Piensa: una vida de ochenta años se reduce en la práctica a 29.200 días… y cada día, cada «hoy», es una página en blanco, una oportunidad única que se nos brinda a todos para vivir esas veinticuatro horas de la manera más gozosa y gratificante posible.
O sea, la felicidad que todos buscamos cada quien debe fabricársela en el día a día; una felicidad a medida, «a la carta», a gusto del consumidor.
Los obstáculos, pensamientos distorsionados y actitudes negativas conducen de forma directa al ser humano a crearse graves problemas y a malograr su existencia. En cambio, disfrutar de lo cotidiano en el «hoy» de cada día que amanece, sea cual fuese el «aquí» (lugar) donde nos encontremos y el «ahora» o momento presente en que llevamos a cabo la acción concreta en que nos ocupamos, va abriendo caminos a la felicidad anhelada.
Por paradójico que pueda parecerte, la verdadera felicidad apenas depende en un 10% de las circunstancias externas más favorables como salud, amor, dinero, etc. Pero contamos con unas circunstancias internas, controlables de manera voluntaria, como son nuestras actitudes y emociones positivas, que son variables voluntarias: tranquilidad, sosiego, euforia, satisfacción, optimismo, confianza, etc.
Según los expertos, hay unas cuantas claves que nos permiten a todos disfrutar del Hoy, Aquí y Ahora:
• Sentir la alegría de existir: no hay mayor motivo para la alegría que la propia existencia gozosa.
• Ser yo mismo, pero no lo mismo. A cada instante me quiero, me acojo y me perdono, según sea el caso.
• Permanecer siempre y plenamente en paz, serenidad y dicha con todos los seres de la creación, sin excepción, sintiéndome hermanado con ellos.
• No prestar atención ni al pasado ni al futuro en sus aspectos negativos cargados de miedos, inseguridad y preocupación, los cuales constituyen el tiempo psicológico, ese gran embaucador.
• Focalizar mi atención, sin tensión, en el tiempo del reloj, ese artilugio que genera de forma permanente nuevos instantes, con nuevas oportunidades cada día (Hoy) y que me regala la vida en cualquier lugar (Aquí) donde me encuentre y en el momento (Ahora) en que pienso, siento y actúo.
• Conectar con mi afectividad, rasgo innato de mi personalidad que me hace sentir bien de manera natural, aunque no siempre sepa por qué.
• Potenciar y activar mi talante optimista, que es el que marca la diferencia. Sé que vivir más, mejor y mucho más feliz depende en gran medida de mis actitudes, de mis palabras y hasta de la calidad y cantidad de mis risas, sonrisas y carcajadas.
• Engancharme de buen grado a la vida que me toca vivir en cada instante, aceptando con serenidad y sin resistencias sus luces y sombras, sus buenos y malos momentos, sus dichas y pesares.
• Dejar de crear más dolor en mi presente disolviendo o atenuando el que me llegue al pensamiento desde el pasado, simplemente aceptándolo y observándolo como un sentimiento negativo, pero que no forma parte de mí, que no pertenece a mi esencia.
• Aceptar y observar sin emitir juicios la preocupación, el dolor, el miedo y la angustia que me invaden, y sentirlos como entidades que tampoco forman parte de mi esencia; así irán perdiendo fuerza hasta desaparecer o al menos se convertirán en un grave obstáculo para vivir y ser moderadamente dichoso.
• Valorar positivamente también cualquier hecho adverso (desgracia o pérdida), para reinterpretarlo como experiencia y lección de vida aprovechable y enriquecedora.
• Tener un proyecto de vida, un porqué alentador que me motive y le dé sentido a mi existencia.
• Recurrir a diario al sentido del humor, especialmente cuando alguien o algo está a punto de hacerme estallar y perder el control de mí mismo.
• Permanecer consciente de que con mis palabras puedo construir o destruir, euforizar o desalentar y deprimir a los demás. Por eso emplearé siempre palabras de aliento, positivas y de esperanza.
• Aceptar sin preocupación ni desasosiego mis limitaciones, carencias y defectos así como las de mis semejantes, sabiendo que, al hacerlo, me doy paz a mí mism@ y transmito paz a los demás.
• Tener muy presente que la felicidad, el bienestar y el gozo me los proporciona más el propio trayecto, el camino, que la meta y el fin del proyecto. Los peregrinos suelen hablar más del camino que de la meta. Hay gozo en la llegada, pero la felicidad se ha ido desgranando día a día en el caminar.
• Practicar la actitud conscientemente positiva, la firme convicción de que no existe problema, dificultad o desgracia que no encierre en sí el regalo de algo verdaderamente valioso y necesario para aprender a vivir mejor, también en los momentos de crisis.
• Saber perdonar y hasta olvidar y si no consigo hacerlo por bondad y por virtud, lo haré al menos por inteligencia y sabiduría porque si mantengo dentro de mí resquemor, pensamientos y emociones negativas del pasado, bloqueo o destruyo las emociones y sentimientos de gozo y felicidad del presente.
• Recordar siempre que la felicidad y la verdadera riqueza ya forman parte de mí, están en mi interior y sentirme libre para dirigir mi propia vida y disfrutar de lo cotidiano y sencillo. Para lograrlo hacen falta muy pocas cosas.
• Vivir plenamente en mi propia esencia, en el ser individual, sencillo y limitado de mi persona, pero consciente del cúmulo de posibilidades sin límite si trato constantemente de ponerme en sintonía con Dios-Amor.