EN LUCHA CON LA PERSONALIDAD
FRANCISCO NIETO VIDAL
La personalidad, como resultado de muchísimos renacimientos, tiene la conciencia
totalmente centrada en el mudo físico tal y como lo planificaron las jerarquías creadoras de
acuerdo al Plan de Dios. El hombre renace como personalidad para experimentar con un
nuevo cuerpo y cada mil años aproximadamente porque el planeta y la humanidad han
cambiado lo suficiente como para adelantar mucho más en su sendero evolutivo. Cada cuerpo
y destino de cada persona es el resultado de lo hecho y conseguido en sus anteriores
vidas como cada día de clase de un alumno está basado en lo aprendido anteriormente,
que es lo que le facilita un nuevo aprendizaje. Pero, tal y como afirma la ciencia, el hombre
no es el cuerpo físico, ya que éste está compuesto de la misma materia que cualquier otro
objeto, sino que “el hombre” recibe la información de lo que le rodea y de sus experiencias
en el cerebro (por medio de sus sentidos) en forma de “mente concreta” u “objetiva”.
Ha sido precisamente dicha información y experiencias de cada vida la que, desde sus
primeros tiempos como hombre-animal, le ha llevado a su estado actual de desarrollo.
Por tanto, la personalidad no solo ha sufrido y vencido al mal en sus peores aspectos sino
que gracias a ese “mal” ha aprendido a razonar sus acciones e impulsos hasta hacerse
una persona cuyos ideales están más centrados en vivir en paz y en armonía que
en hacer la guerra o vivir enfrentado en un ambiente de desequilibrio.
Si bien, en los primeros pasos como personalidad, el hombre se dejaba llevar por sus
deseos egoístas y por sus peores sentimientos con tal de sobrevivir y de conseguir lo
que deseaba sin apenas razonar nada, ahora está empezando a hacer lo contrario, es
decir, intentar razonar sus acciones, aprender de las experiencias (principalmente de
las malas) y de los demás y intentar dominar sus deseos e instintos o impulsos
incontrolados. Así es que, quien siente la necesidad (como efecto del desarrollo
obtenido en sus renacimientos) de controlar su instinto, impulsos, deseos egoístas,
malos sentimientos, etc., se encuentra con la duda de cómo conseguirlo. El cuerpo físico
se puede ver impulsado a la acción por un deseo, sentimiento o acción pero, como
cualquier persona sabe, un deseo o un impulso puede ser dominado por medio de
la razón, de esa mente que actúa sobre y a través del cerebro. Así es que, si el hombre
suficientemente desarrollado como para desear elevar su desarrollo espiritual, quiere
superarse y acercarse a su espíritu en esta vida, debe comenzar por proponerse unas
metas y tener la firme voluntad de “tener concentrada su mente” y “estar atento” a todo
lo que sucede y a todo lo que hace, dice y piensa.
Todas las personas, en algún momento de su vida y por diferentes circunstancias y
experiencias, (buenas y malas) se proponen superar defectos, no caer en tentaciones
y cambiar de actitud entre otras cosas. Esto es muy bonito aunque lo hagan egoístamente,
de hecho la mayoría lo hace cuando la atmósfera planetaria está más espiritualizada (en
diciembre y enero) porque su Espíritu está más fuerte y tiene más poder de influir sobre
la personalidad; pero esas metas de superación se quedan en nada en la mayoría de los
casos porque se debilita la voluntad y la razón ante los placeres de la vida física. Lo cierto
es que obtiene mayores éxitos el que se analiza, medita y toma la decisión en silencio
que el que lo pregona a los cuatro vientos; y es que, el que anhela superarse a sí mismo
moral y espiritualmente, escucha a su corazón y a su conciencia para obtener esa fuerza
del Espíritu cuya naturaleza es invencible para los aspectos terrenales.
Está claro que los defectos de la personalidad que más preocupan a un aspirante
espiritual son sus malos hábitos y sus deseos egoístas, pero éstos no son fáciles
de superar a no ser que se persista una y otra vez, primero porque son hábitos de
muchos años, y segundo porque muchos de ellos están relacionados con otras vidas
y nos vienen a modo de pruebas y para fortalecer la voluntad en ese determinado
sentido. El sincero aspirante no debe tirar la toalla porque fracase en sus primeros
intentos, es más, esos fracasos deben servir para fortalecer sus propósitos y su
voluntad y para volver a persistir pero, eso sí, sin olvidarse de practicar una constante
observación sobre sí mismo y sobre todo lo que le rodea. En lo que no debe caer
el aspirante es en el desánimo o desilusión y mucho menos volver a esos malos
hábitos con la excusa de que ha fracasado una o dos veces; eso le hundiría
mucho más y volvería al mal hábito con más ganas.
Ya he dicho que el hombre actual ha evolucionado muchísimo desde sus primeros
tiempos como hombre salvaje hasta nuestros días, primero porque la Ley de
Consecuencia le ha devuelto los efectos de sus maldad, segundo porque ha
aprendido de los errores de los demás, tercero porque después de la muerte ha
experimentado “en sus propias carnes” el dolor y el sufrimiento que ha causado a
los demás, y cuarto porque dentro de nuestro destino somos probados y tentados
con la intención de que superemos los defectos que nos dominan. Es muy común en los
aspirantes espirituales sinceros que pertenecen a una verdadera escuela iniciática como
la Fraternidad Rosacruz Max Heindel que cuando obtienen el grado de probacionistas,
sean probados por sus Maestros. Estos Maestros y Hermanos Mayores no solo
observan a sus posibles discípulos en su vida cotidiana, sino que también “ven” las
auras, el desarrollo espiritual y la predisposición que tienen para así dirigirles
hacia la superación necesaria que deben alcanzar si de verdad quieren ser sus
discípulos. Para ello y contando con que estos Maestros saben cuáles son los
puntos más débiles y necesidades de los aspirantes, les ponen a prueba inesperada
e inconscientemente en sus asuntos cotidianos pero sin que
el aspirante sepa dónde, cómo ni cuándo.
Los aspirantes occidentales no suelen tener grandes defectos que superar si les
comparamos con los de otros continentes que cometen gravísimos delitos antes
los cuales nos quedamos horrorizados cuando lo vemos en los medios de
comunicación, sin embargo, tienen otros más sutiles que, para la mayoría, son
más difíciles de superar. Y es esta personalidad la que hay que vencer (por no
decir eliminar) a través de la razón, a través del conocimiento de uno mismo y
escuchando a la voz de la conciencia que es la que sabe todo lo que hemos
pasado y sufrido por nuestros errores hasta llegar al estado actual. Estos
defectos sutiles (resentimiento, envidia, odio, venganza, egoísmo, celos,
crítica, malos pensamientos, etc.) que están presentes en nuestra vida cotidiana
son los que el aspirante debe proponerse eliminar y los que los Maestros
pondrán a prueba para que se desarrollen las virtudes correspondientes pero,
repito, a la personalidad no se la vence si no hay voluntad de
espíritu y persistencia después de las caídas.
Antes de obtener nuestra propia conciencia como humanos éramos similar a los
animales, pero para alcanzar este grado tuvimos que pasar por infinidad de
experiencias, desde entonces y hasta ahora hemos estado desarrollando la mente
como medio para que nuestro Yo superior pueda servir de guía a la personalidad,
pero si queremos dar ese gran paso que lleva de la personalidad al super-hombre,
debemos eliminar todo lo negativo que ésta tiene en su cuerpo de deseos
(malos sentimientos y deseos) y en su mente (malos pensamientos que nos
llevan a hablar y a actuar en contra de las Leyes Divinas) Cuando un aspirante
espiritual, bien porque se analiza y va conociéndose o bien porque está en
probación en una escuela, tiene verdaderos anhelos y sinceros deseos de
superar sus defectos, pronto comienza a ver cuáles son dichos defectos
(que antes incluso no había visto) pero, por otro lado, también se va haciendo
consciente progresivamente de que algún poder interno se está despertando en él.
Este poder interno hace que vea cada vez más y más claros sus defectos pero
también le advierte para que no caiga ni siquiera en una simple crítica. Está claro
que la razón y el discernimiento son de inmensa ayuda para ver cada día más
claramente nuestro comportamiento ante el mundo y ante los demás, este uso
de la mente debe traer los mejores resultados para alcanzar los objetivos
fijados y para mantener fijamente y siempre presente las aspiraciones espirituales.
Esto irá transformando progresivamente la personalidad y fortalecerá la voluntad
para que persista. Por consiguiente, nuestros defectos y las pruebas son los que
hacen que el hombre se supere a sí mismo y avance en su sendero evolutivo,
y así debe ser hasta que las pruebas y tentaciones sean deseadas y no temidas.
Pero el aspirante espiritual no se debe confiar porque, como bien sabemos los
que estamos en ello, no es fácil permanecer fiel y mantener la persistencia ante
los ideales de superación cuando todo va sobre ruedas. Todo aspirante se confía
cuando todo prospera, (economía, relaciones, trabajo, aspecto interno, etc.) es
más, ni siquiera piensa en que sus asuntos puedan cambiar para mal, lo que
conlleva el peligro del desánimo, de la rutina y de la vuelta a algo que ya
creía vencido. Si el aspirante no mantiene la firmeza y la persistencia en sus
ideales espirituales que hacen que domine a la personalidad, un simple
problema laboral, un problema con otras personas, o una simple desilusión
porque algo o alguien se interpone y frustra sus esperanzas y anhelos, puede
hacer que se sienta derrotado. Si queremos imponer la voluntad de espíritu ante
la personalidad egoísta y terrenal debemos mantener la constancia en nuestros
propósitos y llevar una vida inegoísta y de amor y servicio al prójimo. El
aspirante debe tener siempre presente que muchos de los problemas (y, por
lo general, más que a otros) le son dados para que se quite las deudas del
destino y para que adquiera más y mayores virtudes. Por tanto, sus aspiraciones
y sus ideales espirituales deben estar siempre en lo más alto y tenerlos siempre
presente en su mente y en sus acciones; el aspirante nunca se debe sentir
derrotado por los problemas, por el desánimo ni por lo que
otros le hagan, sea en las circunstancias que sean.
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