
La mente superior es un centro de receptividad que almacena todas las experiencias que vas encontrando en la evolución. Es la que trata de solucionar todo cuanto se le presenta; pero es imposible porque la solución solo llega desde el corazón.
Practicar la paciencia de la mente superior es el primer paso...que ella se relaje, y comunique al corazón las impresiones que recibe de la mente Divina. Tratar de apagar o desconectar la mente no es lo adecuado, sí liberarla de la supuesta responsabilidad.
La mente inferior es la catalogadora de todo lo que absorve el plano físico, siempre está enfocada en procesar y compartir las experiencias humanas y jamás se rinde.
Cómo apartarse de la voz de la mente para dar paso a la del corazón?... Hemos perfeccionado el arte de evaluar y emitir juicios intelectuales. Ahora es el momento de recordar y reaprender a pensar con el corazón. El yo lemuriano está guardado en nuestro corazón. La energía del corazón es la fuerza animadora que conecta el alma con todo lo demás. La memoria celular se sintoniza con el latido del corazón y conecta con la memoria del amor de estar vivos.
El corazón nos da acceso a la pasión que nos motiva para sentir la frescura del aire por el solo hecho maravilloso de sentir... sin pensamiento alguno que lo distraiga...
Esta pasión devuelve la autoridad a la Esencia Divina, dando causalidad a la conexión con el plano que existimos y no querer abandonarlo, como suele pasarnos.
Comenzamos por quedarnos suficientemente quietos y en silencio, para oir el latido de nuestro corazón; aligeramos la atención de nuestra mente; nos sintonizamos con el mundo que nos rodea a traves de nuestros sentidos, volviéndonos uno con el fluir que hay a nuestro alrededor y en nuestro interior...El corazón tiene su propio intelecto emocional, percibe y registra todo aquello que le impacta. A medida que va adaptándose a las suaves ondas energéticas de la naturaleza con el mundo físico que lo rodea, sabemos con completa conciencia que hemos establecido contacto con el mundo a través de nuestro corazón.
Permitamos que las lecciones que hay alrededor nuestro sean almacenadas en nuestra memoria celular, sintonizando el corazón con la frecuencia inherente al momento presente, donde tiempo y espacio se unen y se vuelven uno.
Y así enviamos las lecciones aprendidas al corazón del mundo haciendo de esto el verdadero acto de creación.