demás) tan ciertamente también, la condición de este mundo dará lugar a un
"nuevo cielo y a una nueva tierra, donde morará la justicia".
En los primeros tiempos de la Atlántida vivíamos en los valles más profundos
de la tierra, donde la niebla era más densa; respirábamos por medio de agallas
y nos hubiese sido imposible vivir en una atmósfera parecida a la que
actualmente habitamos. En el transcurso del tiempo, el deseo de exploración
causó el invento de buques aéreos, que fueron accionados por las fuerzas
expansivas de los granos en brotación. La historia del "arca" es una
rememoración corrompida de aquel hecho. Aquellos buques realmente
funcionaron sobre las crestas de las montañas en las que la atmósfera más
enrarecida les permitía sustentarse. Hoy flotan nuestros buques sobre el
elemento en que los buques atlánticos estuvieron en inmersión. Hemos
practicado varios medios de propulsión que nos permiten remontarnos sobre
las partes más elevadas de la tierra que actualmente ocupamos, comenzando a
alcanzar la atmósfera para conquistar este elemento como subyugamos a las
aguas y, tan seguramente como nuestros antecesores atlánticos hicieron un
bello camino del líquido elemento en que respiraban y se elevaron sobre las
aguas para vivir en otro elemento, del mismo modo nosotros conquistaremos
el aire y nos elevaremos por encima de él hacia el elemento recién descubierto
que llamamos éter.
En efecto, cada edad tiene sus condiciones peculiares y sus leyes; los seres
evolutivos tienen una constitución física apropiada al ambiente de su edad,
pero se ven dominados por las fuerzas de la naturaleza que prevalecen
entonces, hasta aprender a conformarlas a sus deseos. Entonces estas fuerzas
llegan a ser servidores del más alto valor, como por ejemplo, el vapor y la
electricidad, que, parcialmente, hemos conquistado. La ley de la gravedad nos
sujeta todavía con su poderosa garra, aunque por medios mecánicos probamos
de escaparnos hacia un nuevo elemento. En tiempos no lejanos alcanzaremos
el dominio del aire, pero así como en los tiempos de los atlantes flotamos
sobre las montañas de la tierra a causa de la flotación insuficiente de los
buques que no permitían levantarse más alto sobre la niebla de aquellas alturas
y a causa de que la respiración era defectuosa, así también la creciente
rarificación de nuestra atmósfera actual nos impedirá el entrar en "el nuevo
cielo y en la nueva tierra" que están llamados a ser el escenario de la Nueva
Dispensación.
Antes de alcanzar aquel estado, han de tener lugar cambios físicos, igual que
morales y espirituales. El texto griego del Nuevo Testamento no deja duda
alguna respecto a este punto, aunque la falta de conocimientos de las
enseñanzas de los misterios, impedía a los traductores de apuntarlo así en la
versión inglesa. Si solamente hubiéramos creído la Biblia como actualmente
está, nos hubiéramos ahorrado muchas desilusiones y mucho malestar
concernientes a esta época.
No pocas sectas han dispuesto de sus bienes por anticipado al advenimiento de
Cristo en cierto día y han sufrido después grandes privaciones. Algunos
intrigantes se han hecho pasar por Cristo y aún por Dios, se han casado,
fundado familias y han muerto, dejando a sus hijos, que eran supuestos
Cristos, para que pelearan por su reinado; un gobierno temporal se vio
obligado a ocultar a uno de estos Cristos militantes en un islote del
Mediterráneo y otro en una ciudad asiática donde está bajo una vigilancia
militar. No hay indicios de que en el provenir falten semejantes farsantes,
mejor dicho, la sacrílega impostura tiende a extenderse.
"Podemos estar seguros de que los divinos guías de la evolución no se
equivocaron al dar la Religión Cristiana al mundo occidental, la más avanzada
enseñanza, a los más precoces de la raza humana". Puede ser, pues,
considerado como lamentable el que una organización se proponga injertar
una religión india (que es excelente para el pueblo a quien fue divinamente
dada) en nuestro pueblo. Los ejercicios indios de respiración, importados entre
nosotros, han mandado ciertamente a mucha gente a los manicomios.
Si creemos las palabras de Cristo: "Mi reino no es de este mundo" (Kosmos, la
palabra griega empleada que significa "orden de cosas", antes bien que nuestro
planeta, la Tierra, que se llama "gea"), sabremos mejor cómo buscar a Cristo
hoy.
"La carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios" como tampoco
pudieron los seres que respiraban por medio de agallas, de los tiempos
primeros Atlánticos, vivir bajo las condiciones naturales que prevalecen en la
edad presente en que el "reino del hombre" existe. Pablo, hablando de la
resurrección, no dice, como en la traducción inglesa: "Hay un cuerpo natural y
hay un cuerpo espiritual". 1ª Cor. 15:44; Él afirma y dice en los versículos
precedentes como es generado de una "semilla", de la misma forma que lo
explican las enseñanzas rosacruces. La Biblia afirma que nuestros cuerpos son
corruptibles. (También enseña que un órgano, que es el corazón, es una
excepción. Esto hace referencia al Átomo simiente del corazón. Ps. 22:26.)
Por consiguiente nuestros cuerpos han de cambiar antes de que Cristo pueda
venir.
Si estas cosas fuesen creídas, pocos serían los que correrían tras impostores,
los cuales tendrían sus trabajos por penitencia. Pero los periódicos
occidentales, desgraciadamente, prestan crédito a tales intrigantes aunque
mirándoles siempre como cosa de broma hasta donde pueden, pues sería
ridículo creer que el Ser, grande y sabio que guía la evolución pudiese
alcanzar tan poco en su previsión, hasta no saber que el mundo occidental
nunca aceptará el vástago de lo que él considera como una semibárbara carrera
por su Salvador.
Cuando se llevaban a cabo los preparativos, hace 2.000 años, para la
encarnación del Salvador del mundo, Galilea era la Meca de los espíritus
errantes. Hacia allá se congregaban gentes de Asia, África, Grecia, Italia y de
todas las demás partes del mundo de aquellos tiempos. Las condiciones de
aquellos lugares eran excepcionalmente congénitas y atractivas de manera que,
como lo han declarado varios eruditos que han investigado el asunto, Galilea
era tan cosmopolita como la misma Roma. Fue, de hecho, el "crisol de fusión"
de aquellos días. Entre otros, José y María, los padres de Jesús, habían
emigrado de Judea a Nazareth de Galilea, antes del advenimiento de su
primogénito y el cuerpo generado en aquel ambiente fue diferente al del tipo
de la raza judía.
Es un hecho incontrovertible que el medio ambiente juega una gran parte en la
evolución. Tenemos hoy sobre la tierra tres grandes razas. Una, la negra, tiene
el cabello que es liso en su sección y la cabeza es larga, estrecha y alisada por
sus lados. La órbita del ojo es también larga y estrecha. Los negros descienden
de la raza Lemúrica.
Los mongoles y pueblos parecidos tienen la cabeza redonda. Su cabello es
redondo en su sección y las órbitas de sus ojos son redondos igualmente. Son
los remanentes de la raza atlántica.
La raza aria posee cabello ovalado, cráneo ovalado también y las órbitas de
sus ojos son ovaladas igualmente; siendo estos los rasgos especialmente
pronunciados en los anglo-sajones, que son la flor de la raza actualmente.
En América, la Meca de las naciones de hoy día, estas varias razas están
naturalmente representadas. Esta es el "crisol" en el que se están
amalgamando. Ha sido constatado que aquí existe una notoria diferencia en
los hijos pertenecientes a la misma familia. Los cráneos de los hijos más
jóvenes nacidos en América son más cercanos al óvalo que los de sus
hermanos y hermanas nacidas en el territorio de su procedencia emigratoria.
De estos hechos y de otros que no es necesario mencionar aquí parece
evidente que una nueva raza está naciendo en el continente americano; y
razonando por el hecho conocido de que Cristo vino del sitio más cosmopolita
del mundo civilizado de hace 2.000 años, no es sino lógico esperar que si una
nueva encarnación fuese buscada para este exaltado Ser, su cuerpo sería más
que probablemente formado de la raza nueva más bien que de la antigua. En
otras palabras, si fuese conveniente y virtuoso el obtener un Salvador de una
raza de las más viejas, ¿por qué no buscar un negro o un hotentote?...
Pero podemos estar seguros de que aunque los impostores defrauden por más
o menos tiempo, siempre son desenmascarados tarde o temprano y sus planes
quedan reducidos a la nada. Mientras tanto, el progreso continúa llevándonos
más cerca de la Edad Acuaria y un Maestro está viniendo para dar a la
Religión Cristiana nuevo ímpetu en una nueva dirección.