Como hijos de Dios que debemos asemejarnos a Él, el éxito debería ser nuestra meta en todo lo que hacemos, porque ello significa excelencia, y ella no se adquiere si no es con esfuerzo y conciencia de lo que hacemos. Pero el camino del éxito no es recto, está lleno de curvas peligrosas llamados fracasos, que debemos aprender a sortear antes de poder considerarnos exitosos. El éxito puede convertirse en algo peligroso si no se tiene una base firme de espiritualidad que permita continuar con los pies en la tierra, pues el éxito infla al ego que comienza a creerse dueño del mundo, e ignora las debilidades propias de su condición humana y “cuando te sientes importante, pierdes energía a través del desgaste de la dignidad del ego, de manera que queda poca energía para continuar la tarea.” 555
No asustarnos ante los problemas es el primer paso para obtener el éxito, porque ellos siempre estarán presentes porque las dificultades y los fracasos no son sino escalones, que si sabemos superarlos nos permiten alcanzar el éxito, porque éste, no es posible conseguirlo sin experiencia y estamos en esta vida para aprender a sortear las dificultades y los problemas inherentes a nuestra condición de humanos, usando nuestra mente y nuestra espiritualidad “la religión no elimina ni destruye los problemas humanos, pero los disuelve, los absorbe, los ilumina y los trasciende.” 2093 dándonos la paz necesaria para poder ver más allá de lo aparente y encontrar el mejor camino para continuar sin desanimarnos. A los problemas hay que darles tiempo, para poder verlos en su justa dimensión porque “muchas perplejidades humanas, son en realidad inexistentes. Muchos de los problemas aparentemente graves, sólo son la creación del temor exagerado y el resultado del recelo magnificado. La mejor manera de solucionar problemas enmarañados, consiste en alejarse de ellos por un tiempo.” 1611
Como hijos de Dios debemos aspirar a ser éxitosos en la material y también en lo espiritual, ambos deberían estar estrechamente unidos porque para conseguir ambos debemos aprender a conocernos a nosotros mismos para poder reconocer nuestras potencialidades, pero también nuestras debilidades y carencias. Debemos aprender a vivir de la realidad y no de nuestros sueños, que pueden ser muy hermosos, pero son irreales. No es posible alcanzar el éxito sin un conocimiento de nosotros mismos y de un auto control que nos permita asumir responsabilidades con pleno conocimiento de ellas.
El fracaso bien aprovechado, es la antesala del éxito, porque si nuestra mente lo sabe revertir habremos adquirido una experiencia personal que nada ni nadie nos podrá arrebatar, pues el ejemplo sin duda ayuda a hacer las cosas, pero nada es comparable a la propia experiencia porque “cada vez que el hombre hace una elección moral reflexiva, al instante experimenta una invasión divina en su alma.” 2095 porque "la experiencia de una vida religiosa dinámica transforma al individuo mediocre, en una personalidad de poder idealista que ennoblece la rutina común de la vida diaria.
Cuando las dificultades, los problemas o los fracasos toquen nuestra vida, no les cerremos la puerta como algo indeseable, sino por el contrario, pensemos que se nos está dando la oportunidad de crecer, sacando fuerzas de nuestras flaquezas y al igual que lo hace un deportista, nos estamos entrenando para alcanzar el éxito de la meta ganada. “Esta fe salvadora, nace del corazón, cuando la conciencia moral del hombre, comprende que los valores humanos pueden ser transformados en experiencia mortal, de lo material a lo espiritual, de lo humano a lo divino, del tiempo a la eternidad.” 1118
Tanto el éxito como el fracaso necesitan de mucha humildad de nuestra parte para que sean provechosos, pues el éxito suele envanecer y al creernos más de lo que en verdad somos, dejamos de crecer y la mejor manera de perder algo, es sentirse demasiado seguro de lo que se cree poseer. De igual manera, el fracaso no procesado, destruye la autoestima, nos sentimos inseguros o indignos de alcanzar logros que con un poco de esfuerzo podrían ser nuestros. La confianza en Dios y en uno mismo, la actitud positiva y la perseverancia son las claves para triunfar. Tengamos presente que el éxito y el fracaso son extremos de la misma recta y que en nosotros, como seres volitivos está el poder de conservar el primero y revertir el segundo, porque ¡con Dios todo es posible!
yolanda silva solano