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NOTAS AL INTERIOR: UN PASTOR DEL SUR DEL LÍBANO
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: moriajoan  (Mensaje original) Enviado: 11/03/2011 15:55

 

 

 

 

UN PASTOR DEL SUR DEL LÍBANO

 

Lo vi por vez primera en los últimos días de verano, caminando en aquel mismo lugar, en

 compañía de tres de sus discípulos. Era la hora del crepúsculo. De vez en cuando se

detenía para contemplar el camino desde un extremo del prado. Yo estaba tocando la

 flauta en tanto pacía el rebaño junto a mí. Cuando estuvo cerca se detuvo;

yo me puse de pie y me encaminé hacia él, deteniéndome en su presencia. Entonces me preguntó:

-¿Dónde está la tumba de Eliseo? ¿Queda cerca de aquí?

-Allá está, Señor, debajo de aquel montículo de piedras -contesté-. Hasta hoy los

 transeúntes siguen con la tradición de colocar una piedra al pasar.

Me agradeció y siguió su camino acompañado de sus discípulos. Tres días después me

 dijo Gamalael, que era pastor como yo, que el hombre que pasó por este lugar

era un profeta de Judea; mas yo no lo creí. Pero el rostro

de aquel hombre no se borró jamás de mis ojos.

Cuando llegó la primavera pasó Jesús por segunda vez por este prado. Venía solo.

Aquel día yo no tocaba la flauta; estaba muy triste y el cielo de mi corazón estaba

 tormentoso porque se me había extraviado un cordero. Cuando vi a Jesús fui hacia

 él y me detuve callado en su presencia, porque quería ser consolado. Me miró y dijo:

-¿Hoy no tocas la flauta? ¿De dónde proviene esta melancolía que veo en tus ojos?

Le conté que había perdido uno de mis corderos, y que habiéndolo buscado en

 todos los lugares sin lograr encontrarlo, me sentía por esta razón muy triste y

 desconcertado, sin saber qué hacer. Me miró un momento y luego dijo:

-Espérame aquí hasta que halle a tu cordero.

Y siguió su camino perdiéndose entre las colinas. Transcurrida una hora volvió y

 junto a él trotaba mi recental. Y mientras Jesús estaba a mi lado, el cordero lo

contemplaba lo mismo que yo. Estreché al cordero con gran contento mientras

Jesús, con sus manos puestas sobre mis hombros, decía:

-Desde hoy amarás a este cordero más que a todo tu rebaño,

porque estaba extraviado y lo encontraste.

Contento abracé por segunda vez al cordero. Cuando alcé la cabeza para

agradecer a Jesús, estaba muy lejos de mí. Y no me animé a seguirlo.

 

 

 


 
 



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