Según enseñan los Rosacruces, el Cristianismo Esotérico difiere del Ortodoxo,
aunque aquel comparte con éste último el reconocimiento final de los grandes valores
espirituales traídos a la Tierra por el Cristo. Pero el trabajo de Este con la raza humana es
interpretado en ambos diferentemente.
Según se dijo en el Capítulo anterior, de acuerdo con las Enseñanzas
Esotéricas, hay un Principio Cósmico de Amor y Sabiduría que el científico cristiano
identifica como el Cristo Cósmico y que dicho Principio posee un centro especial dentro del
orbe solar que actúa como Gobernador de nuestro Sistema Solar. Desde tal ventajoso punto
central, el Logos dirige su atención a los planetas de su sistema según cada uno de éstos
va alcanzando el punto evolutivo en que puede responder a la influencia particular que El le
envía, o cuando se hace necesaria Su especial asistencia. La Tierra alcanzó dicho punto hace
unos dos mil años, justo antes del nacimiento de Jesús de Nazaret.
Existe una Ley Universal estableciendo que un Ser Divino, para poder
descender a los mundos inferiores, debe ajustarse a las leyes que gobiernan dichos planos al
menos en su aspecto externo. De modo que el Cristo Cósmico debió obtener un cuerpo físico.
Muchos Grandes Iniciados sobre la Tierra prepararon Su venida. Miembros iniciados de la
Orden de los Esenios prepararon al niño que ellos llamaron Jesús, que estaba bajo el cuidado
de dicha Fraternidad desde su nacimiento, para que fuera el vehículo que permitiera el
descenso del Arcángel Cristo desde el Sol. Es por ello que el Nuevo Testamento dice: "El
Manantial de lo Alto nos visitó". El propio Espíritu Solar, la Fuente (manantial) de la Luz
visitó la Tierra.
El Cristo, no obstante, pertenece a otro Orden del que hemos visto. En nuestro
presente Período de Evolución, técnicamente llamado Período Terrestre, el cual incluye todo
el sistema solar como hoy está constituido, el Cristo es el Regente Solar o Logos. Pero como
una Entidad individual El pertenece a una Oleada de Vida que está dos pasos adelante de la
nuestra, técnicamente denominada los Arcángeles, que con pocas excepciones habitan en el
Sol en astrales cuerpos ígneos invisibles para la vista humana. El está mucho más allá del
nivel ordinario que comprende a los Arcángeles de la Oleada de Vida Solar, pues El obtuvo
la Unión con El Padre en el Período Solar, el Segundo Gran Día de Manifestación. En tan
temprana fecha, mucho antes de que nuestro Sistema Solar fuera como es en la actualidad, El
se ofreció a Sí Mismo para servir a todas las formas de vida en lo que iba a ser dicho sistema.
No obstante, el Cristo no es Dios. El es el Logos Solar, Jefe de los Arcángeles, pero no es la
Suprema Deidad.
El Maestro Jesús fue el que nació en Belén la primera Noche Santa. La Estrella
de Cristo se cernía cercana, pues Jesús sería algún día el medio para Su "encarnación"
terrestre. Dicha encarnación no tuvo lugar durante el curso de la gestación del infante, sino en
el Bautismo de Jesús por Juan en el Río Jordán, un hecho bien conocido por la Iglesia
Primitiva, pero repudiado posteriormente. Fue durante el Bautismo que el real nacimiento de
Cristo tuvo lugar, cuando Jesús entregó sus cuerpos físico y etérico al Glorioso Arcángel para
que los utilizara durante Su Ministerio de Redención de la Humanidad. El Ser que emergió de
las aguas del Jordán fue Cristo - Jesús, un Arcángel en carne humana, único en el curso de la
evolución. En ninguna parte ha sido sugerido que dicho tipo de encarnación podía tener lugar
sobre los otros planetas. Mas las condiciones en la Tierra hacían necesario que ello sucediera
aquí.
Repetimos, un Ser Único vino a la existencia, un Hombre-Dios, La Divinidad
hecha carne habitando entre nosotros, Cristo-Jesús. La Luz de Amor de Dios entró en aquel
momento en un cuerpo humano. Un poder y una substancia fueron sembrados, como una
semilla, en la corriente de la humanidad y ella ha estado trabajando y transformando la
conciencia colectiva humana hasta el día de hoy.
El acontecimiento del Gólgota terminó la Unión terrenal entre Jesús y el
Cristo. En el momento en que el Arcángel abandonó los vehículos prestados, el Maestro Jesús
recuperó sus átomos simientes para ser utilizados en el futuro. Al dejar el cuerpo de Jesús,
el Arcángel Cristo (un Rayo del Sol espiritual), entró directamente en la esfera terrestre y
asumió la Regencia de nuestro planeta en un sentido muy especial.
Esta labor de Amor fue necesaria debido a la larga influencia de los espíritus
de Lucifer como son llamados en el esoterismo cristiano.
Estos Ángeles caídos condujeron a la humanidad en su "caída" provocando
que la Oleada de Vida humana se apartara y retrasara en su progreso evolucionario, hasta que
estuvo en peligro de perder su sitio en dicho esquema completamente. Las fuerzas de muerte
que habían penetrado en la evolución humana eran tales que, al no tener otras contraactuando
operativa-mente, conducían lenta, pero seguramente, a la aniquilación racial de la humanidad.
De esto, tendremos oportunidad de discutir más cuando hablemos del
Equinoccio Vernal.
Cada año, desde Su llegada a la Tierra como Su Redentor, el Cristo ha reefectuado
en una escala Cósmica el drama de hace dos siglos. Con cada Solsticio de Invierno
repetido, El es "nacido" de nuevo y el planeta recibe un impulso espiritual que se añade en
Luz y Fortaleza del Principio de Amor en el corazón del hombre. La Navidad se hace
gloriosa por el Suceso que ella conmemora; ella es redimida por la actividad Cósmica que
tiene lugar cada año. Séase consciente o no, en dicha Estación, todos están expuestos a la
Divina Radiación que trabaja redentoramente en nuestra esfera terrestre. Cuando los
individuos trabajan en dicha actividad con un verdadero conocimiento y una alta aspiración
espiritual, su interior se enriquece y aumenta enormemente. ¡Que todos puedan recibir estas
riquezas en la abundancia que Cristo estableció en Su Ministerio entre nosotros al rasgar el
Velo del Santuario, que lo había ocultado de las multitudes, haciéndose entonces alcanzable
para cada alma aspirante!