![](http://public.bay.livefilestore.com/y1pom1c1Gvb8_1jPnSG7HCI6Kilh5RATZdoeSEtauxN7qdv1zpFEkKO_uDZBRWUZs3YogGE_q2hpRNytKs-SfU6-g/Imagen2_11x1.jpg?psid=1)
![](http://i299.photobucket.com/albums/mm308/Sibylita/SEPARADORES/Copy202842920of20decos1332Dsandi.gif)
Voluntad y Fe...(I)
Roberto Ruggiero
Queridos amigos: Como saben, estamos integrando un plan, seguimos una evolución y
para cumplirla, la existencia de una vida no es suficiente. Por este motivo vamos y volvemos
y cada uno tiene un pasado; lo prueban las cualidades que ya se manifiestan y la
originalidad propia que ha desenvuelto, con el tiempo, cada uno. Si se examinan en la vida
presente, verán que aunque hoy adultos, mantienen las mismas cualidades que cuando
estaban en los años primeros; uno es siempre el mismo, porque ya viene formado por
las experiencias anteriores. Lo que se modifica es el cuerpo, que va tomando tamaño
de acuerdo a los años que van transcurriendo, pero el ser es el mismo, es decir, un ser
hecho con ciertas modalidades, con ciertas características, que, como decimos, es
la prueba de que se han vivido otras etapas, donde se cultivó lo que hoy somos.
Siempre advertimos que no recuerdan el pasado, porque la evolución no adelantó lo
suficiente como para que convenga que cada uno recuerde; observen bien
que decimos con énfasis “que convenga”. Efectivamente, aunque el siglo XX es una etapa, es una etapa de suma importancia,
porque se ha desenvuelto plena conciencia, cada uno es cada vez más responsable y
cada vez se cuenta con un desarrollo mayor de discernimiento, de observación y
de inteligencia, todavía es una etapa relativamente joven para hacer frente a una
realidad de una pasado, que ha sido muy diverso y que contiene equivocaciones.
Ha sido útil, porque ha hecho la persona de hoy, pero el desenvolvimiento ha sido
un tanto irregular; es nada más que revisar un poco la historia universal de la que
formamos parte y que es nuestra vida; no es solamente la de los demás, es la de
todos nosotros, no nos tenemos que sentir excluidos. Los seres vamos y
venimos y somos los mismos que desde un principio hemos poblado la Tierra;
nos hemos ido desenvolviendo con las capacidades que fuimos capaces de
cultivar, pero como no fueron regulares, en esa irregularidad existen hechos que no
es necesario traer el recuerdo existencia a existencia, para no renovarlos. Es sabiduría,
es misericordia, es una ayuda divina más. ¿Para qué cargar en cada existencia con
conflictos pasados, que ya cumplieron su propósito? Se empieza una nueva etapa
con todas las posibilidades a nuestro favor; si después las circunstancias de la vida
van limitando en ciertos sentidos, es que va surgiendo la conveniencia de ciertas
advertencias, para mejor desenvolvimiento individual; entonces la vida toda
es una prueba, en la que tenemos que demostrarnos a nosotros mismos qué es
lo que evidentemente queremos, qué es lo que deseamos y, sobre todo, qué
es lo que hacemos. La vida toma valor de acuerdo al sentido en que cada uno
la encare y, casi diríamos, no tiene tanta importancia el resultado de nuestros
hechos, como la intención que nos guió a hacerlos. El éxito o el fracaso no es tan
importante como la intención que nos llevó a obrar; si fueron impulsos sanos,
si fueron impulsos serios, si fueron profundos o sin sentido, banales y equivocados. La vida, así, autoanalizándonos, va tomando un valor mayor. Día a día, al despertar,
comenzamos a actuar y de acuerdo a cómo nos comportemos será lo que hemos
de cosechar. ¿Puede haber algo más justo? ¿Puede haber algo más razonable?
Así es la existencia de cada uno, un proceso justo, un proceso en que sobre todo
siempre tendrán las ocasiones personales, individuales, que cada uno necesite. La
vida que se va desenvolviendo individual, está ajustada estrictamente a un programa
pre-establecido, para conceder a cada uno el mayor adelanto; ese adelanto se
alcanza de acuerdo al empeño personal. Se propicia a los seres lo necesario;
en la abundancia o en la falta, se está propiciando lo que cada uno necesita
individualmente y más le conviene. El espíritu en evolución, como divino en
principio, sus necesidades y crecimiento, son vigilados cuidadosamente. La
Tierra brinda siempre, de forma noble y justa, la oportunidad que se necesita, en
cada nueva existencia. Nadie es descuidado; todos somos cuidadosamente
guiados y ayudados, para alcanzar propósitos muy elevados. Las etapas
cambian, para dar oportunidad a que cada uno desenvuelva los valores que
aún le falta alcanzar. Por eso dijimos: los valores crecen y aumentan de
acuerdo a cómo encaremos los hechos y nos comportemos. Estamos enfrentándonos a una realidad que debemos aprovechar. A veces
nos dejamos tentar por la apariencia, por la forma, por la vida exterior; a
presentar o simular virtudes que no poseemos; entonces cada uno está realizando
una vida de apariencias, en que debe de esforzarse indefinidamente para
mantenerlas y no adelanta un ápice. Somos nosotros los artífices de nosotros
mismos. Siempre en último término somos nosotros mismos los primeros
actores. De cómo nos comportemos será el resultado
que obtendremos. Esta es la realidad. Hermoso es enfrentarnos a nosotros mismos, enteros y seguros; enteros,
sobre todo, porque no nos falta nada de lo que verdaderamente necesitamos.
En principio, nadie tiene menos que nadie cualidades intrínsecas, cualidades
internas y posibilidades, porque Dios, Creador, es enormemente justo y
enormemente misericordioso. No hizo a éste con más, en perjuicio de
este otro con menos, jamás. No piensen que las circunstancias externas tan
diferentes y tan apremiantes en un sentido o en otro, que ahí radican las
diferencias humanas; la verdad es que cada uno está constituido en una
forma completa, pero la labor de descubrirse es propia. Esa es la labor sabia;
esa es la labor inteligente. ¡Descúbranse! Sepan quiénes son, sepan de sus
posibilidades. El vivir disfrazados en la existencia, para nada más que cubrir
las partes externas, es una desgracia total; no se importen en apariencia
solamente, asuman entera responsabilidad moral. Vamos a referirnos y con un cierto cuidado, a los errores que podemos cometer.
Estamos evolucionando, pero infalibles aún no somos; si ponemos cuidado
tendremos siempre más posibilidad de acierto, que si somos negligentes. Si a
pesar del cuidado todavía cometemos un error, no tenemos que esconderlo;
es una muestra de valentía decir: “yo me equivoqué”. Las mentes de hoy, eminentemente intelectuales, que dominan en forma dictatorial
a los demás, jamás emiten fácilmente esta declaración, así que es muy difícil
encontrar a alguien que se disculpe: “perdonen, me equivoqué”. Vivimos
aún en esta modalidad, pero que no debe eternizarse; es de mucho valor
reconocer un error y tratar de subsanarlos, en la media de nuestro alcance. Muchas veces pueden acontecer hechos en los que no tenemos deseos de
reaccionar en el momento y pasa el tiempo y ya no tenemos más oportunidad
de corregir, lo que entendemos después que deberíamos haber hecho; vale
nuestro deseo de haber querido hacerlo. La persona perjudicada será ayudada
en otra forma; esa es la justicia celestial, que no castiga, sino perdona a quien
quiere enmendarse y no pecar más. Repetimos, si en una circunstancia no
hemos dado lo que correspondía y no asumimos la correspondiente
responsabilidad, la podemos asumir después, desde que haciendo análisis de
nosotros mismos, decidimos iniciar una conducta más cuidadosa y más cierta. A nuestro alrededor se están desenvolviendo condiciones espirituales nobles
y amigas, de perfecta ayuda permanente; el problema no reside en que falte la
cooperación celeste, sino en que sepamos captarla. Nuestra formación en el
pasado, de otras vidas, puede haber sido de equivocada formación, cultivando
temperamentos que hoy se manifiesta, firmemente adheridos, que exigen
una férrea voluntad para corregir. Usamos el término férreo de
propósito, para hacer sentir la gravedad. El ser, en general, tiene corrientes en su cuerpo de deseos que se desenvuelven aún en
forma lenta y en forma también un tanto intrincadas. Cuando, en cambio, alguien manifiesta
un sentido o una facultad especial como la clarividencia, muestra que se educó en
un cierto sentido, con un cierto cuidado. Tuvo una conducta interior, cuidando
su desenvolvimiento; el que así procede, va acelerando la actividad de los vórtices
del cuerpo de deseos, que se tornan más activos y luminosos y
florece una facultad como resultado. Por el contrario, hay quien confunde el desenvolvimiento espiritual debilitándose
al grado de anular esas corrientes positivas y las invierte, como hace
equivocadamente un medium; entonces, se torna un rezagado. Esto,
lamentablemente, es así y hablamos con toda claridad, como es
nuestra costumbre, porque queremos ayudar.
![](http://i299.photobucket.com/albums/mm308/Sibylita/SEPARADORES/Copy202842920of20decos1332Dsandi.gif)
|