EL CRISTO MÍSTICO...(I)
Corinne Heline
Preparando Su segunda venida, el Señor Cristo está acercándose más y más a
la Tierra. En algunos momentos está en el plano etérico, inmediatamente sobre el
plano físico, y muchas almas avanzadas están haciéndose conscientes de la
bendiciones que se derivan de Su proximidad. Algunos hay que se han sentido
inclinados a arrodillarse en adoración y homenaje ante Él y escuchar los tonos de Su
bendita voz. Esto ocurre a veces en momentos en que el cuerpo físico está en reposo
y durmiendo. Pero también puede una persona ser objeto de un rapto de exaltación
de conciencia durante las horas de un día ajetreado. Lo cual puede ocurrir para
fortalecerla antes de enfrentarse a una crisis o para mitigar determinadas y profundas
agonías. Cualquiera que sea el motivo y ocurra cuando ocurra, la vida ya no puede
ser la misma para esa persona tras el momento de esa Sublime Presencia. Cualquier
cosa que haga, llevará el sello de la divinidad y estará permanentemente motivada
por el deseo de mayores oportunidades de servir "en Su nombre".
Las actividades de una persona así de afortunada continuarán hasta que la
muerte pierda su aguijón con la comprobación de que no es sino un tránsito desde el
plano físico al etérico. Entonces descubrirá que mientras vivía en el plano físico era
libre de servir en el plano superior y que, tras el paso llamado muerte, vive en el
mundo etérico, pero sigue siendo libre de trabajar en el mundo físico. Aprende así
que esta vida y "la otra" son dos aspectos de un grande y glorioso todo, del cual el
Señor Cristo es, a la vez, el centro y la circunferencia.
La puerta de otra era está abierta: La era del alma; El reinado de Dios
en el hombre; el Evangelio Acuario. El sendero de la búsqueda conduce desde lo
que está fuera hacia lo que vive dentro. Y revela, escalón tras escalón, la vida
oculta que cada forma y símbolo vela. Le asigna al aspirante determinados trabajos
que le conducen a la comprensión y le producen una sabiduría que satisface sus
más profundas necesidades.
Alice Bailey
A lo largo de las páginas de la INTERPRETACIÓN DE LA BIBLIA DE LA
NUEVA EDAD se ha hecho frecuente referencia al Sendero de la Iniciación que sigue
la línea de los principales acontecimientos de la vida del Señor Cristo desde Su
Nacimiento hasta Su Resurrección y Ascensión. La misma interpretación se ha
empleado extensamente en este volumen relativo a los cuatro aspectos de Cristo: El
Cósmico, el Planetario, el Histórico y el Místico. El último es el más importante en
cuanto al humano desarrollo, ya que se refiere al Cristo Interno.
El Sagrado Nacimiento se refiere al principio crístico despertado en el hombre.
Cuando este nuevo nacimiento tiene lugar en un individuo, un nuevo y tremendo
poder emana de su mente y un inmenso amor radia desde su corazón. Los valores
humanos se invierten completamente. Los intereses del hombre medio están
centrados en el lado objetivo de la vida. Pero, tras el despertar del Cristo interno,
esos intereses se centran especialmente en el lado subjetivo. Entonces uno
comprende mejor las palabras de San Pablo: "Las cosas que se ven, son temporales;
pero las cosas que no se ven, son eternas".
Con la Presentación en el Templo del neófito, una ocasión para la
consagración y la dedicación, la fuerza de su Cristo interno es vivificada, fortalecida
y aumentada. Esta consecución es seguida por la Huída a Egipto, ya que el Sendero
del Discipulado está siempre alternativamente perlado de sol y nubes. Longfellow, el
amado poeta, expresó así la idea:
En cada vida ha de caer algo de lluvia,
y algún día ha de ser nublado y triste.
Entonces el hombre puede enfrentar el dolor con la misma fortaleza con que
enfrenta la alegría; y aprende la lección a la que San Pablo se refería al decir:
"Ninguna de estas cosas me conmueve". Si una persona es sincera y honesta en su
autoexamen y su autoanálisis, reconocerá que las lecciones más valiosas las aprendió
en los momentos más sombríos de su vida y no en los más radiantes.
Una vez superada la prueba en Egipto, el siguiente paso es el Retorno a
Nazaret. El aspirante, en compañía de los ángeles, es conducido a Nazaret para
crecer en fortaleza y conocimiento.
Mediante la Enseñanza en el Templo, el Cristo interno se convierte en la
fuerza dominante de su vida. "Debido a la abundancia de corazón, la boca habló".
Entonces su mayor deseo es el compartir su inconmensurable realización interior con
todos los que deseen recibirla. Tan pronto como se haga acreedor a ello, dispondrá
de las oportunidades y de la habilidad necesarias para comunicar su conocimiento
espiritual.
Mediante el Rito del Bautismo, la fuerza espiritualizada de la mente y el amor
radiante del corazón se juntan en una divina identificación. El nacimiento del Cristo
interno se ha completado y el aspirante es ya un individuo crístico. El Bautismo
anuncia el comienzo de una nueva vida, una vida en la que la personalidad es
secundaria porque la conciencia crística reina suprema. La cabeza del ahora
iluminado se corona por un halo de luz cuando la blanca paloma del Espíritu Santo
se posa sobre él bendiciéndolo, mientras la voz de Dios declara: "Este es mi hijo muy
amado en el cual me complazco". San Pablo, que holló este sendero, supo así que
"Dios mitiga el viento para la oveja esquilada". Quien analice sus etapas, comprobará
que esto es cierto.
Tras el Sagrado nacimiento y la Presentación en el Templo, viene la prueba de
la Huída a Egipto. Sigue el Retorno a Nazaret que, a su vez, conduce a la etapas
superiores de la Enseñanza en el Templo y del Rito del Bautismo. Cuanto más grande
la consecución, más sutil es la tentación. Cuanto más estrecho es el Sendero, más
empinado se hace. El Rito del Bautismo es seguido por la prueba más difícil de las
enfrentadas hasta entonces: La conocida como la Gran Tentación.
Cuando las energías de la cabeza y del corazón permanecen unidas en
armónica fusión, se desata en el aspirante una dinámica fuerza de atracción. Esta
fuerza actúa en los planos físico, espiritual y mental y el discípulo se hace
plenamente consciente del significado de la promesa de Cristo: "Cualquier cosa que
me pidáis, yo os la daré". Sabiendo que ese poder es ahora suyo, se ha de enfrentar a
una disyuntiva terrible: ¿Empleará ese poder para atraer hacia sí los placeres y
comodidades, la opulencia, la adulación y la prominencia que pone a su alcance, o
dará la espalda a tales sugestiones y se conformará con dedicarse a una vida
inegoísta, utilizando su poder para la redención del hombre y para la perfección del
reino de Dios en la tierra?. Éste es el punto en que el Sendero se estrecha al máximo.
Desgraciadamente, muchos que han intentado seriamente el ascenso, dan la vuelta
aquí y dejan de caminar con Cristo. Porque, incluso las almas valientes que han
salido victoriosas, han de repetir continuamente, como hizo Cristo, aquello de:
"Apártate de mí, Satanás".
Una vez demostrado que posee el valor suficiente para pasar con éxito la Gran
Tentación, el aspirante está preparado para un rito denominado La Transfiguración,
una consecución seguida por la elevadísima exaltación del Festival del Amor.
Mediante este rito, pasa a la vida eterna. Su mente está de tal modo espiritualizada y
su corazón de tal modo iluminado que, literalmente, piensa con el corazón y ama con
la mente. Es, por tanto, digno de tomar parte en el Festival del Amor. Las esencias de
estos exaltados mente y corazón, el pan y el vino del Festival, trascienden el tiempo
y el espacio; pueden ser enviadas a los más lejanos confines de la tierra con el fin de
bendecir y sanar. Mediante esas esencias desarrolladas en su interior, los discípulos
fueron instruidos por el Señor Cristo para consagrar y espiritualizar esos elementos
(pan y vino) y utilizarlos para la elevación de su hermano el hombre. Esto aclara el
significado de Sus palabras: "Yo soy el pan de vida", "mi sangre es el agua de la vida
eterna", y otras similares.
Cuando pasa la experiencia de la Transfiguración, el aspirante alcanza la cima
del desarrollo humano. Entonces puede ya irradiar el poder espiritual dinámico en él
engendrado, como una gran luz, tanto si trabaja en el plano físico como si lo hace en
el plano mental o en el espiritual. Su luz ya no está "oculta bajo el celemín".
Habiendo alcanzado el grado supremo de su desarrollo, está preparado - o debería
estarlo - para la prueba formidable de Getsemaní.
Es cierto que el Sendero del Discipulado es largo y arduo. Se requieren
muchos años, incluso muchas vidas para alcanzar la última meta. Y, alcanzada ésta,
debe renunciarse a todo. Cualquier fama, prestigio, respeto o poder que el discípulo
haya adquirido, debe ser dado de lado. Ha de estar dispuesto a descender a la
oscuridad y a declarar como Cristo : "Yo sólo no puedo nada". Cuando el Señor
permitió ser conducido a Getsemaní y, luego, ser clavado en la cruz, tanto Él mismo
como Su misión, se convirtieron en sendos fracasos para los hombres. De hecho, así
se consideraron hasta por Sus más íntimos seguidores. Proporcionalmente, a pocos
individuos se les exige enfrentarse a esta prueba, ya que son pocos los que alcanzan
el punto en que se hace necesaria. El Getsemaní de Abraham fue la demanda de que
sacrificase a su hijo Isaac. Y sólo cuando estuvo dispuesto a esa renuncia suprema,
fue digno y pudo caminar y hablar con los ángeles.
La renuncia absoluta y el inegoísmo total han sido exigencias, tanto en los
tiempos antiguos como en los modernos, para todos los que pretenden hollar el
Sendero del Discipulado. Frecuentemente, durante las pruebas experimentadas, un
discípulo repite el ruego de Cristo: "Padre, si es posible, aparta de mí este cáliz". Si
triunfa, sin embargo, añadirá: "No obstante, que no se haga mi voluntad, sino la
Tuya".
Tras Getsemaní viene la Crucifixión, que es un rito, tanto de pena y dolor
como de glorificación. El discípulo, que ha renunciado a todo, se encuentra con que
lo ha ganado todo. Los poderes del cielo y de la tierra hacen también su postura en la
subasta de la vida. Una ley fundamental del desarrollo oculto y que Cristo enseñó a
Sus discípulos, establece que "Al que tenga, se le dará... pero al que no tenga, hasta
lo que tenga se le quitará".
La Resurrección y la Ascensión son las etapas finales del ascenso a la Gran
Luz. Quien las sobrepasa, queda realmente "cristificado". Y se reunirá con el Señor
en el éter en el momento de Su segunda venida y le servirá hasta el fin de la era en un
exaltado estado de inmortalidad consciente.
Espíritu de inmortal belleza, Sol de inmarcesible amor, enseña a la
humanidad a conocerte en Tus mundos y, conociéndote a Ti, a ver Tu trabajo
artesanal en el pétalo de la flor, la rama perfumada, y la voz canora, y en el dibujo
intrincado y delicado del escarabajo, la serpiente o el pájaro; y enséñale finalmente
a encontrarte en sí misma, gloria trascendente del hombre, hecha Dios.
Mary Gray
La Interpretación de la Biblia de la Nueva Edad está centrara en la enseñanza
fundamental de que el Señor Cristo vino a la tierra como el Supremo Indicador del
Camino para toda la humanidad. Su propósito fue el enseñar al hombre cómo
despertar al Cristo interno en su propio ser, pues, como San Pablo afirma, todos
somos Cristos en formación. Los acontecimientos principales de la permanencia del
Señor en la Tierra representan las principales lecciones para el alma, que cada uno
debe aprender para desarrollar su latente divinidad. No hubiera sido necesario que
Cristo pasase por todas esas experiencias, pero Él eligió hacerlo así para demostrar
que el hombre puede enfrentarlas y salir victorioso. Se nos ha dado, pues, el modelo
perfecto. San Pablo dijo del Señor: "Fue tentado en los mismos puntos, en que
nosotros somos tentados, pero sin pecado".
El Sendero del Discipulado es áspero y escarpado. Sin embargo, cuando un
buscador despierto se hace consciente del Cristo interno, nada de esta vida que no
esté relacionado con esa búsqueda tiene ya valor para él. Una vez ha participado del
alimento celestial, todas las delicias del mundo juntas resultan totalmente insípidas,
puesto que comprende el verdadero sentido de las palabras de nuestro bendito Señor:
"Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis" y "El que beba del agua que yo le
daré, no volverá a tener sed".
San Juan, el más elevado Iniciado de la Dispensación del Nuevo Testamento,
también se refirió así a la consecución de Cristo:
Amigos míos, hijos de Dios lo somos ya, aunque todavía no se ve lo que
vamos a ser.
I Juan 3:2
El Señor Cristo se ha dedicado al trascendente servicio de guiar a la
Humanidad a su estado sobrenatural. Por eso los místicos cristianos ven un profundo
significado en la más reconfortante de Sus promesas:
Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo.
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