PREGUNTA:
¿Qué dicen los Rosacruces sobre la creación del mundo en siete días?
Respuesta:
Hay dos relatos de la creación en la Biblia. El primero empieza en el primer
versículo del primer capítulo y termina en el tercer versículo del segundo capítulo del
Génesis.
El otro relato comienza en el cuarto versículo.
Esas dos historias de la creación aparentemente varían en diversos puntos. La primera dice
que en el principio la tierra estaba cubierta de agua; la segunda que estaba seca. La primera
afirma que el hombre fue creado en último término; la segunda versión indica que fue la
primera criatura, etc. Esas discrepancias parecen irreconciliables, y suministran al escéptico
una gran satisfacción cuando las examina con una caritativa piedad para los pobres tontos
ignorantes que creen en esos evidentes absurdos. Sin embargo, los dos relatos no son
realmente incongruentes, sino que son complementarios y están en armonía con los hechos
científicos. El primer relato trata de la génesis de la forma, el segundo capítulo de la
evolución de la conciencia. La forma humana tal como está constituida actualmente, es la
obra maestra de la evolución, construida sobre la base de todas las demás formas inferiores
anteriores. La vida, que es el hombre, el pensador, no tiene ni principio ni fin; es eterna
como Dios mismo, y esa vida estuvo aquí antes que todas las demás formas, según nos dice
el segundo relato de la creación.
Respecto al tiempo que se tardó en la creación de la forma, los Rosacruces ni enseñan ni
creen que la obra se realizara en siete días de veinticuatro horas, pero en nuestro esquema
evolutivo de manifestación son necesarias siete grandes transformaciones de la Tierra para
facilitar la plena evolución de la conciencia de sí y del poder anímico de los espíritus
evolucionantes. Tres períodos y medio de ésos han transcurrido ya y se han empleado para
obtener los vehículos; el resto se necesita para la evolución de la conciencia.
En el primer versículo de la Biblia se dice que en el principio la Tierra era oscura y no tenía
forma definida. Eso era en el Periodo de Saturno, cuando la nebulosa comenzaba a surgir
de la sustancia raíz del espacio.
El tercer versículo nos informa que Dios dijo: “Hágase la Luz”, pasaje que ha merecido
toda suerte de burlas, y del que se ha dicho que demostraba la ignorancia de sus autores y
que no está en consonancia con los hechos científicos, porque “si el Sol y la Luna no fueron
creados hasta el cuarto día, ¿cómo pudo haber luz antes?” No nos referiremos al mundo tal
como hoy es, una masa sólida. Ese mundo, por supuesto, sería oscuro si no hubiera alguna
luminaria externa; pero cuando la Tierra estaba naciendo, de acuerdo con la teoría nebular,
el estado de calor oscuro debió existir primeramente, y a ese estado se le llama el Periodo
de Saturno. Más tarde la nebulosa se puso en ignición y se hizo luminosa; la luz estaba
dentro y no dependía de un Sol o Luna exterior. Este segundo estado de desarrollo de
nuestro planeta se llama el Periodo Solar.
Después se indica que Dios dijo: “que haya una expansión en las aguas, para que las aguas
se dividan de las aguas”. La palabra que aquí se da como “expansión” se ha traducido
“firmamento” en la versión autorizada, pero empleamos el texto Masorético, que fue
traducido por traductores de saber y que no tenían edicto real ninguno como el que limitó a
los traductores del Rey Jaime. El empleo de la palabra “expansión” armoniza la Biblia con
la teoría nebular, porque cuando una nebulosa ígnea aparece en el espacio se produce
humedad por el contacto de esa masa ardiente con el espacio externo, que es frío. Esa
humedad se calienta y expande, convirtiéndose en vapor, el que surge hacia afuera; allí se
enfría y se condensa y gravita hacia la fuente del calor central. Así que la expansión de las
aguas dividió el agua del agua, quedándose la humedad densa cerca del centro y el vapor
fuera. Ese estado de consolidación de la Tierra se llama el Período Lunar.
El continuo hervir del agua que rodeaba al centro ardiente produjo finalmente una
incrustación, y entonces apareció la tierra seca. Se nos dice que “Dios llamó a la tierra seca
la Tierra”.
Durante la primera parte del actual Período la Tierra era tan oscura como en el Período de
Saturno. Únicamente existían en ella las sustancias minerales. A ese estado se le llama la
Época Polar.
El ardiente Período Solar tiene su correspondencia en la Época Hiperbórea, que se describe
en los versículos 11-19, como el tiempo en el que se generaron las plantas y la Tierra se
convirtió en un planeta iluminado exteriormente por el Sol y la Luna. Esto terminó la obra
que se dice realizóse en el cuarto gran día del desarrollo de nuestra Tierra. En la Época
Lemurica tenemos la recapitulación de las condiciones del Período Lunar, un corazón
central ardiente y una neblina ígnea como atmósfera, así como la creación de los animales
inferiores, cosa que se describe en la Biblia como la obra del quinto día. En la Época
Atlante se formaron los vertebrados, mamíferos y el hombre, o sea la obra del sexto día, y
cuando el hombre se convirtió en un ser racional en la actual Época Aria, los Dioses
descansaron, dejando al hombre la tarea de salvarse mediante las dos leyes del
Renacimiento y la Causación.
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