenemos, si nos absorbe solamente lo material, perdemos la
oportunidad de crecimiento espiritual. Si decimos: esto es muy lindo, yo quiero
tenerlo, y esto también, gusto de esto, no puedo cambiar, no se les niega la opción,
pero cada uno recogerá aquello que sembró. Las corrientes del cuerpo de deseos
si se van trabando más y más, sujetan al ser con hábitos que serán después muy
difíciles de corregir. No es irreparable, pero es una situación seria. La observación, el discernimiento y el sentido que pongamos en todo
lo que hagamos, dirán de nuestra entereza y capacidad. Podemos haber vivido
ya 25 o 50 años, pero los que falten vivir, si entendemos mejor, lo podremos hacer
de forma brillante; en el momento que se disponga a hacer el cambio, pueden
descubrirse valores que estaban adormecidos. El ser no se conoce a sí mismo y dudamos del que diga “yo me conozco”.
Cada uno tiene las posibilidades de un Dios, si sabe desenvolverse; de ahí que
dudemos. Los valores espirituales aunque sean abstractos se prueban con los
hechos materiales; y mientras las condiciones mundanas sean las que dominen,
el ser sigue siendo un desconocido para sus verdaderas posibilidades. Las actividades del día absorben, agotan; el que está ocupado y que no
está ocupado también está absorbido por las condiciones generales; llega
la noche y el cuerpo pide descanso, quitando muchas veces la posibilidad de
una meditación; pero como es muy importante, tenemos que esforzarnos
para hacerla. Siempre algo tenemos que comprender, algo tenemos que
analizar; la meditación tendría que ser una tarea cotidiana, preferentemente
a la noche. Terminadas las tareas del día, dediquémonos, en ese momento
a nosotros mismos; busquemos con todo cuidado, quienes hemos sido, si
nos hemos presentado al mundo como somos o usamos, en cambio, un antifaz.
Si es así, recordemos que podemos usar un antifaz para el mundo, pero para
los cielos. El mundo celeste nos está mirando, observando, deseando nuestro
adelanto. Muchas tristezas ocasionamos a seres queridos, que ya residentes
de los mundos invisibles, nos prometieron ayuda y procuran darla, pero
nosotros no respondemos a ella. Tristeza y desilusión sufren, cuando
observan que los ahijados de la Tierra olvídanse de ellos y no los recuerdan
más. Olvidaron las promesas hechas antes de volver a la Tierra. Paralelamente otro hecho notable. E.E.U.U. mantuvo un servicio de
comunicación cósmica, para relacionarse inteligentemente con el exterior.
Como no obtuvieron respuesta y era un sistema enormemente costoso,
después de insistir mucho tiempo, tuvieron que abandonarla. El que no
conoce dice: es una prueba evidente de que fuera de la Tierra no hay
inteligencia. Es el absurdo más espantoso. La razón, lamentablemente, es
otra; no hay interesados para comunicarse con una Tierra que vive en
permanentes conflictos. Esta es, terminantemente, la razón; cambie la
Tierra y se encontrará en un medio amigo, inteligente, pleno de sabiduría,
pronto a comunicarse, pronto a transferir valores y a mantener una relación. La Tierra no está en condiciones de relaciones extraterrestres por
ahora, los pretextos más absurdos se emplean para
justificar las atrocidades que se cometen. La Filosofía Rosacruz intento trasmitir otra modalidad de vida y aquellos
que comprendiendo el mensaje consiguen vivirlo, saben la felicidad que
alcanzan. El que consigue virilmente desenvolverse con entereza y sin
debilidades y es fuerte ante la adversidad, empieza a recoger lo
que jamás recibirá el negligente y el apático. Se nos ha dado una nueva instrucción religiosa, un cristianismo, que está
muy lejos de ser comprendido. Todas las bellezas que él encierra se pueden
resumir en el Sermón de la Montaña. El Cristo, Supremo Maestro, dice:
“Bienaventurados los pobres, pero en Espíritu, que de ellos será el Reino
de los Cielos”. Pobres en el sentido de humildes, de modestos, pero en
espíritu, en lo que son; los que son, tienen su lugar en el Reino de los
Cielos. Todavía dice: “Bienaventurados los que lloran, los que derraman
lágrimas de dolor, los que en el mundo sufren, porque ellos serán consolados”.
Lo afirma el Cristo, que continúa siendo un desconocido, aunque es un factor
constante de ayuda y de salvación. Vuelve a decir: “Bienaventurados los
mansos”, en una tierra de fuertes, de varoniles, que a la más mínima
provocación reaccionan, el mayor Maestro habla de “mansos que
heredarán los Cielos” y “Bienaventurados los puros de corazón porque
verán a Dios”. Hay una imposibilidad de ver a Dios, por la grandeza que
representa; es un Creador, es una Entidad que está más allá de nuestra
capacidad, de nuestro alcance. Es una posibilidad de verlo; sin embargo,
el Maestro de Maestros dice que los puros de corazón, aquello que en su
corazón no tengan tinieblas, esos verán a Dios. Así que hasta eso es posible. Aún continúa con las “bienaventuranzas” y lo hace destacando todas
aquellas virtudes que nos parecen propias de los débiles; todas aquellas
cualidades que a nosotros, los fuertes de la Tierra, nos parecen no
propias de los fuertes, de los valientes, de los que levantamos
nuestro puño fuerte al aire, sintiéndonos capaces y pareciéndonos que
esas expresiones del Cristo son nada más que para los débiles; y sin
embargo, afirma que solamente esos aparentemente débiles alcanzarán
los Cielos. Solamente los mansos tendrán por heredad, algún día, una tierra diferente! Aquellos que suponen que nuestros temas rosacruces son muy severos,
les pedimos que comparen con las enseñanzas que dejó el Cristo y verán
que estas últimas aún van más lejos: “Si te dan en la mejilla, pon la otra” y
“si te levantan un pleito para sacarte la ropa, da también la capa”. Y se
refiere a la sinceridad, si es la misma de los escribas y fariseos, no
se alcanzará el Reino de los Cielos. Detrás del Sermón de la Montaña se hallan estas dos cualidades:
voluntad y fe: Voluntad para actuar, para encarar la realidad, para no
engañarnos más con modalidades confusas y equivocadas y ser
definitivamente dignos de nosotros mismos. Vinimos o volvemos a la Tierra no como salvadores, sino para salvarnos
primeramente nosotros. Nadie podrá salvar a nadie, si primero no tiene la
capacidad de salvarse a sí mismo; en esto reside la posibilidad de cada uno:
sálvese individualmente cada uno y una vez que esté en condiciones, hace
o da la cuota al mundo que corresponde; pasa a actuar olvidado de sí mismo,
para servir a un mundo que mucho necesita cambiar. No se dejen dominar por el pesimismo ni el escepticismo; no admitan un
mundo derrotado para la eternidad, Admitan las condiciones presentes,
obsérvenlas, analícenlas, pero no como algo definitivo, sino como algo
provisorio, como etapa en que los seres humanos todavía tenemos que
entendernos, que acompañarnos, tenemos que servir. Los errores
que podamos todavía realizar, obsérvenlos y rectifíquenlos; muchos
malos individuales son por no tener el coraje de reconocer un error,
personalmente y también colectivamente. Admitamos el error que
podamos haber cometido, procuremos repararlo y emprendamos
una trayectoria de la vida en un sentido nuevo, en un sentido no limitado,
sino en un sentido eterno, de seres inmortales que actúan como tales y
aunque encuentren en la avenida del tiempo o de las circunstancias
escollos que parezcan insalvables, recurran a la oración y a las propias
fuerzas internas y con renovada voluntad y fe, comenzar a construir de una forma
verdadera y cierta. Si, por el contrario, optamos por desenvolvernos más o menos, lo
que recogeremos será también un más o menos, decepcionante. La Filosofía Rosacruz muestra como meta la Iniciación, que lleva a culminar poderes
superiores. Muestra, figurativamente, una gran montaña cónica, en que el camino de la
iniciación empieza en la base y sigue derecho y firme hasta la cúspide; es un trayecto
de mérito y abnegación. El que aspire a la “gran realización” que mida sus fuerzas
y examine lo que realmente quiere, si realmente está dispuesto a hacer lo que corresponde,
sin engañarse a sí mismo ni a los demás. Debe presentarse al mundo como un
ser más, como un hermano más, pero extremadamente sincero en el deseo del bien
y de servir; principia o debe principiar olvidándose de sí mismo, no tiene más
necesidades personales, porque primero son las necesidades del mundo. Lo que afirmamos no es una tontería, es la realidad que hay que conocer para
alcanzar el verdadero adelanto; así vivieron y siguen viviendo los que después la
historia los clasifica como grandes, porque supieron renunciar a las nimiedades
personales y vivir una finalidad mayor, en bien de todos y porque
este es el principio de Dios. Dios no pensó en sí, cuando emprendió la tarea de un nuevo trabajo cósmico;
pensó, sí, en lo que podría dar y no en lo que le costaría; pensó en el resultado
de lo que iba a realizar. En esto residen los verdaderos valores que cada uno tiene
que descubrir dentro de sí mismo; cuando así lo consigue, surge un ser diferente,
aunque no sea visto por los demás. Aunque se presente como un ser normal, él
sabe que elabora nuevos sentimientos y va manifestándolos en su nueva
forma de entender y de sentir; es un nuevo “constructor” que comienza a
subir la cuesta en sentido recto, de abajo hacia arriba, hacia Dios. El que no se sienta con valor, debe seguir el sendero que circunda la montaña – que
representamos en forma imaginaria - y que dará tantas vueltas, presentará tantas
oportunidades y ofrecerá tantas oportunidades de adelanto como sean necesarias.
Por el sendero general las vidas se multiplican por centenares y por millares; si
decidimos disminuir su número, si nos decidimos a tener una actitud nueva,
completa y firme, no importa lo que cueste, triunfaremos. Pero los cambios cuestan,
no lo negamos y sufrimos por Vds., conociendo las dificultades; sufrimos las
desilusiones que puedan tener, pero les aplaudimos si esas derrotas y esos
sufrimientos no son lo suficientemente fuertes para vencerles. Un firme tesón,
una voluntad permanente y una fe segura, los llevará al destino que Vds. quieran alcanzar. Aspiramos a sembrar realidades que ocupen el lugar de falsas ilusiones y
de inútiles atrasos. El lema de la Fraternidad Rosacruz es: “adelante, hacia
arriba y para siempre”. Abraza a todos sin excepción, a todos brinda la
esperanza y su invitación a triunfar.
¡ Qué así sea !
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